La Verdad de un Guerrero

Mamá.

Nicolás se encontraba perdido.

Llevaba horas caminando, pero había perdido totalmente la orientación. Pero a pesar de eso estaba en calma, había conseguido comer algo. Pudo matar una liebre, el animal sin suerte, apareció de la nada y empezó a comer de las hojas verduscas de los árboles.

Sin embargo, la comida no era lo que preocupaba a Nico, desde que habían sido enviados en la Misión, él no había visto a nadie, sólo extraños animales y plantas de diferentes colores y tonalidades. No sabía cómo se sentía, parte de sí le decía que estaba seguro. Recordó el brillo en los ojos de Drake, cuando lo encontró golpeando a Dan. Aún se lamentaba por la muerte de aquel hombre, a pesar de que no era en realidad su padre, siempre los había cuidado a él y a su...

Las palabras de Julia hicieron mella en su memoria. Él seguía confundido y muy enojado. Ella... lo había abandonado, dejándolo a su suerte. En ese momento hubiera deseado el peor de los regaños de su madre, si pudiera con eso volver al pasado y estar de nuevo con ella en su casa. Pero las cosas habían cambiado dando un enorme giro, que para Nicolás resultó una agonía.

Siguió caminando apartando ramas y hojas con su daga, ya estaba por anochecer, decidió buscar un lugar en el que dormir.

Con bastante esfuerzo y más de una queja, armó un escondrijo con cañas y palmas. Buscó para hacer una fogata, no veía ramas o palos lo suficientemente secos como para crear un fuego. Decidió utilizar varias plantas extrañas de tonos azul y rosa que tanto abundaban por todos lados, cavó un agujero en la tierra con la profundidad de su palma y el ancho de su daga. Podó las hojas, fastidiado, dejando sólo el tallo y las raíces. Enterró el tallo dejando fuera las raíces, estaba llenas de un líquido viscoso amarillento.

-Vamos funciona- Suplicó Nico, intentando crear chispas con dos piedras calizas que había encontrado. Chocó las piedras una, dos, tres veces, pero estas no emitían la más mínima chispa.

Ya había anochecido.

Nicolás dejó de intentar cuando vio todas las plantas a su alrededor, emitían fulgores fluorescentes de diferentes colores muy peculiares y llamativos. Soltó las piedras y buscó conciliar el sueño.

Luciérnagas empezaron a salir entrada la noche, revoloteando por todos lados. Algunas fueron a posarse en la mano de Nico. Todo aquello lo llenaba de un sentimiento familiar, pero no sabía por qué. Pensó que era porque había vivido toda su vida en la naturaleza.

Cerró sus ojos y durmió.

-Oh! Mi pequeño Nico, ven. Soy yo... tu mamá, vamos ven a jugar.-Resonó la voz de Julia en la penumbra.

Las pisadas de un curioso niño se escuchaban en el bosque, correteaba y jugaba a ser un cazador, Julia se escondía tras los árboles y  el niño la buscaba corriendo tras ella y riendo. De la nada apareció un gran oso de un pelaje marrón.

Nico se asustó y se escondió tras las piernas de Julia.

-Vamos Dan, no lo asustes, no quiero que sufra pesadillas.- Entonces debajo de una enorme piel de oso apareció Dan, estallando en carcajadas.

Julia sonrió. Ella lo amaba demasiado a él, era su vida. Luego de la muerte del padre de Nico, ella había quedado devastada, pero él había devuelto la luz a su vida. El niño salió y dejó de esconderse, fue corriendo hasta Dan, pero por el aire atravesó un graznido y un cuervo llegó volando y se posó sobre la cabeza del niño. Nico pidió ayuda a su mamá para que se lo quitara. Hizo como pudo y se lo quitó de encima y el cuervo se fue.

Una estela de hojas marchitas empezaron a caer, y al reposar sobre el suelo absorbió el color de todo, los árboles, la tierra, su ropa, la piel de oso, incluso sus padres quedaron de un horrible, blanco y negro.

Nicolás empezó a sentir miedo.

-Dan... ¿qué sucede? No tienes color-Dijo Nico. Acercándose hasta él y cuando tocó su hombro, el cuerpo de Dan cambió de color a un negro tétrico y se volvió cenizas que se llevó el viento.

Nico empezó a llorar y se fue corriendo hacia Julia, pero no la encontró. En su lugar estaba una mujer, más alta y delgada, tanto que asustó al niño.

-¿Por qué lo mataste? ¿¡POR QUÉ!?- Le gritó aquel espectro.- No tuviste suficiente con arrancarme a tu padre, ¿no te bastó su muerte?

-Mamá... ¿de qué hablas?-Preguntó Nicolás angustiado

La voz del espectro enmudeció. Y una versión de Julia apareció, una más triste y sombría, con enormes ojeras y cabello grisáceo, con ojos inyectados en sangre por tanto llorar.

Nicolás caminó varios pasos hacia ella, temeroso de que no fuera en realidad ella. Pero entonces esta Julia lo miró directamente a los ojos.

-Mamá... quiero ir a casa... tengo miedo.- Suplicó él llorando

-No soy tu mamá... ya no lo soy... ella está muerta. Tú la mataste.- Dijo Julia señalándolo.

Todo se ennegreció y el niño llorando gritó por su madre... pero ya no estaba y nunca jamás volvería...

***

Cludia le ordenó a Rhy que dejara ir al asesino. Ya tenía su arma devuelta y era todo lo que le importaba.

El lobo obedeció.

-Mátame ahora que puedes, de lo contrario la próxima vez tú serás la que esté en el suelo con una bala en tu cabeza.-Dijo el enmascarado.

Rhy emitió un gruñido.

-Calma, muchacho. Deberías aprovechar que estoy de buen humor y largarte.- Le lanzó la pelirroja.

-Vale, vale, me largo. Algo más que quieras, fierecilla.

-Sí...-Claudia avanzó hasta él y le propinó dos fuertes golpes rompiéndole el tabique de la nariz que ahora sangraba.-Dile a tu Señor, del que te tanto te fías para hacer locuras, que todo buen enemigo no se oculta entre las sombras como un sucio espía.

-Mi Señor no se oculta, sólo espera el momento para saltar y degollar a su presa...- Dijo el hombre limpiando la sangre.

El hombre se volvió a colocar la mascara y se perdió en la espesura de los árboles con una maestría inaudita.

-Dónde consigo uno de esos- Dijo Nicolás señalando al lobo con sarcasmo.

La pelirroja se giró caminó hasta él y lo besó.