8: Una verdadera familia.

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Lee suspiró cansado mientras tomaba asiento en la cama, se rascó la cabeza con una mueca y luego se volvió al colchón, Metal Lee dormía plácidamente con una de las pequeñas manos en su panza desnuda y la otra en la sábana. Al fin se había rendido después de jugar (o mejor dicho, entrenar) toda la tarde, se sorprendía al ver que el niño era muy parecido a sí mismo, tal vez no con los mismos gustos, pero sí con las mismas ambiciones.

Sonrió un poco con los labios sellados, esperaba que él cumpliera sus sueños. No se contuvo al pensar, ¿Quién sería su madre? ¿Quién sería la extraña y fascinante mujer que se fijaría en él? Porque, siendo sinceros, dudaba que alguna vez haya una. Pero claro, no dudaría mucho o en realidad era solo una pobre alma que se había apiadado y le había regalado un hijo, pues en ese momento se encontraba completamente solo.

Pensó en Sakura, su querida pelirrosa, su corazón aún latía tan rápido por ella, cada vez que la veía u oía su risa sentía que tal vez tenía un poco de esperanza.

Pero todo eso se había esfumado.

Su corazón se había hecho trizas al verla salir ahí, tan encantadora como siempre, cargando a dos niños... con él, el hombre que pensó que al fin sería el pasado, al parecer ellos serían felices al fin y al cabo. ¿Y él? Solo, aunque, siendo agradecido, tendría un tierno ángel que se encargaría de hacerlo feliz, distraerlo y en quien pondría todo su amor.

- Ansío que ese día llegue -dijo en voz baja, observando al niño con los ojos brillantes- pero, mientras, por lo menos tú estás aquí.

(...)

Sakura abrió los ojos y parpadeó seguidamente, acostumbrándose a la oscuridad de la habitación, se sentó en el colchón y estiró sus brazos con cuidado de no dañar a ambos niños, con delicadeza, tomó a Itsuke y lo arrulló, debía llevarlo a su cuna. Tan pronto como lo hizo, Sarada de acomodó y abrió sus brazos y piernas, tomando todo el lugar. Sakura sonrió.

Cuando dejó al niño en su habitación, los recuerdos de aquella tarde volvieron a su memoria como un golpe, su corazón se apretó al recordar cómo se había ido Sasuke, sin decir a donde iba, sin decir si volvería. Suspiró. Pues bien, se notaba que ahora estaba sola en esto, apretó los puños y observó a los niños.

- Seré la mejor madre sustituta que pueda -susurró.

Salió al pasillo iluminado y oyó ruidos en el piso inferior. Con el ceño fruncido, bajó las escaleras, ¿Quién sería? Dudaba de que Sasuke hubiera vuelto, si lo hizo era solo para recoger algo y marcharse de nuevo.

Pero se sorprendió al encontrarlo ahí de espaldas.

SIN CA-MI-SA.

Rápidamente el color rojo subió a sus mejillas... Oh, Kami.

Su espalda era ancha y pálida, cicatrices irregulares de color blanco la marcaban un poco, lo que lo hacía ver peligroso... y muy, demasiado, sexy. Sakura se mordió el labio con nerviosismo, incapaz de sacar los ojos de él ni de hacer un sonido que lo alertara de su presencia.

- Buenas noches -dijo él con calma, sin volverse a verla.

Sakura dio un salto y carraspeó.

- Hola, Sasuke-kun -saludó- ¿Qué haces aquí? Pensé que te habías marchado.

Sasuke la miró y ella contuvo el aliento, sin disimulo, recorrió su pecho y abdomen con la mirada, deleitándose con semejante hombre sin camiseta, los pantalones negros se colgaban de sus caderas, dejando ver una marcada V que se ocultaban dentro de estos.

De repente, comenzó a hacer mucho calor.

- Decidí quedarme -dijo con aburrimiento, su expresión era normal, seria, pero sus ojos llevaban una pizca de diversión.

Futuros... ¿Padres?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora