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No sabían cómo podían estar tanto tiempo en silencio, pero a la vez hablando por medio del pensamiento. Cada uno estaba sumergido en su mente, que a la vez estaba empapada de la persona que tenían al lado.

Scott tuvo que tomar una buena bocanada de aire y armarse de valor para rodear con su brazo a Mitch. Se maldecía mentalmente por añadir aún más nervios a su cabeza, pero le gustaba.
Sintió el sobresalto por parte del morocho, pero no se movió de su lugar.

-Scott creo que deberíamos entrar, está haciendo frío...

Y con esas simples palabras el mayor salió de su trance, despegándose y llendo al interior de la habitación seguido de su mejor amigo.

-Mitch...

El menor se dio vuelta, pero apenas lo hizo chocó con el prominente pecho de Scott, que lo rodeó con sus brazos y lo atrajo hacia él como si de un tesoro se tratase. Y es que en cierta forma eso era para él.
Esta vez el rubio no lloraba. No había sonido alguno, excepto las respiraciones entrecortadas de ambos. Mitch aspiró su aroma. Colonia, mucha colonia y desodorante. Pero su olor personal casi imperceptible era dulce.

¿Scott abrazaba a todo lo que tuviera vida? Esperaba que no, ya que por alguna razón quería ser la única persona a la que abrazara tan profundamente.

-Scott... Kirstie te matará si te ve...

-Shhh... dijiste que tenías frío.

Las mejillas de Mitch se tornaron rojas al instante. ¿No era más práctico ponerse un abrigo o taparse con alguna sábana? Aunque no le molestaba en lo absoluto.

-Además... te extrañaba.

¡Sí! ¡Lo sabía! Se conocían, de otra manera no habría dicho eso. ¿Scott sería conciente de sus palabras?

Mitch sintió algo extraño. Era una tristeza repentina, mezclada con felicidad y nostalgia. ¿Qué es esto? Algo aprisionaba su pecho, lo que lo llevó a sus manos a jalar la sudadera de Scott, tirando de ella con demasiada fuerza y decir con la voz quebrada:

-Yo también.

(...)

Los días pasaban y poco a poco Mitch iba reconstruyendo los recuerdos que formaban parte de su vida. Por ahora sólo eran los principales, como la apariencia de sus padres y algunas cosas sobre sus amigos. Pero nada referido al último año. Si se forzaba a recordar, la cabeza comenzaba a dolerle de manera infernal y en algunos casos extremos ha llegado a que le sangre la naríz.

No le dijo nada de esto a Kirstin, ya que pensó que podría preocuparla demasiado.

Hablaba con Scott todos los días sin falta y varias veces habían querido salir a pasar el rato, pero sus tiempos libres nunca coincidían. Mitch había retomado su estudio de fotografía y Scott estaba en trabajos de medio tiempo con los que buscaba mantenerse. No es que necesitara dinero, pero no quería desperdiciar su vida en estar recostado en el sillón, mirando Bob Esponja y comiendo helado.

(...)

Hola, cómo va todo?

Todo está bien, pero fotografía
es más complicado de lo que
imaginé, por eso en parte me
lleva tanto tiempo. Y tú?

Nada nuevo que contar,
solamente que me aburro
demasiado.

Tú siempre estás aburrido.

No es mi culpa, díselo a
Kirstie, que no me deja ir
a verte.

No es culpa suya, es culpa
nuestra por no arreglar
para salir.

Como sea, un amigo me
ha invitado al cine y no
tiene problema con que
lleve a alguien más.
Qué dices?

No lo sé... no quiero
arruinar su salida.

Oh vamos! Será divertido
y además podrás salir
de esa cueva a la que llamas
"casa".

De acuerdo, pero si veo
que las cosas se ponen feas
me iré.

Genial! Solo por eso esta
salida será perfecta.
Qué día puedes?

El viernes pueden ambos?

Creo que no hay problema.

Entonces nos vemos el
viernes a noséaquehora.

Jajaja, de acuerdo.

Adiós Scotty.

Adiós Mitchy.
Te quiero :)

¿Acaso ese "te quiero" significaba algo? No, cualquier persona dice "te quiero", no es nada especial. Apagó el celular y se giró en la cama. No quería dormir, no quería tener esa horrenda pesadilla de vuelta. Ya habían sido dos veces que se repetía la misma secuencia, sin ninguna variante. Pero lo seguía inquietando.

Las fotos seguían en su lugar de siempre. Kirstie no había preguntado por ellas ya que nunca entraba en su espacio. Lo que no sabía era donde habían quedado aquellas fotos que su moral había rechazado. Estaba seguro de que estaban en el bolsillo opuesto de su abrigo, pero al meter la mano no encontró nada. Igualmente habían sido dos fotos, nada de qué preocuparse. No es que le importaran, pero podrían haber servido de moraleja o recordatorio para fotos futuras.

Estaba cansado, pero no podía ni quería dormir. Aquella maldita risa se colaba por detrás de las paredes, irritándolo.
Hizo esfuerzos por recordar en dónde o cuando había escuchado esa risa antes. Cerró los ojos pero se dio por vencido cuando sintió un dolor agudo en la nariz. Miró hacia abajo y vio como las espesas gotas del líquido rojo caían sobre la sábana blanca. Se levantó para buscar un pañuelo. Y ahora seguía el dolor de cabeza. Es como si tuviera clavos alrededor de la zona de su frente. No lo soportaba, era horrendo.

Agarró un pañuelo de la caja, que calló al suelo amortiguado por la alfombra gris del lugar. Se dirigió a la cama con pasos tambaleantes. Todo daba vueltas a su alrededor y el mareo no se detenía. Temía perder la conciencia allí mismo, pero por suerte pudo llegar a la cama a tiempo. Sentía como su frágil cuerpo se hundía en el colchón, pidiéndole de una vez por todas que se quedara quieto.

No peleó más contra las demandas de su cuerpo y se dispuso a dormir. Al cabo de un rato sus ojos seguían abiertos, mirando hacia el techo y sin saber que hacer. ¿Dormirse y soñar la misma mierda de nuevo o quedarte despierto por enésima vez y luego dar explicaciones de tus ojeras, tus distracciones y tus torpezas? Prefería dormir, así no dejaría evidencia. Intentó tirar el pañuelo al cesto de basura, pero falló, dejando que el bollo de papel ensangrentado quedara detrás de este y contra la pared.


                                                     

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