Se dejó caer sobre aquel colchón férreo y deteriorado. Podría jurar que pesaba el doble debido al cansancio que su cuerpo conllevaba. Quiso cerrar los ojos buscando algún tipo de atonía por más ínfima que la misma fuera, pero era inútil; no podía dejar de pensar en lo que estaba sucediendo y con ello, no podía evitar el explotar su cerebro tratando de buscar alguna explicación que apaciguara sus flamantes inquietudes.
¿Cuánto tiempo más?
Entrecerró la mirada, dejando que aquella fatiga que lo apaleaba se encargara del resto. No iba a dormir, su inconsciente no se lo permitiría. Pero al menos intentaría sosegar un poco su actual estado.
Por última vez... Quiero que me perdonen por creer en mí mismo.
Desacreditando su propia predicción, el de ojos tornasolados cayó en un profundo sueño.
« Ante su vista, se encontraba nuevamente aquel campo lleno de flores junto con ese árbol de dimensiones formidables. Sobre una rama, el pájaro de plumas blancas que solía ser recurrente en muchos de sus sueños, batía sus alas con suma dicha y denuedo. El castaño lo observaba. ¿Era algo normal el sentir envidia por un animal?
Lo siguió con la mirada, admirando su vuelo, cuándo la criatura decidió surcar la inmensidad azulada. De manera inconsciente, Eren llevó la diestra hacia el cielo, añorando ser uno con aquella ave.
Sé valiente aún cuando la razón falle. »
El tosco sonido de la puerta abriéndose de par en par, lo trajo nuevamente a la realidad. Se levantó de inmediato y uno de sus compañeros le comunicó que el Sargento Levi solicitaba a todos los soldados reunirse en cinco minutos, a más tardar, con la finalidad de discutir el siguiente paso en su próxima expedición extra muros.
Eren asintió ante los dichos ajenos, acotando que en unos momentos estaría allí. Su compañero se retiró dejando la puerta entrecerrada.
El joven soldado acomodó su uniforme, bien sabía que al Sargento le molestaba el descuido de sus camaradas, y se dispuso a caminar hacia la puerta; se paró en seco cuándo vio una pequeña pluma yacida en el piso. Estaba seguro de no estar soñando, por lo que se agachó y la tomó entre sus manos. Era suave. Suave y de color blanco.
Volvió a incorporarse con su hallazgo aún entre manos.
Sé valiente y defiende tus sueños aún cuando nadie esté de tu lado.
Sonrió y guardó la pequeña pluma en uno de sus bolsillos. Ya no estaba cansado, no.
La determinación volvía a correr por su sangre, la fuerza de voluntad bombeaba su corazón, el anhelo de libertad regía sus pasos.Sé valiente y niégate a desistir aunque el miedo al fracaso te intimide.
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El pájaro blanco.
ŞiirEren siempre había admirado a aquellos quiénes arriesgaban y daban su vida a cambio de la humanidad y el progreso de la misma. Para el de ojos verdemar, esos hombres quiénes muchos habían juzgados, eran héroes: ejemplos a seguir y temerarios guerrer...