Pelirroja.

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La chica del cabello rojo parecía ignorar mi presencia.

Desde donde estaba Nicolás aquella chica parecía bastante atractiva, su melena al viento le robó un suspiro.

Decidió algo extraño. Dejarla en paz, ella al igual que él debía de estar buscando tranquilidad. Aunque la curiosidad lo estaba matando se inmutó sólo a verla desde lejos. El olor a galletas lo hizo removerse en la copa del árbol. De repente, Nicolás vio en a una lechuza surcando el cielo, ésta descendió en picado justo hacia la chica. Él quiso advertirle, pero al intentarlo resbaló de su apoyo y se precipitó al suelo, por suerte consiguió aferrarse con sus piernas a otra de las ramas, quedando colgado de cabeza como un murciélago. Subió de nuevo a la copa y vio la lechuza posada en el brazo de la chica, ella le dio a comer su galleta.

Él se quedó admirándola sorprendido. Finalmente el ave remontó las alturas de nuevo y la chica bajó del árbol. Nicolás hizo lo propio y se apresuró a bajar también. Debía de conocer a aquella mujer, tenía que agradecerle. Por lo menos hablarle, decirle algo como: Hola, que linda está la noche, un gusto conocerte domadora de aves.

Removió rápidamente aquel pensamiento. Ella venía en su dirección sin percatarse aún de su presencia. Se escondió tras un árbol, inseguro, justo cuando ella estaba cerca salió poniéndose a la vista. Ella  lo miró directamente a los ojos. No estaba asustada, tampoco se veía sorprendida. Nicolás quedó atontado ante la hermosura de ella, tenía un cuerpo esbelta y fuerte. Tenía puesto unos jeans azules, unas botas ligeras negras muy hipsters, una sudadera blanca, a su espalda llevaba un sniper, lo que no iba en juego con su atuendo. Pero eso no sorprendió a Nicolás, sino sus ojos, eran color celeste intenso, como una fuente de maná en ellos, brillaba en la oscuridad al igual que los de él.

-Hola... yo soy...- Dijo Nicolás nervioso. Ella siguió caminando como si no lo hubiese escuchado, pasando por su lado sin darle el menor crédito a su presencia.

Él confundido, fue detrás de ella, al acercarse escuchó un gruñido. Se detuvo en el acto, temeroso y alistando su arco, se giró para encarar a un lobo escarpado de al menos dos metros de alto en sus cuatro patas. El lobo escarpado era inmenso, le gruñó ferozmente como si Nicolás hubiese robado sus crías.

Nicolás pasmado del terror, lentamente llevó su mano a su carcaj para sacar una flecha, pero como si el lobo entendiera sus intenciones  se lanzó encima de él, tumbándolo, y colocando sus patas en su pecho dejándolo sin aire.

Él buscó su daga entre sus ropas y la sacó.

-Inténtalo y serás hombre muerto- Dijo la pelirroja completamente calmada. Mientras el lobo le gruía.

-Quítalo, haz que se vaya... Yo sólo quería... agradecerte.-Dijo Nicolás suplicante con los ojos cerrados.

-¿Agradecerme? Deja eso y sólo apártate de mí.

-Sí claro, no hay problema, sólo haz que se quite.

-Ry. Ya déjalo.-Dijo ella. El lobo se le quitó de encima y se fue a sentarse al lado de la pelirroja, aún sentado la sobrepasa.

Nicolás tosió y se levantó.

-¿Quién eres?- Le preguntó Nicolás.

-No te importa.- Ella se subió al lomo del lobo se giró, el lobo empezó a alejarse rápidamente y se perdieron en la oscuridad de la noche.

Nicolás decidió ir a su casa antes que amaneciera.



Se levantó al medio día con el sol dándole en el rostro, desde la ventana de su habitación. Se había quedado dormido con la misma ropa y ahora su cama estaba toda llena de tierra. Aunque después de un encuentro con un lobo escarpado, no era para menos. Su padre le había contado historias de niño cuando de cacería se encontró con uno. Dan describió su lucha como la más épica cacería que hubiera tenido jamás. El lobo sólo había conseguido darle un gran zarpazo en el torso. Julia decía que casi se muere al ver a su esposo llegar a casa con la ropa ensangrentada, una sonrisa de estúpido y unas garras  de al menos 10 centímetros. Ella le había dicho: Después de semejante locura sólo le quitaste las garritas y lo dejaste allí, sin más.

Su mamá los sorprendía a veces a ambos por su intrepidez y rudeza, pero sabía que ella lo amaba. 

La Verdad de un GuerreroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora