De estación en estación: bosques de otoño

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One-shot | Todo público | AU.

Resumen: la salida no salió como querían, hubo distancia y resentimiento. Tenían que apresurarse, o la tormenta los tomaría desprevenidos en medio de la que vivían en su relación.

(Hora del drama. :'v O algo así. Sí, ha quedado más largo de lo que esperé, creo que dos veces más, pero me emocioné con el coso y... bueh. Puede que esto de las estaciones me quede drabble, one-shot, viñeta (aunque está por verse) y de nuevo drabble, y todos AU. Sobre las edades, es igual que en la historia anterior: Alain, 19; Mairin, 16. Finalmente, no sabría decir si les llegan las notificaciones; no recuerdo haber hecho nada al respecto pero veré si lo puedo arreglar, mientras tanto estaré avisando en mi perfil las actualizaciones que haga. ¡Es todo!).

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— ¿Se puede saber en qué estabas pensando? —Alzó la voz Alain, aún de brazos cruzados—. ¿Siquiera vas a contestar?

Mairin, sentada en una roca, obstinada ladeó la cabeza a un lado. No estaba obligada y tampoco de humor para lidiar con Alain.

En respuesta a ello, aquel le dedicó una mirada helada como pocas veces. Estuvo buscándola por el camino que el grupo de excursión recorrió para llegar a la cabaña en medio del bosque, camuflando sus nervios alterados; anochecía y la temperatura descendía, encima se avecinaba una tormenta, dato alarmante. Por supuesto no esperó terminar así, resaltando diferencias con su novia.

Entendió que razonar con ella sería una pérdida de tiempo. Miró su pie vendado, producto de una torcedura, y suspiró. Mairin ni había querido decirle qué pasó, pero dedujo que debía ser consecuencia de otro de sus tropiezos.

Mantener la distancia propia del enfado no sería posible esta vez.

—Perfecto. Calla el resto del camino si es lo que quieres, pero ni creas que te dejaré aquí.

—No he pedido tu ayuda.

—Y yo no he pedido tu opinión —aclaró arrodillándose frente a ella, dándole la espalda—. Sube, te llevaré con el resto.

Pero Mairin no se movió. Y si dio atisbo de ello fue solo para desviarse sutilmente e intentar caminar por su cuenta, aunque le causara dolor en la zona del golpe.

Sin quererlo, o quizás queriéndolo, hizo que su novio se sintiera insultado, he ahí que la tomara bruscamente.

— ¡Bájame!

— ¿Cuál es tu problema? —Soltó por fin—. Actúas distante conmigo desde que partimos y te comportas como una niña malcriada. Si vas a seguir discutiendo, está bien, pero allá; no quiero escuchar nada más.

La chica ahogó el nudo en su garganta. Alain podía ser hiriente sin proponérselo, pero a esas alturas ignoraba qué era intencionado y qué no.

Una punzada aquejó el pecho del joven al no oírle refutar ni removerse, sus palabras habían sido determinantes. Para mal, reconoció que se excedió, pero tampoco pudo contenerse.

Durante unos minutos el único sonido que retumbó en sus oídos fue el de las hojas caídas crujiendo bajo sus pies y el viento soplando contra su rostro. Los dos se tragaron sus palabras, sumiéndose en un silencio tenso e incómodo. Sin embargo, este de pronto fue interrumpido por un apenas audible sollozo que le obligó a detenerse. Mairin había alcanzado a su límite.

La punzada se volvió más profunda, más dolorosa.

—No sigas... —susurró, sin efecto—. Mairin, no llores...

Nada.

No podía con la situación. Se acercó a un árbol y la sentó a los pies de este; la chica de inmediato refugió su rostro en sus rodillas y se abrazó a ellas. No le permitiría mirarle. Alain se arrodilló frente a ella y se culpó interiormente por su falta de tacto.

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