T R E C E

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Me sentí un poco sofocada por la cantidad de cuerpos con los que chocaba mientras saltábamos al ritmo de la música. Nunca me había sentido más feliz en mi vida. Sin saber lo que estaba haciendo empecé a mover mi cintura sobre el cuerpo de Dave, según yo de forma seductora, él empezó a reír. 

—Audrey ¿te sientes bien?—preguntó divertido, con sus manos en mi cintura. 

—¡Nunca me había sentido mejor!—me volteé para verlo y entrelacé mis brazos detrás de su nuca, abrazándolo—Gracias,—dije cerca de su oído para que me escuchara. La música se apagó lentamente y algunas personas volvieron a sus lugares, dejando más espacio para respirar. En lugar de sentir alivio, mi sonrisa se esfumó y me sentí mareada. Supongo que Dave mi cara de asco porque se alejó de mí un poco. 

—¿Te sientes bien?—negué repretidamente. Dave tomó mi brazo y lo regresó a su hombro como aquella vez que caí en la clase de gimnasia—Será mejor que vayamos al baño.—nos encaminamos lentamente, cada paso más difícil que el otro y cuando vi la puerta de los sanitarios, corrí hacia ellos sin pensarlo. Dave se quedó atrás. 

Vomité al instante; sentía el ácido regresando de mi estómago, pasando por mi garganta, hasta mi boca. Se sentía horrible y cuando pensé que ya no podía vomitar más, ahí estaba repitiendo el ciclo. Eventualmente paró y sólo tosia. Cuando salí del cubículo, algo débil pero aliviada, reparé en lo hermoso que era el baño. Se veía tan lujoso y cómodo, había una pequeña sala de estar y los lavabos estaban adornados con espejos muy grandes, rodeados de luz. Enjuagué mi boca y me lavé la cara varias veces, sin importar que tenía ahora el maquillaje corrido. Nunca escuché la puerta cuando escuché la voz de Dave a mi lado. 

—¿Te sientes mejor?—preguntó, tomando algo de papel y entregándomelo. Decidí ignorar el hecho de que había entrado al baño de chicas sin dudarlo. La puerta ahora estaba cerrada. 

—Gracias... sí.—mi voz salió ronca y seca, Dave levantó su mano donde habían dos botellas de agua. Le sonreí y antes de yo tomarla, él caminó hacia la pequeña sala de estar y puso mi botella en la mesilla. 

—Creo que sería mejor si te sientas,—dijo dando toquesitos al sofá a un lado de él. Volteé a ver mi reflejo, un poco más limpio gracias al papel que me había dado Dave. Asentí después y me encaminé al sofá. 

—Demonios,—murmuré—lamento esto. Nunca había tomado tanto.—abrí la botella y tomé más de cuatro tragos, Dave se me quedó viendo con intensidad. Por la incomodidad que me causó, saqué mi teléfono celular de la gloriosa bolsa que existía en mi vestido y lo encendí. Mi vista captó la cara de mis padres abrazándome y después el marcador de la hora. Eran lan dos de la madrugada. 

—¿Son tus padres?—la voz de Dave me sacó del trance y apagué el celular rápidamente. 

—Sí...—sentí un nudo en mi garganta—Dios, los extraño.—llevé mi vista a la de Dave, su sonrisa desapareció. 

—¿No hablas con ellos?—preguntó confundido y no pude ignorar el hecho de que se acercó a mí un poco más—¿Estás llorando?—bajé la mirada hacia mis piernas, pero levantó mi cara con su mano y me obligó a verlo a los ojos.

—Es complicado.—su pulgar pasó por mis mejillas, limpiando las lágrimas que se habían escapado de mis ojos, su cercanía era demasiada ahora y me incomodé un poco. Me sentía tan cansada ahora, mis párpados pesaban—La verdad es que yo no soy una estudiante de—empecé a decir pero los labios de Dave chocaron contra los míos. Sorprendida, junté toda la fuerza que tenía para empujarlo hacia atrás, y aunque dejó de besarme, no se alejó. Ugh, apenas tenía fuerzas para mantener mis ojos abiertos. ¿Qué me está pasando?—¿Qué has hecho?—le pregunté a David, quien tenía una sonrisa diferente en la boca. 

—Tranquila, Audrey—dijo con un tono extraño en su voz y acercó su voz  a mi oído lo cual envió escalofríos a través de todo mi cuerpo—Después de esto, nunca te habrás sentido mejor—susurró. Realización me golpeó de una manera brutal; la puerta estaba cerrada, la botella de agua no era agua, estabamos solos, estaba débil...—Ven, sé donde hay un lugar más cómodo.—pasó mi brazo por su hombro y mi levantó. Me sentía tan pesada y apenas podía caminar. 

—Por favor... no lo hagas, no—empecé a llorar de nuevo, viendo mi vista haciéndose más borrosa cada segundo. David pareció ignorar mis súplicas. Cuando salimos de los baños, busqué una forma de escapar, pero no había mucha gente cerca; todos estaban lejos bailando o tomando. Intenté zafarme pero el agarre de David en mi cintura solo se hizo más fuerte.

Pasamos una larga trayectoria, tomando un asensor, y pronto estábamos en frente de un corredor de demasiadas puertas. Escuché el tintineo de llaves y David abrió la puerta más cercana. Supuse que la mansión de los lagos sería un hotel, entonces. En el interior de la habitación había una T.V. un baño, un balcón, una cama... tragué saliva. ¿Por qué no podía simplemente voltearme y golpearlo? David me soltó de su agarré y me tiró agresivamente a la cama. Me sentí todavía más débil. Deseaba poder vomitar en su cara. Las manos de David viajaban por todo mi cuerpo y no podía tan siquiera retorcerme, una de sus manos empezó a zafar los tacones que traía puestos. Empecé a llorar más. Era tan extraño sentir la adrenalina en mi cuerpo pero no poder usarla. Su mano rozó por mi pierna, pasando por debajo de mi vestido hasta llegar a mi pecho. No podía ver nada más que sentir como sus manos pasaban por todo mi cuerpo. Me consumía el miedo y pensé que iba a morir. Dios... soy tan ingenua. ¿Qué diría Matthew? "Eres una estúpida e ingenua" Sí, tenía tanta razón. Toda la razón. 

—David, por favor no lo hagas—supliqué entre sollozos—Yo nunca he...

—Silencio,—me interrumpió—sólo dolerá un poco.—rió y continuó su expedición en mi cuerpo hasta llegar al cierre de mi vestido.

—¡Ayuda, alguien por favor! ¡Ayúde—grité con todas mis fuerzas, aunque no fueron muchas, probablemente había sonado como mi voz en volumen normal. David fue rápido y me dio un golpe en la cara que me dejó más confundida que antes. 

—No hagas ningún ruido,—gruñó por lo bajo y resumió lo del cierre. 

Oh, mamá. ¿Qué se hace en esta situación? Papá... lo siento tanto, soy tan débil. No estaría aquí si no fuera porque se fueron. ¿Por qué...? 

Cerré mis ojos, finalmente vencida. No había salida. 

David luchaba con sacarme el vestido que ahora agradecía que estuviera apretado cuando la puerta se abrió. 




El Caso De La Familia RossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora