La nota

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A sus dieciséis años, Lily Evans era una delgada chica con el cabello rojo oscuro y profundos ojos esmeralda.

Poco le importaba su apariencia, en realidad, porque ella consideraba que la belleza de las personas no se encontraba físicamente.

Sí, señores, Lily Evans era una de esas que pensaban que la belleza se encontraba en el corazón o en la mente.

Nadie quitaba que sienta atracción por el físico de un muchacho, pero ella estimaba que lo más importante era que la persona con la que iba a pasar sus días sea alguien intelectualmente interesante y que tenga buen corazón.

La leona terminó de tomar un par de apuntes antes de que la clase del profesor Slughorn finalizara, y se apresuró a meter sus cosas en su bolsa.

— ¡Lils!— Le llamó una rubia desde la puerta. Lily siempre se había preguntado cómo haría Marlene Mckinnon para ser tan rápida. A su lado se encontraba Dorcas Meadowes, que se veía precariamente interesada en el hecho de si Lily se apresuraba o no.

— ¡Ya estoy!

Con cuadernos dentro y varita en el bolsillo de su túnica, la chica dio unos cuantos pasos antes de ser interceptada por alguien de su misma casa.

Era un alguien que le provocaba querer arrugar la nariz y salir inmediatamente de su espacio personal.

Porque James Potter siempre se acercaba demasiado a su espacio personal.

— ¡Evans!

Lily captó un destello de diversión en los ojos azules de Marlene, antes de esquivar los brazos abiertos del jugador de quidditch.

—Adiós, Potter.

—Evans. —Dijo éste. Lily sabía que se había volteado. Sabía que no debía volverse. Sabía que tenía que caminar derecho hacia sus amigas, y podría librarse de aquel pesado muchacho.

Pero fue como una especie de fuerza invisible e imposible de resistir la que le obligó a volverse hacia él.

— ¿Qué es ahora, Potter? —Preguntó— ¡Oh! Déjame adivinar. ¿Me vas a pedir una cita? ¿Dirás que estamos destinados?

—De hecho...

—Ahórratelo, Potter. —Le cortó— No tengo tiempo para todo esto.

La chica hizo un gesto señalando alrededor. Era casi un hábito el pelear con James sobre esas cosas.

Por atrás aparecieron Sirius Black, con su cabello negro cayéndole sobre los ojos y Remus, quien le sonrió a Lily, pero ella pudo ver la advertencia en su mirada.

—De hecho, —Dijo James, haciendo como si la pelirroja nunca hubiera hablado— ten.

Estiró el brazo lo suficiente para que ella pueda ver un trozo de pergamino, cuidadosamente doblado, sobre la palma de su mano.

La chica volteó hacia atrás, y sus amigas se encogieron de hombros.

—Potter...

—No es una cita, te lo prometo.

Los orbes verdes de la leona se encontraron con los del Gryffindor. Aún no entendía por qué todo el mundo pasaba hablando sobre el par de lumbreras que llevaba James Potter como ojos.

Con recelo, estiró y el brazo y cogió el papel con un tirón.

James sonrió. Lily arrugó la nariz. Y Sirius tomó del brazo a su mejor amigo y lo arrastró hasta la puerta, seguido por Remus y Peter, quien había aparecido casi por la última parte de la conversación.

Lilian se dio media vuelta y se reunió con sus amigas, quienes la observaban con interés.

— ¿Qué es?— Preguntó Marlene. Sus rizos dorados rebotaron contra sus mejillas cuando ladeó la cabeza para mirarla.

—No lo sé. —Admitió Lily.

—Por eso debes abrirlo, ¿No?— Dijo Dorcas impacientemente.

La chica le dio una mirada ceñuda a su compañera y sus dedos volaron alrededor del pergamino. Lo abrió rápidamente, mostrando sólo lo que era: un trozo de pergamino en blanco.

— ¿Potter es idiota o...?

Marlene parecía muy concentrada en el pergamino.

— ¿No hay nada atrás?

Dorcas lo tomó y lo giró. Tampoco había nada.

—Está jugando contigo, Lils. — Declaró la castaña.

—Seguramente. — Añadió Lily.

Marlene, sin embargo, no parecía muy convencida.

— ¿Por qué te habría dado un pergamino vacío?

— ¿Porque le encanta fastidiarme?

— ¿Porque está completamente enamorado de Lily?— Dorcas alzó una ceja.

La sombra de una sonrisa aparecía en los labios de Marlene cuando Lily le dio un codazo a cada una de sus amigas.

—Ow, Lils, no puedes negar lo innegable. —La rubia musitó alegremente, pues adoraba picar a su amiga con ese tema, mientras deslizaba su brazo en el de Lily.

— ¡No estoy negando nada!— Refutó la pelirroja acaloradamente.

—Lo haces. —Dijo Dorcas, mientras el otro brazo de Marlene se enlazaba con el de ella, y tiraba de ambas hacia el comedor.

—James debe tener alguna razón para haberte dado ese pergamino en blanco— Marlene explicó— Lo conozco, y no haría algo estúpido. Menos si se trata de ti.

— ¿No?— Lily parecía incrédula. Rodearon a algunos estudiantes de Ravenclaw y bajaron las escaleras— ¿Qué me dices de todas esas veces en las que me ha pedido salir?

—Eso no es estúpido —Dorcas se inclinó un poco hacia adelante, para ver a Lily sobre Marlene—Es ridículo, pero no estúpido.

—Lo que sea.

—No, Lils —Marlene negó con la cabeza— Vamos a averiguar qué, en el nombre de Merlín, James quiere decirte.

Just one dance, Evans (Jily)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora