Felicidad

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Viñeta | Todo público | Canon.

Resumen: Era un retazo de felicidad que no dejarían ir tan rápido.

(Antes que nada: feliz día internacional de la comida recalentada. Yo lo celebro como no tienen idea. :v Nah, mentira. No sé ustedes, pero Navidad no es algo que celebre mucho a diferencia de Año Nuevo, aún así espero que lo hayan pasado bien. Quise traer algo para nuestros tórtolos con la temática y bueh... Solo tengo algo que decir: será corto, pero puede que les dé diabetes de la fea; es que escuchaba un fandub de laharl square (Saint Seiya Soul of Gold Ending "Yakusoku no Ashite e"; también su versión del opening de Pokémon XY&Z y déjenme decirles que es una joya, la recomiendo); decía, le escuchaba cantar y me puso muy sensible. :'c Y salió este coso. Para el siguiente que traiga trataré de bajarle al azúcar. ¡Es todo!).

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Mairin sabía que los pequeños instantes de felicidad desbordante podían desvanecerse con facilidad. Eran efímeros y muchas veces pasaban desapercibidos, dejando como única huella una agradable sensación de satisfacción y dicha en el pecho. Si tuviera que contarlos tal vez nunca acabaría, eran demasiados, pues tendían a manifestarse por sí solos ante la presencia del muchacho que la acompañaba... y no la soltaba.

Pero en ese presente, en ese preciso y valioso presente, sintió que esta vez la felicidad no escaparía de sus manos sin antes haberse dejado acoger por ella.

La felicidad se podía traducir de diferentes maneras. Un roce, un abrazo, palabras de aliento y más entraban entre las posibilidades que podían hacer que cualquiera alejara los pies del suelo, pero si le preguntaran... diría que existía un nivel mucho más alto al cual no se podía llegar por sí solo, uno en el que un beso tenía el poder suficiente para espantar la realidad.

Alguien tenía que guiarla... y en su vida, el indicado fue Alain.

Él, en esos segundos en los que el tiempo parecía haberse detenido, la estaba besando.

Lo que fueron horas de compartir en la sala de la casa del profesor se volvió un momento privado en uno de los rincones menos concurridos de su jardín, a oscuras debido a la noche. No dieron con Pokémon alguno, los suyos seguían en la fiesta y la privacidad fue clave para que el joven tomase el rostro de su novia y uniera sus labios con los propios en una silenciosa señal de afecto. Al principio la pelirroja se hizo un lío mental al tratar de ordenar los hechos, pero cierto cosquilleo en su mejilla izquierda lo volvió innecesario.

Muérdago. Ignoraba cuándo, pero Alain se había adueñado de uno de los que formaban parte de las decoraciones navideñas.

Sus ojos con lentitud se cerraron. Sus manos se aferraron a su pecho y hasta ahora seguían ahí, mientras mantenía el ritmo del ósculo que ya duraba más de la cuenta.

No quiso separarse, nunca lo sentiría suficiente, pero el aire hizo falta.

Se vieron sin decir palabra y recobrando el aliento, uno con más necesidad que el otro. Sus pechos subían y bajan con rapidez; las mejillas de Mairin estaban muchísimo más sonrosadas que las de Alain y ni qué decir de la temperatura en ellas. Caliente.

La pelirroja desvió la mirada conteniéndose un puchero cuando la de él evidenció diversión.

—Pudiste detenerme.

—No me dejaste.

—No lo intentaste.

— ¿Cómo podría? Casi nunca me besas así —dijo bajito, pero fue escuchada.

Alain estaba de acuerdo. A diferencia de ella, le costaba ser expresivo y cada vez que lo intentaba, el sentimiento le brotaba de lo más profundo. Intenso, como hacía solo segundos. Era un curioso detalle del que Mairin era consciente tras esos tres años como pareja, por eso no le importaba exceder sus límites si así podían obtener juntos ese pequeño placer que les cosquilleaba los labios cada que sus mentes se ponían en blanco. Casi mágico.

Además, esta oportunidad había sido especial.

Alain no se enteró cuándo empezó a divagar o cuándo la ramita del muérdago desapareció de sus dedos. Solo supo que al alzar la mirada la encontró contoneándose frente a sus narices y que poco después Mairin se le fue encima tomando la iniciativa de continuar donde se quedaron. La espalda de él chocó con un tronco cercano, el cual no dudó en usar de soporte, y finalmente rodeó la cintura de ella.

Se permitió sonreír en medio del contacto. Esta vez irían despacio, sin prisas, procurando entre ambos que ese pedacito de felicidad permaneciera con ellos un poco más.

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