Voy a la ciudad.

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Nicolás se levantó de la cama y bajó a comer.

Su mamá estaba haciendo el almuerzo, él buscó en la despensa de la cocina, no había nada.

-¿Otras vez te acostaste tarde?- Sentenció Julia

-Eh... no mamá, claro que no. ¿Por qué lo dices?- Dijo Nicolás mintiendo. Por supuesto no les contaría que había salido en la noche y mucho menos que casi lo mata un lobo escarpado.

-¿Sabes qué hora es?

-Ehm... las 9, tal vez

-Es medio día Nico- Dijo su madre enojada y clavando el cuchillo con el que cortaba unas verduras en el madero de la cocina- Tu padre está en la ciudad. Dijo que no perdería el tiempo contigo cazando hoy. Nico, debes saber que estamos muy preocupados. Todo esto de la tradición y el consejo recordándonos que ya pronto tendrás que irte.

-¿Qué está haciendo Dan en la ciudad?- Preguntó Nicolás resentido por todo el problema.

-Nico, Dan es tu padre, no deberías llamarlo por su nombre, te criamos juntos.

-Mamá, sabes muy bien que no lo es. Agradezco que me hayan criado, pero no podría decir algo que no fuera verdad-Dijo Nicolás ahora molesto.

-Como lo de negar que no sólo te dormiste tarde, sino que también saliste durante la noche. Y el hecho de que lo hayas estado haciéndolo desde...- Julia no quiso terminar la  frase, no quería recordar el dolor de aquella persona que tanto amó había muerto.

-Él murió, mamá, debes olvidarlo ya. Yo lo superé. Tú hazlo también.- Con esas palabras Julia se vino en lágrimas hasta donde estaba Nicolás y lo abrazó muy fuerte.

-Por favor dime que de ahora en adelante te esforzarás por ser un gran y valiente guerrero. Que practicarás y entrenarás lo suficiente.

-Está bien... lo haré. Pero deja de llorar.- Respondió Nicolás con tristeza en sus palabras.

-SÍ, no puedo dejar que me veas así, cuando ya falta tan poco para que te vayas.-Ella se secó las lágrimas y le esgrimió una sonrisa.


Él ayudó a su mamá a terminar el almuerzo, quizás Nicolás no fuera el mejor guerrero de leyenda de la historia, pero sí era un excelente cocinero.

Juntos comieron pollo, arroz y puré de papa, con jugo de limón que Nicolás había preparado. Al terminar Julia se puso a lavar los platos, él se lavó la cara. Buscó su daga en su pantalón del ejercito y verificó que estuviera allí.

-¿Vas a algún lado?

-Sí, voy a buscar a Da... papá. No es seguro que esté tanto tiempo en la ciudad él solo. Sabes el desprecio que nos tienen allá en la ciudad-Dijo Nicolás. Aunque aquello era verdad, también tenía deseos de ir para buscar a la mujer pelirroja, ahora más que nunca deseaba saber quién era, a pesar de que casi muere en el intento.

-Está bien. Pero ten cuidado.


Nicolás se fue a la ciudad. La buena noticia es que al fin podría hacer algo más que cazar y estar rodeado de tierra, la mala, no tenía vehículo y vivía a un kilómetro de la ciudad. Con suerte se encontraría a la pelirroja, pero generalmente no tenía tanta suerte.

El padre de Nicolás había muerto  dos meses después de que él había nacido. Su madre nunca le contó lo que pasó en realidad, se lo contó cuando tenía 14 años, sólo le dijo que Dan no era su verdadero padre, pero que él lo cuidaría y protegería como si de verdad lo fuera. Por mucho tiempo Julia estuvo vagando las calles de la ciudad sin nadie que le brindara ayuda, todos la ignoraban pasandole por el lado, como si fuera un perro enfermo. Dan los había acogido a ella y a Nicolás cuando éste tenía sólo año y medio de haber nacido. Julia y Dan trabajaron para comprarle su casa a un anciano muy loco que vivía  en las cercanías de la ciudad por un bosque.

Ciertamente todo eso había cambiado la personalidad de Nicolás, pero aún le esperaban muchas luchas que afrontar, que no eran exactamente emocionales o sentimentales.


Cruzó el bosque hasta llegar a la carretera que llevaba a la ciudad. Nicolás tenía casi tres años que no iba a la ciudad, ya que su padrastro y su mamá Julia siempre habían podido darle las comodidades que él quisiera. Y hasta ahora no había tenido un motivo en especial. Por el camino recordó la belleza de aquella chica en la copa del árbol, el viento haciendo que su cabello danzara y el olor a galletas. Aún se preguntaba cómo es que la lechuza se había posado de lo más tranquila en su brazo, como si fuese su mascota de toda la vida, y sin hablar del lobo escarpado, aquella bestia era enorme y la había obedecido tal cual.

La bocina de un auto lo asustó haciendo que se llevara las manos hasta su daga, luego se relajó al notar que estaba en medio de la carretera. Le dio paso al auto que le lanzó un insulto. Nicolás lo ignoró y siguió la carretera hacia la ciudad.

En diez minutos ya estaba a las puertas de la ciudad. Esta no era una común, a pesar de ser moderna, tenía una muralla algo destrozada que habían construido durante la guerra. Apostados en la entrada, estaban dos hombres armados cada uno con rifles de asalto y chalecos anti-balas. Parecían militares. El de la derecha estaba totalmente cano con el cabello blanco y barba recortada. El de la izquierda era joven y no parecía muy contento con su  trabajo.

Nicolás se acercó inseguro. Al verlo ambos soldados le cerraron el paso.

-¿Eres de la ciudad muchacho?- Preguntó el más viejo, con mirada aguileña.

-Sí, es decir, nací aquí, pero tuvimos que irnos y vivo con mi padrastro Dan y mi mamá Julia al otro lado del bosque.

Al instante el soldado más joven se puso nervioso. Y le susurró algo al oído a su camarada.

-Bien. ¿Y tienes credencial? Debemos verificar que seas de aquí.

-Sí, aquí está.-Dijo Nicolás mostrandoles una tarjeta de plástico con una foto de él, su nombre, huella digital y fecha de nacimiento, y en una esquina de abajo tenía el símbolo de una pantera morada, era el símbolo de la ciudad.

-Muy bien muchacho, te dejaremos pasar. No causes problemas o tendremos que ir a por ti y golpearte un poco. ¿Entiendes?

-Sí... entiendo.-Respondió Nicolás temeroso y cruzó las puertas adentrándose en la ciudad.


Estuvo divagando por la ciudad, buscando a Dan y a la mujer pelirroja, pero sin éxito. Lo que le preocupaba, ya estaba anocheciendo.

Entró en una cafetería y pidió una malteada.

El hombre robusto y negro del mostrador lo miró extrañado y le dijo:

-Aquí no vendemos malteadas, sólo café, té y todas las bebidas negras que puedas imaginarte.

-Tienen Coca-Cola, supongo.-Dijo Nicolás ignorando la mirada de desprecio del hombre.

-Sí. ¿Tienes dinero?

-Ehm...-Nicolás rebuscó en su chaqueta y sacó su billetera.- Sí, dame una coca-cola.

El hombre negro se la sirvió en una taza de café que decía en grande: LÁRGATE. ATRAES PROBLEMAS.

La Verdad de un GuerreroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora