Amazonas

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Nicolás estaba cubierto de barro, no recordaba haber estado tan cansado en toda su vida. No estaba seguro si era de día o de noche, había mucha niebla por todos lados a los que mirara. Lo único que se podía ver, era selva, insectos, suciedad de animal y un fruto raro color limón con rayas naranjas. Él se preguntaba si debía de ser venenoso, no lo sabía, lo que sí sabía es que tenía mucha hambre, la suficiente como para comerse un jabalí. De hecho estaba detrás de uno, pero éste parecía burlarse de él y justo cuando Nicolás se acercaba lo suficiente y le saltaba encima, el animal huía y luego le gruñía arrojandole lodo con las patas traseras.

El chico se recobró y se sacudió el barro, miró alrededor, pero el jabalí se había escapado, de nuevo. Si no conseguía cazar nada moriría de hambre en su primera noche.

Un verdadero guerrero ya habría tenido un festín. Pensó el chico frustrado.


***

Toda la gente salió del Partenón como hormigas. El Consejo se puso a salvo temiendo lo peor. Frank Drake estaba allí, parecía igual de confuso que los demás, él no había sido el homicida ni tampoco ninguno de sus gemelos amigos, dedujo Nicolás.

La pelirroja, Claudia, lo tomó de la mano y le dijo a Nico que la siguiera. Él lo hizo sin dudarlo. La Arena, era justamente eso, arena, en donde combatían animales hasta morir, no animales de verdad, sino hombres, que mataron tantos en tantas guerras que eran animales. Lo cual le pareció muy curioso a Nico.

-Vamos, no te quedes atrás!- Le apremió Claudia. Nicolás afirmó el paso.

Él pudo ver que el resto de los jóvenes que iban a la Misión también se perdieron entre la multitud. Ya habían conseguido salir del Partenón, pero ahora, con tanta gente, se les hacía difícil encontrar el lugar a donde querían ir.

Claudia vio a lo lejos una persona mezclarse en la arboleda, detrás del Partenón, el hombre tenía su francotirador.

-Si me ayudas con esto, y no lo estropeas todo, consideraré comportarme contigo.-Le propuso Claudia a Nicolás, el cual aceptó la oferta sin miramientos, aunque no estaba seguro si podría estropear algo considerando que ya había muerto alguien.

Claudia aceleró el paso y fue detrás el hombre, Nicolás la siguió sin entender.

El hombre los llevó hasta el centro de la arboleda, ya casi no se escuchaba la alarmada multitud. Se detuvo en seco y encaró a sus perseguidores.

-Lo mejor sería que siguieran sus caminos, no tengo nada en contra de ustedes.-Dijo el Hombre. Tenía puesta una máscara de animal, un lobo.

-Devuelve lo que robaste.- Pidió Claudia al enmascarado.

-Ah, te refieres a este juguetito.- El hombre mostró el francotirador de Claudia, Nicolás lo pudo reconocer porque tenía tres líneas paralelas de gris y celeste. Era el de la pelirroja.

-No seas idiota conmigo, sé quién eres, baldor.-Escrutó la chica enojada.

-Interesante, pero si mi tan amada prima ya lo sabía, pero ¿desde cuando?-El hombre se quitó la máscara y la colgó en un arnés a su espalda.

-Siempre he sabido que Frank y los gemelos no eran los únicos que guardaban rencores, sabía que actuarías, todo este tiempo haz estado en las sombras, al asecho, esperando el momento perfecto. Y vaya que estuvo pensado. ¿Cuanto te tomó planearlo? ¿Unas semanas, un mes tal vez? Esperar a que el Consejo nos reuniera a todos en el Partenón, cuando la ciudad entera estaba aquí, sólo hacía falta un buen lugar desde el cual disparar, sin ser visto. Un disparo certero y el resto sólo sería mezclarte entre la gente.

-Siempre  tan inteligente, mi dulce prima, supiste que actuaría, y sin embargo no me detuviste.- Añadió Baldor.

-Oh, no te atrevas a jugar conmigo, no después de todo lo que haz hecho. Engañar a Frank para que hiciera todo lo que querías, darle buenas armas para hacerle creer que tenía el control, pero... no le enseñaste a usar sus poderes, su verdadera fuerza, tuviste miedo de despertar a su guerrero interior, porque al fin y al cabo tú no fuiste dotado con el Don.

Nicolás no estaba seguro de entender todo de lo que estaban hablando, pero entonces, miró más detalladamente y notó que los ojos de Baldor, eran comunes, unos ojos oscuros sin ninguna cualidad. No había nada que pudiese brillar en ellos. No eran como los de Frank, tampoco como los de Claudia y tampoco como... hasta ese momento Nico no se había percatado del significado de sus ojos brillantes como ascuas amarillas. Entonces lo entendió él sí tenía el Don, no sabía cómo, pero lo tenía.

Baldor suspiró.

-Te mataré si debo hacerlo. - Amenazó Claudia.

-Ya se los dije!! Es mejor que se vayan por donde vinieron.-Gritó Baldor ahora más serio.

-Entrega el arma.- Le advirtió Nicolás confiado.- Somos dos contra uno.

Claudia lo fulminó con la mirada. Nicolás decidió estar callado.

-Tú cállate!! Nicolás, el hijo de un martir. Tu padre murió defendiendo una causa y sólo consiguió unirse a las muchas personas que murieron.

Nicolás no entendía. Pero le enojó que hablaran así de su padre.

-Mi padre murió con honor. Gracias a él la guerra se acabó.- Dijo Nicolás enojado.

-Entonces eso es lo que te han dicho. Sólo eres un títere, manso como un perro ante lo que te digan los demás, llorando por las personas que haz perdido.

Los ojos de Claudia se iluminaron. Nicolás pudo notar que todo el lugar empezaba a estar más nublado, como si una neblina empezara a formarse por todos lados. Entonces Nico notó cómo de uno de los árboles apareció Ry, el lobo de Claudia.

Baldor cargó el arma y apuntó a Nicolás. Claudia silbó y Ry se le fue encima al hombre por la espalda. Sorprendido soltó el arma e intentó safarse. Pero el lobo escarpado lo asió al suelo colocando su peso sobre él.

La Verdad de un GuerreroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora