Capítulo V: "Caminos comenzados. Viajes marcados."

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Estábamos en la casa central del poblado, yo estaba siendo juzgado en ese momento por algo que prácticamente no había hecho, aquellos piratas habían consumido con su fuego los ganados que los pobladores poseían y me culpaban a mí de haberles traído tal mala suerte y tales malhechores. Acaso, ¿ellos sabían lo que me pasó en el puerto de Kinrie?

El salón o sala principal, dónde estábamos poseía una sala bastante ancha, unas paredes llenas de decoraciones tanto infantiles como adultas; juguetes de madera, pieles de animales, ruedas de carros y dibujos hechos en cuero. Los juguetes de madera estaban juntos en una gran estantería que estaba al lado de una mesa de roble viejo de color pardo, las pieles, de diferentes formas y tamaños, se extendían a los lados de cada pared. Las ruedas estaban puestas en el frente, sobre la chimenea que entregaba su agradable flama en un intento de contrarrestar la lluvia otoñal que se presentaba tras las ventanas de la casa. Roaj estaba ajeno a lo que pasaba, parecía haber entrado solamente por el frío repentino que empezó junto con la lluvia.

-Te vas a marchar de aquí, inmediatamente- mandó furioso el alcalde, pelirrojo cual calabaza- Tú has sido el causante de toda esa destrucción, tu padre ya no tiene nada que ver en esto- sentenció finalmente tras poner gran énfasis en 'tú' y 'destrucción'.

El alcalde tenía el pelo largo, recogido en una extensa trenza que llegaba a sus posaderas, después, en la cara poseía una imponente barba que estaba perdiendo aquel color rojizo que tan peculiar lo hacía, tornando a un blanco puro como los granos de azúcar. Sus ojos caoba me comenzaron a observar con rabia y sus mejillas, ya cansadas, tornaban rojas cada vez abría su boca y algunas veces cuando me movía. Igual que él, todos los del poblado me observaban, juzgando mudos a alguien que no tenía culpa de lo que estaba sucediendo.

Entonces Roaj pareció querer tomar la palabra y con tranquilidad y un gesto sereno consiguió atraer la atención de la horda que aunque silenciosa asesinaba con la mirada. Yo confiaba en Roaj, él había conseguido apagar el fuego antes de que se llevara consigo alguna casa, es cierto que llegó a causar daños pero solo exteriores por lo que pude apreciar. La intervención de Roaj fue crucial, tanto como para la defensa como para el apagado del fuego. El salvó a mi padre antes de que nadie lo matase y para colmo me quería como aprendiz, él era una gran persona.

-¿Y qué puede hacer?- consultó Roaj mientras se acercaba a nosotros con pasividad.

«¿Qué yo había hecho para merecer aquello?» grité mentalmente, aquello no tenía salida. «¿Qué había hecho yo para tener que separarme de mi padre?»

-Él lo que puede hacer es marcharse- formuló agriamente- Busca líos como tú no es algo que se acepte en este pueblo. Recoge tus cosas y márchate antes de la medianoche, no querrás ser asesinado por las fieras.

-¿Quien cuidará de mi padre cuando yo no esté?- demandé a voces, tan fuerte fue mi voz que pude sentir como las ondas sonoras hacían temblar todo mi cuerpo.

-De tu padre nos encargaremos nosotros, tu sentencia ya ha sido asignada y nadie en el pueblo te quiere ver. ¡Márchate y no vuelvas jamás!- largó el alcaide con un deje de furia en su tono mientras se acercaba peligrosamente a mi persona.

-¡Dejadme ver a mi padre!- exigí, otra vez a voces, retrocedí ciertos pasos pero mi voz no sonó tan amedrentada como yo lo estaba en ese momento.

El pelirrojo iba a golpearme y de no ser por la intervención de Roaj en el momento aquello hubiera acabado mucho peor. Roaj sujetaba su brazo alzado, el derecho, con el que estuvo a punto de lanzarme un potente derechazo. Los poblerinos alrededor nuestra reaccionaron a este movimiento un tanto extrañados, yo sólo me preguntaba cómo un anciano como aquel podía llegar a hacer ese tipo de cosas. La mirada furiosa del alcaide echaba fuego y Roaj no quitaba su brazo, la situación se tensó, tanto que si fuera cuerda se podría tocar con ella una de las mejores músicas del mundo. No fue hasta que el alcalde decidió retirar su mano cuando el ambiente se calmó. El pelirrojo suspiró mientras se acomodaba sus humildes ropas.

Crónicas del Ladron de Almas: Univérsita #GoldenAwards2017 #LightsAw2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora