D O C E

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—Brielle...—llamé cautelosamente, tenía que articular muy bien mis siguientes palabras—hice una amiga en la escuela,—mentí. Brielle, quien estaba leyendo algo, sentada en un sofá de la sala de estar, levantó su mirada rápidamente, con una sonrisa radiante. 

—Oh, cariño, qué bien. ¿Cuál es su nombre?—cerró el libro y puso toda su atención en mí. 

—Uh, su nombre es D... Deborah.—respiré hondo—Llevo hablando con ella ya mucho tiempo, a decir verdad. Es su cumpleaños hoy y me ha invitado a pasar la noche en su casa, junto con otras amigas suyas.—su sonrisa se esfumó—Estaba pensando, con todo lo que está pasando, estaría genial poder distraer mi mente. 

—Audrey... con lo que pasó con tus padres, no sé si sea seguro que salgas sola. 

—No estaré afuera, estaré en una casa. Aparte, no estaré sola.

Seguí hablando por unos momentos, Brielle demasiado asustada y haciendo demasiadas preguntas que perdí la cuenta de cuántas mentiras dije. Por suerte, al final me otorgó el permiso de ir a pasar la noche en la casa de mi amiga imaginaria Deborah. 

Decidí buscar a Gabbie por la casa y la encontré sacudiendo los estantes de la sala de T.V. en el piso de arriba. Hace días habíamos empezado una conversación sobre Ruth y Brielle. 

—Entonces... ¿qué me dices de Robert?—susurré cerca de ella, quien saltó sorprendida.

—Oh dios... no hagas eso de nuevo, casi muero,—dijo una vez se recompuso del susto—¿Robert? Un señor misterioso, sin duda. Casi no he hablado con él. Ni siquiera sé cuál es su oficio, lo que sí se es que Brielle no tiene trabajo.—en el momento que dejó de hablar su estómago rugió y rió—Tengo hambre, ya va siendo hora del almuerzo. ¿Quieres algo?—negué lentamente, no quería terminar la conversación aún.—No, ¿sabes qué? Zoe me contó lo que te pasó, tienes que comer sí o sí. 

—¿Qué? ¿Conoces a Zoe?—pregunté confundida.

—¡Sí! Somos muy buenas amigas—se quedó pensando algo y luego sonrió extraña—Es la hermana de tu novio. 

—¿Qué dices? Matthew no es mi novio. Es mi... amigo,—dije algo confundida por la pelea que había tenido con él, de pronto me enojé, recordando sus comentarios—Es mi compañero de clase.—Gabbie levantó sus cejas, sorprendida. 

—Desde luego...—tosió falsamente—Ven, vamos a comer algo.

 ...

El reloj marcaba las siete y media. Pedí un taxi hacia la ubicación de la fiesta. Había decidido usar un vestido de noche corto que Brielle me había regalado el primer día que llegué. Era algo apretado, pero no al punto de estar incómodo y era lo único que tenía. Sentía los nervios comiéndome y di mi mayor esfuerzo por no empezar a rascarme el brazo como loca. Nunca había ido a una fiesta en mi vida, y mucho menos una fiesta especial en un lugar llamado "La Mansión de los Lagos" Una vez que llegué, me quedé parada, asombrada por la cantidad de gente que había alrededor al igual por la mansión gigante que tenía enfrente de mí. 

Estaba a punto de darme la vuelta y regresar al taxi cuando escuché la voz de Dave: —¡Audrey! Te estaba esperando, qué bien que decidiste venir.—llevaba una camisa negra y pantalones de mezclilla, se veía más atractivo de lo normal.—¿Entramos?—preguntó, estrechándome la mano. Yo asentí y la tomé. 

Estar de la mano de Dave me tranquilizaba un poco, pero al entrar a la grande mansión mi corazón casi se sale de mi pecho. La música retumbaba por todas partes, sentía las vibraciones en cada parte de mi cuerpo y había demasiada gente. De vez en cuando me topaba con caras familiares, probablemente del colegio. Pasamos por un grupo de chicas en una mesa, una de ellas aspirando una línea de cocaína por la nariz, tragué saliva. Así era en todos los lugares, gente tomando, bebiendo, besándose, drogándose. Dave apretó mi mano con fuerza y volteé a verlo. 

—Ahí está nuestra mesa,—señaló y casi doy un suspiro de alivio cuando vi dos chicas y dos chicos, ninguno parecía estarse drogando aunque si tomaban. Una vez que nos acercamos, las cuatro cabezas se movieron en nuestra dirección—Chicos, ella es Audrey, de la escuela.—todos me saludaron brevemente y tomé asiento al lado de una chica de tez morena. 

—Mi nombre es Olivia— saludó con una gran sonrisa, la saludé otra vez—¿Quieres algo de tomar?—preguntó en el momento que llegó un señor con una charola llena de copas, asentí cautelosamente. Cuando me la pasaron, la tomé con cuidado, probablemente la veía como si le hubiera salido un ojo. Todos de la mesa se me quedaron viendo un tanto curiosos—Déjenme adivinar a mí,— dijo Olivia de pronto.—¿Es como la primera vez que tomas? ¿Que vienes a una fiesta?

—Uh... ya he tomado antes, pero no en fiestas.—admití con un poco de vergüenza. 

—Bueno, hay una primera vez para todo ¿verdad? Lo bueno de las fiestas es que no hay nada de que preocuparse, eres tú misma y te dejas llevar. ¿Te digo un pequeño secreto? Esto ayuda mucho— se ríe un poco antes de darle un gran sorbo a su bebida. Quería decir que no. Que yo no era ese tipo de personas, pero quizá lo tomarían como un insulto así que tomé la copa y le di un pequeño trago. Quería escupirla; sabía tan mal. Después tomé otro y otro sorbo, mi paladar se estaba acostumbrando al sabor extraño. Los amigos de David empezaron a aplaudir y a reír. Se me salió una risita a mi también. Mis nervios habían desaparecido. Pronto me encontraba charlando con el grupo como si los hubiera conocido de toda mi vida. 

Había algo que nunca en mis diecisiete años que nunca había experimentado. Estar bajo la influencia del alcohol se sentía tan diferente a todo lo que había sentido útimamente. Era básicamente lo opuesto; no podía parar de reírme y me sentía tan ligera y contenta, como si todas mis preocupaciones fueran un mal sueño y nada más. En algún momento perdí la cuenta de las copas que había tomado cuando mi vista se veía algo borrosa, pero extrañamente eso me alentaba más a sentirme mejor. Sentí un calor en mi pecho. 

¡Quiero más!—grité a todo volumen cuando vi que mi copa no tenía nada de líquido—¿Dónde hay más de...— hablé y mi propio hipo me interrumpió — más de esta dulce, dulce, cosa liquidosa...— luego empecé a reírme— Eso rimó, ¿pero es una palabra? ¿Acabo de inventar una palabra? Merezco un premio de inventadora de palabras,—reí de nuevo. Las cuatro personas a mi alrededor parecían estar más familiarizados con el alcohol y de sus límites, unos de ellos tenían caras preocupadas y confundidas pero otros tenían caras divertidas, como Dave—Oigan, ¿por qué se me quedan viendo? ¿Cuál es su problema? ¿Por qué no vamos a bailar y nos soltamos un poco? — empecé a levantarme cuando vi la bebida de David que estaba casi llena y sin pensarlo la tomé y le di un gran sorbo—No queremos que te quedes atrás, querido.— le dije e intenté guiñar pero estoy casi segura que salió mal, me reí de nuevo. Tomé su mano y jalé con él hacia la pista de baile.

¿En qué me metí?








El Caso De La Familia RossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora