10: Formando lazos

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Hinata observó al hombre por un momento fugaz y asintió lentamente, extrañada.

—Hum, lo haré.

Boruto la jaló una vez más y la de ojos grises alejó su mirada de él antes de seguir corriendo con el pequeño. Kenji sonrió, viéndolos correr, la esposa del Hokage no era más que una niña, ¿había sido tan idiota como para poner a sus hijos al cuidado de unos ninja aún muy novatos? Cumpliría la misión muy fácilmente.

Caminó una vez más por las transitadas calles de la antigua Konoha hasta que encontró un puesto pequeño de dangos, entro y tomó asiento, sacando inmediatamente una libreta de su capa; los nombres de cada niño, su fotografía y su edad aparecían en aquel documento, su jefe había trazado el plan bastante bien. Apretó los labios al ver a Boruto, primogénito del Hokage, justo al comienzo del documento, tenía los ojos de su padre y exactamente el mismo color de cabello, era idéntico... y tenía la edad de su hijo. Pero había una diferencia, Boruto era un niño saludable, animado y malcriado, mientras que su pequeño Sora no era más que piel, huesos y una tímida sonrisa que solo salía a la luz cuando jugaban al balón juntos.

El hombre gruñó, si no hubieran sido sacados a patadas de su hogar Sora habría tenido que comer esa noche, no habría tenido frío... y no habría enfermado.

Kenji decidió muy prontamente que él sería su primer objetivo. Mientras la pequeña y sucia carita de su hijo se reflejaba en su mente, con aquellos ojos grises apagados. Solo habían mejorado después de la ayuda de su jefe, aunque la situación no era mucho mejor.

Apretó los puños, mientras más rápido hiciera el trabajo, más pronto podría darle una vida digna a su familia.

(...)


—¡Inojin! —, gritaba Ino por las calles de Konoha, ¿En qué momento pudo haberse escabullido? ¡Estaba dormido!, sus labios temblaban mientras sus ojos miraban en todas las direcciones, preocupada; ese niño era su responsabilidad, su misión y, por el amor de Kami, ¡Tenía tres años!

Sai apretaba su mano con firmeza, él no mostraba tanto como su compañera, pero sabía que lo pasarían muy mal si algo le ocurría a la criatura, se suponía que él era un ninja de la ex raíz del ANBU... y no había visto ni sentido a un niño salir de la casa.

Se detuvo por un momento con la rubia y cerró los ojos, suspirando, Ino se había soltado y había comenzado a preguntar a la gente, pero Sai prefería pensar. A ver, ese niño era inteligente, rápido para su edad... y muy bohemio, al igual que él. Abrió los ojos con una idea en la cabeza, ¿A donde iría un niñito, hijo de grandes ninja del futuro, con aspiraciones artísticas? Solo podía haber un lugar.

No esperó para avisar a Ino, simplemente siguió sus instintos, sus pies se movieron rápidamente, como si estuviera en una misión, dirigiéndose al corazón de la aldea. La rubia se había percatado de su partida y lo siguió trotando, pero Sai ya estaba en donde habría querido ir si hubiera crecido en Konoha.

Se detuvo y, con la respiración agitada, observó el inmenso parque frente a él, los bancos estaban pintados de distintos colores, los murales se alzaban majestuosos con mezclas de diseños, salpicado de pinturas aquí y allá y más de una estatua.

Y un pequeño y rubio niñito recogiendo flores cerca de un gran roble.

— ¡Inojin! —Sai se sobresaltó al oír el grito de Ino.

El niño de tres años levantó la mirada y sus ojos azules se encontraron con los negros, Sai pudo ver mucho más allá que el pigmento azulado... se veía a sí mismo, Inojin tenía algo de él, un no sé qué, que lo volvía idéntico. La rubia se acercó a la criatura rápidamente y lo tomó entre sus brazos, levantándolo del suelo.

Futuros... ¿Padres?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora