Convencer a Wesley de que no era necesario que me acompañara al consultorio médico fue toda una proeza.
Tuve que hacer que mi madre le hablara y le dijera que estaba enterada de la situación, y que ella misma iba a acompañarme. Aun así, Wesley estaba aferrado a la idea de llevarnos, pero desistió cuando le dije que quería pasar tiempo con mi mamá. Prometí llamarle en cuanto saliera de la consulta, cosa que no iba a ser muy sencilla.
Al llegar al consultorio, repasé mentalmente mi ciclo menstrual. Era imposible que hubiera algo más. Wesley y yo nos habíamos cuidado todas y cada una de las veces, y acababa de venirme la regla hacía apenas unos días.
La enfermera nos hizo registrarnos y esperamos hasta que nos tocó nuestro turno. Al entrar, el médico nos recibió con una sonrisa amable y sincera.
—Buenas tardes, ¿quién viene a consulta? —dijo mirándonos de hito en hito.
—Yo —susurré con un hilo de voz. Estaba aterrada. Aterrada y nerviosa.
—Bien. Tomen asiento, por favor —mi mamá y yo nos sentamos en las sillas frente al escritorio—. Cuéntame, ¿qué síntomas presentas?
Apreté los puños con fuerza y comencé a relatar, una a una, las ocasiones que había tenido algún borrón en mi visión. Comenzando desde la noche en la cabaña. Después, mi mamá le contó acerca de mi nacimiento y de la genética de mi familia, así como de la posibilidad de la que le habían hablado acerca de un cuadro de ceguera degenerativa.
El médico nos escuchó atentamente y comenzó a hacer anotaciones en una libreta. Después, me pidió que me sentara sobre la camilla de la consulta y revisó mis ojos con una luz cegadora. Hizo pruebas con cambios de luces, intensidades y colores.
—De acuerdo, Rachel. Voy a pedir que te hagan unos estudios en éste momento. Tomará un par de horas, pero tendremos un resultado más certero, ¿de acuerdo? —dijo y sonrió.
Yo asentí.
La enfermera me guió hasta un cuarto vacío, donde me despojé de mi ropa y me vestí con una incómoda bata de hospital que dejaba toda mi espalda descubierta. Caminé descalza por la loza fría de los pasillos y me hicieron entrar a una habitación completamente oscura. La enfermera me guió hasta una pequeña silla y me indicó que debía colocar mi barbilla en un artefacto frente a mí.
Era una máquina y tenía un lente parecido al de un scanner. Me acomodé y esperé. Las imágenes delante de mí cambiaban constantemente y se enfocaban y desenfocaban con frecuencia. No era por mi visión, ellos lo estaban haciendo.
Después, me guiaron hasta otra sala mucho más grande, donde se encontraba una enorme máquina cilíndrica donde, fácilmente, podría caber mi cuerpo. Había una camilla que era guiada por un riel que entraba al cilindro.
—Te haremos un par de tomografías para verificar que tu lóbulo occipital esté trabajando de manera correcta —me indicó la enfermera—. Esto podría tomar alrededor de una hora, así que necesitaremos que seas paciente, ¿de acuerdo?
No podía hablar. Estaba abrumada, nerviosa, ansiosa y asustada. Asentí y me recosté en la camilla. Ésta se recorrió hasta que quedé introducida en el enorme cilindro.
Una voz estalló en los pequeños altavoces, haciéndome saltar en mi lugar—: De acuerdo, Rachel, soy el doctor Osbourne, vamos a comenzar con el procedimiento. Voy a pedirte que trates de no moverte. ¿Traes algún reproductor de música?, la máquina tiene a ser muy ruidosa, si cuentas con algo así, sería más cómodo para ti.
—Estoy bien —dije con la voz enronquecida.
—De acuerdo. Trata de no moverte demasiado.
Tragué saliva y cerré mis ojos. La máquina se encendió con un zumbido estruendoso e inhalé profundamente. Por un instante, deseé que Wesley se encontrara aquí. Por un momento, deseé que Wesley estuviera ahí afuera, esperándome junto a mi mamá.
Entonces, lo imaginé. Imaginé su figura sentada junto a mi madre. Imaginé su sonrisa, imaginé sus ojos puestos en mí, imaginé sus labios contra los míos y su voz, susurrándome que todo estaría bien.
—De acuerdo, Rachel. Hemos terminado —abrí mis ojos y suspiré al sentir cómo la camilla se deslizaba fuera de la máquina. ¿Había pasado ya una hora?
Caminé de regreso a la habitación donde había dejado mi ropa y volví a vestirme. Cuando revisé mi teléfono, me di cuenta de que tenía seis llamadas perdidas del número de Wes. Mi corazón se estrujó dentro de mi pecho. Había un mensaje de texto también.
"¿Está todo en orden, amor?, te amo."
Leí ese mensaje. Leí ese mensaje una y otra vez. Deseaba tanto que todo estuviese bien, que me permití creerlo. Caminé de regreso al consultorio y el médico nos dijo que era todo por hoy. Que al día siguiente podríamos ir a recoger los análisis. Nos dio una cita temprano por la mañana. Yo no quería esperar tanto. Quería saber qué estaba pasando conmigo. Tenía que saberlo.
Hablé con Wesley por teléfono. Le conté acerca de los estudios, mas no le conté acerca de la posibilidad de padecer ceguera degenerativa. Wesley sonaba angustiado, pero yo intenté mantenerlo tranquilo.
Ese día en la noche, apareció en casa sólo para darme un beso de buenas noches. Lo amaba tanto. Era la clase de hombres que tenían detalles contigo sin ningún motivo en especial. Yo amaba que fuera de esa forma. Verlo me tranquilizó mucho. Saber que él estaba conmigo era un bálsamo para mi corazón.
Wesley Tucker era absolutamente lo único que necesitaba para estar bien.
~*~
A la mañana siguiente, partimos directo al consultorio.
No pude dormir por los nervios, pero intenté mostrarme positiva frente a mi madre. Al llegar, la enfermera que nos atendió el día anterior, nos guió justo al consultorio del doctor. Él estrechó nuestras manos y nos hizo sentarnos.
—Aquí están los resultados de los análisis —los extendió hacia nosotros. Los tomé entre mis dedos y observé las hojas impresas sin entender mucho.
—¿Qué dicen? —preguntó mi mamá con ansiedad.
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Though you can see me 2 [Wesley Tucker]
Fanfiction¡Segunda temporada! -¿Y-Ya no quieres estar conmigo? -tartamudeó él, con la voz enronquecida. Apreté los puños con fuerza. -N-No, Wes. -dije, porque era cierto. •••••••••••••••••••••••••••••• Historia completamente original por Sam Leon