Capítulo 2: Escape

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Capítulo 2: Escape

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Respiró hondamente, intentando calmarse ante la situación que se le presentaba.

Era una segunda planta. Era prácticamente imposible saltar de ahí sin romperse una pierna, y añadido a eso, tenía un miedo a las alturas que aun no lograba superar.

Maldecía a Ieyasu y sus conocimientos sobre su personalidad. Le había encerrado en su dormitorio, cerrando con llave desde fuera, frustrando sus planes de escape. Y no le preocupaba el hecho de que tuviera un balcón porque sabía de su fobia a la perfección.

Porque efectivamente había decidido que, si su hermano no le apoyaba, entonces iría por su cuenta. Estaba cansado de que controlaran lo que debía hacer, pero le sorprendía la negación tan rotunda del rubio.

Usualmente, cumplía cualquier capricho suyo. Fuera cual fuera, al menos lo intentaba y, cuando no podía darle el gusto, jamás perdía la paciencia como lo hizo esa vez.

Nunca le había visto de aquella manera. Para él, su hermano mayor era como su referente, siempre tan seguro y calmado.

Contrario a su personalidad, Ieyasu jamás se veía torpe en público. Adoptaba una actitud tan firme, propia del futuro jefe de la familia más influyente, que a él siempre le dejaba impresionado.

Era imponente, sereno y tan confiado que, si dijera que el sol es verde, cualquiera le creería.

Cuando estaban en familia, actuaba algo más maduro que él aunque mucho más acorde a su verdadera esencia, algo torpe pero amable, con una sonrisa siempre puesta en su rostro.

Por ello fue que decidió confiarle su deseo de salir de ahí, con la esperanza de que le apoyara. Sin embargo, se había equivocado por completo al hacerlo.

Y así estaba ahora, con una cuerda hecha con las sábanas que había en su enorme habitación atadas a un palo, y que colgaba de su balcón, mirando abajo mientras intentaba no desfallecer.

No era capaz, tenía miedo. Era muy torpe en cuestión de deportes, todo lo contrario a su hermano, quien adoraba practicarlos en sus momentos libres y alguna vez trató de enseñarle uno.

La escalada definitivamente no era lo suyo, no con su vértigo, pero debía hacerlo si quería salir de ahí.

—Venga, tú puedes —se alentó a sí mismo, cerrando los ojos para mentalizarse.

Apretó sus manos alrededor de la barandilla, con un ligero temblor. ¿A quién quería engañar? ¿Cómo iba él, el más torpe de la familia, a bajar cual película de acción desde su balcón? ¿Cómo superar su miedo? ¿Y si su hermano tenía razón cuando le decía que era peligroso?

Las preguntas y las dudas le abrumaban. Debido a la adrenalina y el enfado del momento al verse encerrado, no se planteó todo aquello.

Sin embargo, al enfriarse, todo iba resurgiendo desde algún lugar remoto de su mente…

«Puedes hacer lo que te propongas, Tsu-kun»

Sus pensamientos negativos se acallaron ante el recuerdo de la voz de su madre.

—Mamá… —ella siempre había creído en sus habilidades, aún cuando no recordaba muy bien su rostro de no ser por las fotografías, sabía en su interior que confiaba en él.

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