Capítulo IX

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El cuarzo de las almas.

»Cuando dio inicio la guerra entre el cielo y el infierno, teniendo como campo de batalla el mundo humano. Existieron algunos caídos que se "encariñaron" con aquellas criaturas humanas al punto de desobedecer las ordenes de Lucífer.

Algunos recapacitaban y otros simplemente se negaban a hacerlo. Pero ¿Cómo capturarlos? ¿Cómo castigarlos de forma permanente? Debía existir algún método con el cual hacerles miserable la existencia.

Es por ello que necesitaban un lugar donde mantenerlos cautivos y del cual no pudíeran escapar.

El cuarzo de las almas.
Una dimensión fuera del infierno, cuya única puerta es un mineral.

Allí dentro del cristal solo hallarás los lamentos silentes de las almas malditas«

Terminé de escuchar el breve relato alusivo (por parte de Destiny) sobre aquel objeto que Fontaine nos mandaba a buscar.

«Oh no... ¡Joder! Todo por una putisima roca.»

Suspiré, masajeandome las sienes.

— Dimé que habrá algo valioso en esa cueva ¡Joder! no me digas que solo venimos por una puta roca. — Los dos presentes que se hallaban caminando a escasos pasos de nosotros se detuvieron a dedicarme una mirada de incredulidad.

— ¿Es enserio? niñita estúpida.

Miré con hastío a Krizallid. Destiny posó la mano sobre mi hombro haciendo presión y me dedicó una leve sonrisa.

— Oh ¡vamos Eve! Será divertido. Además no todo es dinero.

«¡¿Qué?! Destiny estaría bromeando ¿Cierto?»

— De donde venimos es vital Destiny. Asi que no me jodas con mierderas sentimentales.

Ella ladeó el rostro pensativa.

— ¿Sentimentalistas? Yo hablaba de ir cortando cabezas y cubrirnos de sangre ajena ¿No crees que sea emocionante?

«Si... Casi olvido con quien hablaba.»

La rubia continuó y al igual que ella comencé a caminar algo frustrada honestamente pensé que esta vez obtendría algo de valor monetario, necesitaba dinero joder.

— ¿Ese corazón codicioso debe traerte muchos problemas o me equivoco?

Alcé la vista para toparme con los oscuros ojos de Krizallid, estudiandome de arriba abajo con gesto burlón. Decidí ignorarle y pasar a un lado suyo más esté sujetó mi brazo y me detuvó.

— Apuesto que esa deliciosa codicia.Te ha traído hasta aqui. Que lamentable.

Tensé la mandíbula y con rudeza me solté de su repugnante agarre. ¿Cómo se atreve? ¡Idiota!

«Él tiene toda la razón.»

¡¿Qué?! Podía escuchar el eco de la risa por parte de mi maldita consciencia.

CicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora