Prologo

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La bajada hacia el pueblo era siempre entretenida, normalmente iba acompañado de mi abuela; llevábamos pan casero hecho con nuestras propias manos para ser vendido en el pueblo. Nos habíamos creado cierta fama. Nadie en el pueblo hacia pan que igualara el nuestro.

Una vez en el pueblo normalmente nos dirigimos a la plaza, cerca del kiosco en donde toda la gente pudiera vernos y se acercara por si sola a comprar el pan. Si era domingo íbamos directamente a la Iglesia, en ese lugar el pan se vendía prácticamente solo. Me gustaba ir ahí precisamente porque el pan se vendía con demasiada facilidad y tenia el resto del día para pasear por ahí mientras la abuela chismeaba con las señoras del pueblo. Pero más que pasear por ahí, me gustaba darle la vuelta a la iglesia, cerca del faro del velador en donde una puerta de maciza madera obscura daba paso en la parte trasera de la iglesia, a la oficina del padre, a donde nadie que no fuera él mismo tenia acceso.
Atribuyo a la curiosidad el llevarme ahí cada domingo, la incertidumbre del que es lo que había detrás de esa puerta siempre terminaba conmigo intentando abrirla de algún modo. Siempre fueron intentos fallidos.

Por algunos de los monaguillos me entere de que por el interior de la Iglesia se tenia acceso a aquella oficina pero aun así ellos desconocían él camino.

Me había aferrado a aquella puerta trasera al observar como el padre luego de cada misa, salía a despedir a los fieles creyentes que iban a pedir a dios por sus familiares y parientes, sin embargo, en vez de regresar por el interior de la iglesia, él se dirigía a su oficina por la parte trasera, dándole toda la vuelta a la iglesia, tal y como yo lo hacia siempre; con su mano derecha desordenaba un poco su cabello antes de girar la manilla de aquella puerta y adentrarse a la misteriosa habitación, todo bajo mi atenta mirada.

Vivía en una parte alejada del pueblo, subiendo las colinas con mi abuela quien era mi única familia además de mi tío, quien, con su familia vivían en el pueblo. Muy rara vez recibía la cálida visita de mi tío pero era siempre agradecido, sobre todo si su única compañía era una mochila con una muda de ropa que indicara que pasaría la noche con nosotros.

Con mi abuela nos dedicábamos a recolectar el trigo de los ejidos del terreno de al lado desde muy temprano. Los comunales del lugar, no nos pagaban por ello,  a cambio nos dejaban quedarnos con una ración del trigo para poder usarlo en la elaboración del pan.
No era una rutina pesada, era además muy tranquila. Constantemente recibíamos ofertas para ir a vivir al pueblo, de poner un negocio con el cual pudiéramos expandir nuestro negocio, una panadería era el sueño de mi abuela, pero no a costa de las demás personas que quisieran sacar provecho de nuestra artística habilidad culinaria, ese era el principal motivo de las constantes negativas a cualquier oferta.

Con el constante trabajo de la masa bajo mis manos, mis brazos se habían fortalecido bastante, de vez en cuando mi abuela mencionaba lo atractivo que me había vuelto y lo popular que era con las chicas del pueblo. Yo nunca lo había notado. Mi abuela lo sabia, veía todo,  sabia todo lo que ocurría a mi al rededor sin necesidad de que yo se lo dijera, o alguien más, ella se daba cuenta por si sola. Una vez incluso mi tío desconfío de mi al pensar que le dije a la abuela nuestro secreto. Pero no fue así, ella lo descubrió por su cuenta y a nosotros solo nos quedaba contenernos.

Aunque la abuela era un poco dura a veces, siempre estaba dispuesta a regalarme una sonrisa, incluso cuando cayo enferma me sonrió pidiéndome preparar un poco de caldo de pollo para sanar lo que suponíamos era un resfriado. Sin embargo, ella no mejoro y para cuando quise pedir ayuda ella ya había cerrado los ojos con una sonrisa. Al principio no supe que sentir.
Salí corriendo al pueblo en busca de mi tío para que me dijera que hacer.

Luego de ello fui enviado a la iglesia, recibido por el padre quien me guió por el interior de la iglesia hasta la oficina que con tanto anhelo había deseado conocer y que no tuve tiempo de admirar pues con sus palabras, el padre captó mi completa atención. "Tu abuela murió"

El padre me miro por un momento. Profunda y obscura mirada que me intimidaba. Pronto las lágrimas consiguieron aventurarse por mi rostro, el desconsuelo llego pero así como llego desapareció al sentir como unas manos se posaban en la parte interna de mis piernas.
"Dejame ser tu consuelo, seré pañuelo y medicina, seré tu cura, Xiumin"






Buee... Las actualizaciones serán lentas. Sorry por los errores y Gracias por leer :')

ADICCIÓN -XIUHAREM- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora