♦️Capítulo 3♦️

1K 67 1
                                    


—Dime, Harleen. ¿Qué te incitó, a ti, una ex psicóloga de Arkham, a la vida criminal? —comenzó su cuestionamiento en una voz relajada.
—¡Uf, Batsy! Seguro no me has investigado del todo bien. —comenzó su relato bromeando.
—Bueno...Mi nombre real, cómo tú lo has dicho, es Harleen Francis Quinzel. Cuando era pequeña vivía con mis padres, un hermano y una hermana menor. Cuando estuve en la secundaria, me enamoré por primera vez, de un chico llamado Bernie. Él y yo teníamos mucho en común. Ambos odiábamos a la misma niña, una que siempre buscaba la oportunidad perfecta para hacerme quedar en ridículo ante todos. Y fue cuando Bernie hizo la cosa más romántica que pudo haber hecho por mí: él mismo la acecino en un "accidente" automovilístico. Lo cual, lo llevó a detención juvenil. Años después me informaron que había muerto debido a un enfrentamiento entre reos. Eso explicaba porque dejé de recibir cartas. Los años pasaron y conseguí una beca gracias a la gimnasia, en la Universidad más prestigiosa de Gótica. A mí siempre me llamaron la atención las personalidades extravagantes y extrañas, las personalidades...locas. Así que decidí estudiar psicología. Mi objetivo, en un inicio era escribir un libro sobre esas personas y él cómo las curé, estarás pensando: "Cómo la típica psicóloga que sólo se quería volver famosa con un solo libro y ganarse la vida de ello". Pues en realidad así fue, ese era mi pensamiento en ese entonces. Pero un hospital de maniacos no era lo suficiente para mí. Así que decidí tomar otro rumbo, un nuevo ¡reto! y así fue cómo llegué por primera vez a el Asilo Arkham. Cómo la Dra. Harleen Quinzel. Comencé con un bajo perfil cómo doctora, pero había un criminal preso en especial que había llamado mi atención desde el primer día...

Años atrás...

—¿Dra. Harleen? —habló dudosa la superior de la nueva psicóloga del Asilo.
—Llámame Harley, todos lo hacen. —respondió la chica estrechando la mano de su superiora.

Mientras caminaban por los pasillos, la nueva doctora miraba con intriga a cada uno de los pacientes, qué en un futuro ella misma trataría de curar.

—Debes tener cuidado, Harley. Desayunan a las novatas cómo tú. No son los maniacos qué trataste antes, estos son aún peor y además, son criminales. —explicó a su "aprendiz".
—Lo sé... —habló sonriéndole con entusiasmo.

Aún caminando por los extensos pasillos, y conversando, a lo lejos escucharon una extraña risa.

—¿Tan temprano y molestando? —se cuestionó a sí misma.
—¿A quién le pertenece esa risa? —cuestionó Harleen, intrigada.

Aquella risa le causaba escalofríos a la Dra. Quinzel, pero no de miedo sino de algo más. Era cómo una bella melodía.

—¿No reconoces esa risa macabra? —dijo sorprendida una paciente de cabello pelirrojo.
—Sinceramente...no. —respondió la chica de ojos azules, acercándose a la celda de la pelirroja.
—Esa risa malévola le pertenece a él criminal más temido y buscado en toda Gótica y el mundo, —comenzó su relato la paciente.— le pertenece a él enemigo más controversial de el hombre murciélago. Esa risa, le pertenece a el hombre de cabellos verdes y piel descolorida, le pertenece a el mismísimo Joker. —relató inspirando miedo a todo aquel que la escuchara,— Querida, ¿ahora entiendes? —finalizó dejando impresionada, pero a la vez intrigada, a la nueva psicóloga de cabellos rubios.

[•••]

— ¡No puedo esperar a conocer a mi primer paciente! —se decía en su mente la Dra. Harleen, emocionada, al entrar a su nueva oficina, dónde encontró en su escritorio una peculiar rosa de color negro por fuera y rojo por dentro, qué tenía un mensaje en una pequeña tarjeta: "Ven a visitarme abajo, algún día. –J". Por alguna extraña razón tenía el presentimiento de qué algo así se encontraría.

Al día siguiente, la misma Dra. Quinzel, bajó directo a la celda de el Joker. Cada paso que daba le emocionaba más la idea de ver ese rostro que, le habían dicho, era macabro y psicótico. Una vez que se encontraba frente a la puerta de vidrio blindado se acercó, —Tú puedes, Harleen. —se dijo a sí misma en su mente.

—¿Puedes decirme cómo fue que llegó esto —comenzó su cuestionamiento mostrándole la tarjeta.— a mi oficina? —finalizó para después ver cómo aquella silueta recargada en el muro de la celda se acercaba a el vidrio con una inmensa sonrisa.
—Yo lo puse ahí. —dijo causando confusión en la chica de ojos azules, quien acomodo sus lentes para pensar sobre lo dicho.
—Creo que a los guardias les llamará la atención saber que estuviste haciendo fuera de tu celda. —dijo sin mirarlo a los ojos.
—Si en verdad fueras a decirles, ya lo hubieras hecho, dulzura. —habló coqueto.— Sabes, me agrada lo que escuché sobre ti, especialmente tu nombre: Harleen Quinzel. Dale un empujóncito, giro, sonrisa y quedaría...¡Harley Quinn! cómo... —fue interrumpido por la psicóloga frente a él.
—¿Cómo el personaje de arlequín? Sí, me lo han dicho mucho. —habló mirándolo finalmente a los ojos.— Pero que bello rostro. ¡No, Harleen! ¡Podría ser tu paciente! —pensó agitando la cabeza por lo que se dijo, para luego sonreír inconscientemente. En eso, el Joker se acercó aún más hacia el vidrio.

—Tiene una sonrisa muy hermosa, Dra. Quinzel. —comenzó a coquetear el hombre de cabellos verdes, sorprendiendo a la psicóloga; mientras esta se retiraba a paso lento.— Eso me inspira confianza. Me hace sentir, que hay alguien en el mundo a quien puedo confiarle... —la doctora detuvo su andar, intrigada.— ...mis más oscuros secretos. —finalizó el príncipe payaso ocasionando una sonrisa en el rostro de Harleen.

[•••]

"Love me Better" Jarley [REESCRIBIENDO Y EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora