Al día siguiente se presentó en la comandancia, ahí ya lo esperaba su amigo y el comandante muy ansiosos...
–¿Como te fue?- le pregunta Cristóbal, estando ya en la oficina de su jefe.
–Me han dicho que quieren que trabaje con ellos, creen que tengo contactos aquí, que les seré útil...
–Y así sera...- Tanto Cristóbal como Cristián miraban al comandante confundidos.
–¿Que quiere decir?
–Si queremos acabar con esa banda de delincuentes, tenemos que hacer que confíen. Deben pensar que tienen apoyo. Saberse protegidos, que nada les afectara. Y tú- el comandante Ramirez señala a Cristián,- puedes ayudarnos en eso.
–¡No!, si me descubren... Mi madre estaría en peligro.
El miedo invadió a Cristián, sabía bien que con esas personas no se juega, no puedes ir llevando y trayendo información... Era una petición muy peligrosa, no solo para él, su madre podría... Siquiera imaginarlo lo ponía con los pelos de punta.
–Piénsalo muchacho, si aceptas tendrás la protección que se requiera, no nos limitaremos, O...¿Piensas que esos tipos te dejaran en paz así como así?
Las palabras del comandante lo hicieron pensar, él tenia razón, si esos tipos sabían todo acerca de él, no lo dejarían en paz... No mientras tuviera esos "Amigos".
–Lo haré... Solo si me asegura que mi madre estará a salvo, que no le pasará nada.
En los pensamientos de Cristián siempre estaba el bienestar de su madre. No soportaría perderla a ella también.
–Hecho, te aseguro que ella no podrá estar mejor cuidada, nada le pasará.
Cristián asintió y salio del lugar, aún con la duda de si hacia lo correcto.
–Víctor, espero que no te equivoques, que todo salga como lo planeas y...
–Se que te preocupas por tu amigo Cristóbal, pero date cuenta que es una gran oportunidad para destruir esa organización de raíz, ¿Que podría salir mal?
–Tus palabras suenan tan sencillas, fácil de decirlas, pero la realidad es otra...- no dice nada más, sale de la oficina haciendo que el comandante piense las cosas.
Cristóbal sabia el carácter de su comandante y cuando una idea se le metía en la cabeza difícilmente la olvidaba, siempre se hacia su voluntad.
Mientras caminaba por el parque, donde solía jugar con Cristóbal, Cristián se preguntaba si hacia lo correcto, si en verdad ese era el camino que debía seguir. No supo en que momento sus planes quedaron a la deriva. Lo cierto era que no quería perder a otra persona importante para él, ya solo le quedaba su madre y no sabia que seria de él si algo le pasaba.
–A pasado tiempo ¿No?- la voz de Cristóbal lo hizo girar.
–Ya lo creo... Esos niños que juegan allá me recuerdan a nosotros- con una sonrisa señalaba a los pequeños.
–Veras que todo saldrá bien, y al acabar podrás continuar con eso que tanto anhelas.- Cristián asintió mirando a la nada.
Por la mañana esperaba tener un mejor panorama de las cosas, quería de alguna manera alcanzar su sueño que ahora veía tan lejano.
–Vamos te invito a comer- Cristián negó al tiempo que se disculpaba.
–Supongo que otro día.- Cristóbal asintió y ambos se despidieron.
Cristián iba camino a su casa, cuando una camioneta negra, de vidrios polarizados le corto el paso. De inmediato se altero sabia quienes eran. Pero no se movió permaneció allí tratando de aparentar tranquilidad, sabia que era lo que querían.
De la camioneta bajo el chofer, no lo conocía...
–Sube- le ordeno, parecía un tipo de poca paciencia, sin embargo en su mirada había tristeza, algo en su interior le decía que ese hombre que tenía ante él cargaba con algo que lo atormentaba, no veía ni una pizca de maldad, comprendió que no todos los que en ese mundo de crimen se hallaban, estaban ahí por gusto.
–¡¿No me has oído?! He dicho que subas- lo miraba con odio, con desaprobación.
–Te escuche la primera vez.- soltó sin ningún temor, no comprendió la razón, pero ese hombre que tenia ante él le parecía buena persona, no como el otro que a kilómetros de distancia la maldad estaba reflejada, en cada rasgo y gesto que tenía.
–Entonces, muevete que no tengo tu tiempo- la paciencia de ese hombre parecía que tenia un limite que llegaba a su fin.
Cristián abrió la puerta trasera de la camioneta...
–No seré tu chofer, sube adelante, le ordenó- Cristián rodó los ojos, el hombre le caía bien.
–Creo que da lo mismo, si subo adelante o atrás, no se ve nada por estas ventanas.
El tipo no contestó nada, Cristián termino por sentarse adelante con él.
–¿Me dirás tu nombre?- quiso saber Cristián algo curioso- El mio es Cristián.
–No recuerdo haberte preguntado- Cristián soltó un suspiro- Me llamo Raúl.
–Y... ¿A donde me llevas?- quiso saber, aunque se hacia una idea.
–Escucha... No me caes bien y no soy de hablar mucho, así que trata de mantener el pico cerrado. En cuanto a donde vamos tu ya deberías saberlo.
–Cuando vi que la camioneta se acercaba...- Raúl volteo a verlo con el ceño fruncido- Creí que cientos de hombres armados bajarían, me golpearían y amarrarían con una soga o algo... Creo que veo muchas películas.- dijo con la vista en la carretera.
–Ese no es mi estilo... Aunque creo que debí hacerlo, tal vez así mantendrías tu boca cerrada.
Por algún motivo él no se hallaba nervioso o asustado, ni siquiera por saber a donde se dirigía.
Veinte minutos después llegaron a lo que parecía una bodega abandonada.
–Baja- le indicó Raúl.
Cristián obedeció, miraba a su alrededor, pero solo había casas en ruinas.
La puerta de la bodega se abrió, dejando ver al dueño de la maleta.
–Veo que has llegado, espero me tengas buenas noticias, de lo contrario...
–Acepto, trabajaré para usted- en el rostro de aquel hombre apareció una gran sonrisa.
–Te felicito muchacho, tomaste la mejor decisión.
–No me quedo de otra.
El hombre le tendió la mano, y Cristián la tomó.
–Me llamo Ezequiel, veras que no te arrepentirás, nadie lo hace, al ver los benéficos y ventajas que tendrás al trabajar con nosotros. Quedaras mas que encantado.
Cristián no estaba muy convencido de aquellas palabras... Pero ya no podía hacer nada. No había marcha atrás.
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INFILTRADOS
AksiCristián y Cristóbal mejores amigos desde la infancia, inseparables decían sus padres, o eso fue hasta que el destino los obligo a ir por rumbos muy distintos... Cristián que tan solo era dos años menor, de buen corazón y sentimientos nobles, al ver...