T R E S

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Los gritos siguieron, algunos demasiado lejanos e inaudibles. Me asomé un poco por la ventana, distinguiendo que el sonido venía de la casa de enfrente. Alcancé a ver un chico parado en el jardín, discutiendo con lo que parecía ser su padre—aunque por lo dicho anteriormente, supongo que no lo era—tenía preocupación y tristeza plasmado en su rostro. 

—Mira, hijo... bueno. Lo que sea, tu madre está muy preocupada, ¡no quiere que vayas a ese lugar! Debes saber lo peligroso que es,— dijo con un tono de voz tan alto que me preguntaba si lo que querían era llamar la atención.
El chico castaño negaba y reía sarcásticamente, después soltó un par de palabras que no valían la pena contar y se metió al auto de golpe. El señor negó con decepción y luego volvió dentro de la casa.

La puerta de mi—por falta de un término mejor—casa se escuchó de pronto e involuntariamente di un pequeño salto y me asomé por los barandales de las escaleras. Era Brielle y un señor que se veía un par de años mayor que ella, supuse que era Robert. Me levanté y bajé las escaleras.

—Este aire de ahora es insoportable, solo hace que las puertas se azoten y dañen mis oídos.—se quejó frotándose las cienes, como si tuviese dolor de cabeza.

—Claro cariño...— Brielle fijó su vista en mi, mostrando una sonrisa.—Bueno, ¿estás listo? Allá esta Audrey.—en el segundo que mi nombre salió de la boca roja de Brielle, el señor dejó de quejarse y fijó la vista por todo el recibidor hasta encontrar mi mirada. Cuando me vio, sentí todos los nervios consumirme por completo. Tenía una mirada tan maravillada, con un brillo tan peculiar. 

—Hola yo soy...—empecé a decir.

—¡Pero si es Audrey! Oh, estuvimos esperando por años...—Brielle abrió los ojos preocupada y pellizco el brazo de Robert.

¿Qué? 

—¿Por años?— Robert mostró una mirada de ansiedad ante mi pregunta pero duró poco. Tosió un poco.

—Es un gesto exagerado de mi parte, lo lamento. Hemos querido tener a alguien desde hace muchos años... pero Brielle no... puede tener hijos, así que hemos esperado esto desde hace muchos años—sonrió, mi ceño se desarrugó.—También...—hizo una cara dura— también  lamentamos mucho lo de tus padres, espero que estén bien.

Apenas pude levantar las comisuras de mis labios para darle una sonrisa de agradecimiento.

Silencio incómodo.

—¡Oh, son casi las diez!—exclamó Brielle de pronto.—Disculpen, pero yo no como después de las nueve, no podré cenar. ¿Gabbie te hizo algo? De seguro tienes hambre querida.

—Realmente no tengo hambre, pero muchas gracias.— mentí un poco, deseando que mi estómago no rugiera en el momento. 

Robert me veía de una manera vagamente familiar, y muy, muy extraña.

—Bueno... estaré arriba en mi despacho por si me necesitan, mucho gusto Audrey—Robert se despidió y desapareció por las escaleras.

Me adentré en la cocina, Gabbie y otra chica estaban en la cocina.

—Hola Audrey—saludó—quiero presentarte a tu futura cocinera mientras estés por aquí viviendo, Ruth.

—Ruth, ella es Audrey.—la chica me vio tratando de recordar algo y luego reaccionó.

— Ah, la nueva "hija" de los Ross—hizo comillas con los dedos e intenté ignorar cómo se me revolvió el estómago. Sonreí lo mejor que pude.—¿Se te ofrece cualquier platillo de cenar?

"Hija", sólo comillas con los dedos.

—Gracias, pero ahora no se me apetece nada.

—Bien, entonces quizá puedas salir a explorar la zona. La zona se pone realmente bonita al anochecer. —dijo y Gabbie empezó a reírse como nunca.

—Ruth, ya no es una niña pequeña, las chicas de su edad ahora siempre están encerradas en el baño tomándose fotos para ver cuál queda mejor de su foto de perfil.

—De hecho me agradaría conocer por alrededor.— sonreí— y no se preocupen, no desperdiciaría mi tiempo pensando en qué foto me veo mejor. Talvez... prefiero leer. 

—¡Eso es una excelente noticia!—exclamó emocionada y cuando vio mi mirada de curiosidad añadió: —Lo que pasa es que los Ross tienen una biblioteca en los despachos, tienen bastantes libros con historias clásicas, de seguro te gustan.

—Gracias...—sonreí un poco.—¿Le pueden avisar a Brielle que salí? Solo estaré viendo un poco de todo.—asintieron y emprendí el camino a la puerta. 

Salí de la casa y lo primero que hice fue fijar la vista en todos los pinos que rodeaban el barranco que había a lo lejos de mí. Ya los había visto antes, pero eran tan hermosos y me capturaban cada vez que los veía. El olor de pino seguía presente aún con más razón afuera de la casa, y pensé si en algún momento me cansaría de él. Pasé por enfrente de cada una de las casas que se encontraban en el vecindario, incluso pasé por la casa en donde unos minutos atrás un padre y un hijo rebelde habían discutido horriblemente.

De pronto sentí ese vago sentimiento de que alguien o algo me estaba viendo. Mi corazón saltó por los aires, mi pulso se aceleró y en un momento quería correr de vuelta a la casa y no salir nunca. Empecé a dar pasos más deliberados y lentos, con miedo a que si corriese algo me empezara a perseguir. Mi mano instintivamente se dirigió a mi brazo, rascando con fuerza, cosa que siempre hacía cuando me sentía ansiosa.  Dirigí y pasé mis ojos por cada lugar hasta toparme con una ventana vieja, en una casa de madera pintada de blanco, se notaba muy desgastada a tal punto que figuré que nadie vivía allí. No podía creer lo que mis ojos veían; una persona  observándome fijamente. Dado a que el cielo estaba oscuro, sólo alcanzaba a ver la sombra de la persona, aunque podía distinguir el brillo en sus ojos, por lo que me pregunté si estaría llorando. 

Luego su mano se levantó e hizo una seña de saludo, ahí fue cuando me di la vuelta y salí corriendo devuelta a la casa. Aún cuando llegué a mi habitación y me eché agua a la cara, no podía tranquilizar el latido de mi corazón; latía tan fuerte que se sentía como si en cualquier momento mi pecho se abriría y mi corazón saltaría hacia el lavabo que tenía enfrente. No conté los minutos hasta que me tranquilicé y salí del baño para intentar ir a dormir. 

El Caso De La Familia RossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora