9: Peligro.

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Ino tomó asiento en una de las sillas del comedor y suspiró, la casa al fin se hallaba limpia, los muebles desempolvados y el suelo recién encerado. Ser un ama de casa a tan poca edad era en realidad estresante, extrañaba las misiones llenas de adrenalina y de poder usar su chakra y demás. Esa no era la forma en la que se imaginaba estar después de la guerra.

Dejó el trapo en la mesa y se incorporó, tal vez no era la forma en la que se imaginaba, pero se había encariñado con ese niño. La relación ahora había mejorado con Sai, era mucho más sincero con ella y hasta la ayudaba en algunas tareas, se llevaba muy bien con Inojin y lo distraía mientras ella hacía la comida o limpiaba.

Se dirigió a la habitación del niño a paso seguro, se había quedado dormido de un momento al otro y ella lo había llevado a un pequeño cuarto que habían arreglado para él. Abrió la puerta y encendió la luz, ahogando un grito...

Inojin no estaba.

Desesperada, lo buscó por toda la habitación y el baño, revisó la otra habitación y tampoco estaba, bajo las escaleras y se quedó estática, la desesperación le invadió el pecho y sus manos temblaban, sus ojos se llenaron de lágrimas y corrió hasta el estudio de Sai, era su única oportunidad de encontrar a su hijo.

Golpeó la puerta un poco más fuerte de lo que tenía planeado, de un momento al otro empezó a llorar y los pequeños espasmos se hicieron presentes en su pecho, ¿Dónde estaba? Sai abrió la puerta y ella se lanzó a abrazarlo.

- ¡Sai! -lloró en su pecho, él era cálido y fuerte, Sai abrió los ojos de par en par, sin saber muy bien que hacer, ella estaba mojando su camisa.

- ¿Cuál es el problema? -preguntó. Su voz era amable y suave, pero no la había rodeado con los brazos, a diferencia de ella, quien lo tenía bien sujeto de la cintura. 

- Inojin -gimió con lágrimas bajando por sus mejillas, la nariz enrojecida y los labios temblando.

Es hermosa. Pensó Sai, digna de un retrato lleno de desesperación.

- ¿Qué sucede con él?

- No está, se había quedado dormido y lo llevé a su cuarto, fui a verlo y no está -dijo todo muy rápido, Sai apretó los labios.

- Vamos a buscarlo -dijo con decisión, tomó la mano de ella y la jaló hacia la salida, cerrando la puerta tras ellos.

Bajaron las escaleras del apartamento e Ino se fijó en que había comenzado a refrescar, tal vez Inojin no tenía puesto su abrigo. Era aún un bebé. Sai apretaba su mano mientras observaban por todos lados, incluso parecían una pareja joven en busca de su hijo.

- Oh, pobrecito -lloró ella, Sai acarició su mano con el pulgar.

- Lo encontraremos.

(...)

El portal se abrió en medio del bosque y de él salió un hombre.

La sangre seca manchaba sus botas y sus dedos, sus manos firmes en el mango de su espada y sus ojos de color mercurio observaban todo con curiosidad y audacia, aquellos Ninja de Konoha pensaron que habían sido muy inteligentes al mandar a sus hijos a otro tiempo, pero él tenía espías, y le habían dicho absolutamente todo.

Kenji sonrió bajo la máscara, observando el antiguo Konoha sin tecnología, los árboles se veían aún más verdes y no existían los rascacielos que se construirían luego. Se podría divertir un poco, pero sabía cual era su misión, acabar con la vida de los pequeños renacuajos de Uzumaki Naruto y sus compañeros más allegados.

Apretó los labios y caminó, ya había visto al niño Uzumaki y no se detendría hasta romperle el cuello, así como el malnacido Hokage rubio había hecho con su familia. Gruñó al recordarlo, él, su esposa y su hijo, sucios y hambrientos, fueron sacados a patadas de su casa hacía unos meses atrás cuando aquel imbécil se había vuelto con el poder de Konoha.

Futuros... ¿Padres?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora