Capítulo XI: "Familia"

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Amanecí sudoroso aquella mañana de Abedul. Me deshice con vaguedad de las balas de paja que conformaban mi cama. Era cómodo, el sentimiento sobre el montón de paja era tal como si estuviera flotando sobre una nube. Lleno de calma, tranquilidad y sueño. Pero sentía aquel sentimiento que me imperaba levantarme y abandonar; la intriga por comprender algo nuevo.

Al separarme de tan tranquila estancia decidí marcharme hacia afuera, al frente de la casa, a sentarme en la arena y observar el amanecer.

Caminé sigilosamente a través del laberinto que eran los pasillos de la casa. Tras dar con el salón de la vivienda pude apreciar los vidrieros con garnacha y trajes antiguos.

Cof, cof, cof.

El polvo era tal en el interior del vidrio que se me dificultaba apreciar los pliegues que los trajes poseían.

La puerta fue ruidosa pero la fortuna iba de mi parte en aquel momento. El fuerte siseo del viento mañanero eclipsó al completo el ruido que la puerta podría hacer. En cualquier caso, decidí dejar la puerta semiabierta por si al viento se le ocurría traicionarme. El frío enlenteció mis pasos pero con dedicación llegué a mi destino.

Sobre la tierra dura, observando la noche estrellada recordé la lección de ayer:

Buscad aquello que motiva vuestra concentración, tranquilizad vuestra almas, en el momento correcto vuestra magia fluirá y comenzareis a ver.

En pos de esto nos aconsejó meditar a menudo para agilizar nuestra mente.

Me senté sobre la arena y desmantelé mi mente de todo pensamiento, al principio me concentré en mantener mi mente en blanco pero con el tiempo me dediqué a disfrutar el momento.

La mañana trajo consigo una brisa gélida. Tanta fue la tranquilidad que casi me dormía en el suelo.

Fue un punto negro en la vidriera celestial lo que me sacó de aquel trance hibernal. A medida que se hacía más grande menos me podía concentrar en la maravillosa bóveda celeste pintada de rosa por el nacimiento cercano del sol. No me permitía observar el contraste tan potente de colores que había entre el amarillo de las eripancráceas y el rosado del firmamento. Mucho menos, me permitía admirar la clase de especie que era ese animal desconocido.

Me levanté de inmediato en cuanto el animal estuvo a diez palmos de distancia de mí. Se trataba de un ratón alado, algo nunca visto en mi vida. Se acercaba a mí arrastrándose. Usaba sus membranosas alas para llevarse lentamente hasta donde me encontraba. A cada movimiento que la criatura daba, yo retrocedía.

Poseía una cabeza pequeña y extrañamente orejuda. De facciones exageradamente similares a las de los roedores comunes y con un torso peludo y bastante pequeño en comparación con sus alas.

Su semejante con el ratón no ayudaba en nada pues yo acostumbraba evitar aquel tipo de bestias inmundas. Cuando se encontraba a cuatro palmos, tal como un depredador haría cuando caza a su presa, se abalanzó sobre mí con un salto sobrenatural.

Con pánico, pues se había apegado a mi camisa, comencé a chillar y saltar de temor a que el animal me comenzara a comer. Por desgracia, los cambios bruscos de dirección no consiguieron efectuar en el ser, quien se mantuvo en su sitio durante cierto tiempo.

—¿Qué pasa?¿Qué pasa?— interrogó repetidamente la voz de Reo mientras que un ser de pelo enmarañado y estatura poco más alta que la mía se acercaba.

Crónicas del Ladron de Almas: Univérsita #GoldenAwards2017 #LightsAw2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora