O C H O

170 8 1
                                    

Quería gritarle, pero claramente mi situación no me dejaría gritar en almenos una semana más. Así que, me encontraba yo, corriendo hacia ella, tratando de no perder de vista aquel oscuro cabello con unas llamativas californianas rosadas que rozaban su espalda mientras ella también corría. Me detuve en seco cuando corrió hacia un auto y aceleró, desapareciendo por las calles de Frenchville. 

Estaba tan confundida. ¿Por qué corrió? ¿Acaso era una clase de broma? Como con todo lo que estaba pasando últimamente, decidí que era mejor ignorarlo y pensar en ello más tarde. En lugar de pedir otro taxi, decidí empezar a caminar, para tener que retrasar el momento en el que vería a Ruth en la casa. Las calles no estaban llenas de gente, pero si podía ver de vez en cuando parejas caminando, o madres con sus hijos, su manos entrelazadas con amor. 

"No te separes ni un segundo de mi, Audy." No pude evitar pensar en mi madre; siempre tan sobreprotectora, sospechando de cualquier cosa que se me acercara. En aquellos momentos la odiaba por ser así, pero cuánto daría por escuchar uno de esos comentarios ahora.  De vez en cuando pensaba en ellos, cosa que me ahogaba de culpa, sintiendo la necesidad de no dejar de buscar abajo de cada roca hasta encontrarlos. Si ellos nunca se hubieran ido, estaría probablemente en mi habitación, haciendo tarea. No me habría encariñado con el olor a pino, ni habría pasado una noche en una camilla de hospital, no me habría desmayado por no comer y no habría conocido a Matthew. Estaría en Portland, viviendo la vida aburrida y normal que tanto extrañaba. 

Después de una media hora, llegué a la casa, abrí la puerta intentando no azotarla como siempre lo hacía accidentalmente cuando la voz de Gabbie innundo mis oídos. Me dirigí a la cocina y saludé cuando la vi fregando los platos, como de costumbre.

—Hola, ¿Has visto a Ruth? Salió en la mañana a comprar algo pero no ha vuelto,—explicó. 

—Eh... no, no la he visto,—mentí. Tomé una manzana antes de despedirme y salir nuevamente al jardín. Pronto me encontré dando golpecitos a la puerta de la casa de Matthew. 

—Hola,—habló él y yo sonreí, aliviada de que era él y no alguien más—¿Qué te trae por aquí?

—Quisiera saber lo mismo,—dije intentando explicarme a mí misma por qué estaba en su puerta.—¿Estoy aburrida? Estresada, pensando y... no lo sé. Puedo irme si quieres yo... 

—No te preocupes,—dijo antes de soltar una pequeña risa, luego se movió un poco a la derecha e hizo un gesto con su mano, invitándome a pasar. Una vez dentro, me di cuenta lo parecida que era la estructura a la casa de los Ross, pero tenía un olor a cítrico y el piso de mármol había sido reemplazado por madera. Matthew se dirigió unos momentos a la cocina y regresó con unos vasos con agua. Matthew abrió la boca, como si estuviera a punto de decir algo cuando el sonido de un auto afuera lo interrumpió. Sin decir nada, él abrió la puerta y una señora intentaba cargar varias bolsas, caminando hacia nosotros. 

—Hola mamá, déjame ayudarte,—saludó y corrió hacia ella, tomando un par de bolsas de la mano de la señora. 

—Hola Matt.—movió su vista hacia mí—Hola...—me sonrió alegremente, sus ojos arrugándose en el acto.  

—Hola, yo soy Audrey—solté una risa tímida.

—¡Que nombre más bonito! ¿Verdad Matt? Me recuerda al otoño por alguna razón, tal vez por tu cabello, ¡es hermoso! Siempre he querido tener un cabello de tu tono. ¿De dónde vienes? No te había visto por aquí.  

¿Q-U-É L-E D-I-G-O?

—Ah gracias, claro yo... Yo...—

—Es una estudiante de intercambio mamá, es de Portland. Y... está quedándose con los Ross.— Matthew me interrumpió sacándome de un gran, gran apuro.

—¡Oh, los Ross!—exclamó sorprendida—Son una pareja tan amable, me gustaría conocerlos un poco mejor. Mi nombre es Lauren  y supongo que ya has de saber que soy madre de este chico—estreché mi mano pero me jaló y envolvió en un abrazo. Ignoré la punzada de dolor en mi hombro.—Hey, ¿por qué no se quedan a cenar? Hoy haré una receta nueva, crema de no-sé-qué, pero me la recomendaron mucho. 

—Mamá...—Matthew dijo, preocupado. Lauren fijó su vista en mí.

—No quisiera entrometerme en su cena... yo—Lauren negó.

—¡Te estamos invitando! Por favor, Matthew nunca había traído una chica.—el calor envolvió mi cara y sabía que me había vuelto un tomate. 

Técnicamente yo vine, pero no tiene por qué saber eso. 

—Está bien, gracias.

—Bien, entonces esperen aquí... yo iré a llamar a Zoe y... Bill puede llegar en cualquier momento.— dijo mientras subía los escalones de madera. Supuse que Zoe era la enfermera y hermana de Matthew. 

...

La cena consistía mayormente en Lauren preguntándome sobre los Ross, su casa, mi vida y entre otras cosas. Matthew parecía estar en una pelea de miradas con su hermana, y Bill preguntaba cosas de vez en cuando. Todo iba normal, algo raro e incómodo pero no esperaba nada más de esta cena. 

Eso fue hasta que Bill hizo otra pregunta, pero no dirigida hacia mí:

—Entonces... Matt, ¿Audrey es tu novia?

Como si fuese una escena de una película cómica, Matthew en aquel momento estaba tomando del jugo de uva y lo escupió al momento, todo el líquido aterrizando en la cara de Zoe. 

—¡Oh por Dios Matt! ¡Qué asco! Te voy a... — Zoe se levantó pero Lauren le envió una mirada recta. Murmuró algo y subió la escaleras. 

—Sólo somos amigos,—me sorprendí al esuchar las mismas palabras salir de la boca de Matthew. 

—Lo lamento...— Bill parecía más avergonzado que nosotros dos. 

—Sí, creo que nos vamos. Gracias.— Matt se levantó y tomó de mi mano para salir por la puerta.

—¡Gracias por todo! Adiós...— fue lo único que dije antes de que Matthew cerrara la puerta.

—Disculpa por eso yo... realmente me tomó un poco por sorpresa. Lo lamento.—Matthew rascó su nuca, como lo hacía siempre que estaba avergonzado. 

—No te preocupes, de todas formas es tarde y me tengo que ir... ¿Nos vemos mañana?—asintió y caminé de vuelta a mi casa. 

Cuando cerré la puerta, tacones resonaron de manera rápida y desesperada, y de la sala de estar salió Brielle, con su cabello alborotado y sus ojos muy abiertos. 












El Caso De La Familia RossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora