Atrevimiento.

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Correr. He descubierto que eso es lo que más me gusta hacer. Ahora, mientras corro junto a los demás osados, puedo sentir el aire fresco en mi cara. Me siento libre. Aunque sea sólo un momento. ¡No hay mejor sensación en el mundo que esta! Adrenalina, libertad, diversión, alegría, valentía.

Nos detenemos frente a un edificio erudito. Sé que es momento de cumplir el reto del juego de atrevimiento. Tengo que hacerlo. Tengo que demostrarles que ya no soy una estirada. Yo puedo hacerlo.

-Seguro que esto se considera agresión a los demás en abnegación, ¿No es cierto, Cher? -pregunta Lynn, quien fue la que escogió mi reto -¿Qué dirían los de tu antigua facción? -añade en tono desafiante.

-Lynn... -decía Uriah.

-¿Ahora la vas a defender? ¿No puede defenderse sola? -Seguía burlándose Lynn.

Me acerqué a ella. Le arrebaté la botella plateada y la pintura en aerosol. Bebí de la botella. Al inicio el líquido me raspaba la garganta, pero ahora era cómo si tomara agua. Me guarde la licorera en el borde del pantalón. Miré a Uriah de reojo y después empecé a correr. Entre en el edificio. Varios eruditos clavaron su mirada en mí, pero eso no me detuvo. Abrí la pintura en aerosol, la agite y comencé a rosear los  escritorios más cercanos. Los libros quedaron cubiertos de pintura roja, algunos eruditos tenían un poco en sus impecables trajes azules. Dos guardias eruditos se acercaban a mí.

-¿Usan lentes por vanidad? ¿O es que todos los eruditos son ciegos? -me burlé de los guardias y salí del edificio corriendo.

Por algún motivo extraño me dirigí corriendo a Uriah. Me lacé a él abrazándolo. Él se sorprendió, pero aún así me envolvió con sus brazos.

-¡Corran! -gritó un osado.

Todos empezamos a correr. Escuchaba cómo todos nos estábamos riendo. Miré hacia atrás, los guardias eruditos habían intentado detenernos pero su condición física no es buena, así que se rindieron. Cinco minutos después nos detuvimos. Me acerqué a Lynn.

-Mi facción no me quería. Seguro que se alegraron de que no los elegí. Sus reglas nunca me importaron. -le dije.

-Nosotros nos alegramos de tenerte en nuestra facción -contestó.

Sonreí.


Era la media noche. El juego ya había acabado. Ahora todos nos dirigíamos al tren para regresar a la sede. La mayoría había tomado bastante alcohol. 

-Cómo me alegro de que hayas venido-dice Uriah pasándome un brazo por los hombros

-Ha sido divertido -le digo sonriendo

-¿Te han dicho que te ves increíblemente hermosa cuando sonríes? -me dijo y yo lo miré levantando una ceja -Esa es sólo una de las razones por las que me gustas.

-Estás borracho-

-No, claro que no -

-Ajá -

-Y tú estás borrosa -

-Seguro que... -

-Te quiero -me dijo y me giró para quedar de frente a él.

-Mañana no recordarás nada -

Uriah no respondió. Solamente se limitó a acercar su cara a la mía. Me quedé inmóvil.

-Tenemos... tenemos que... que irnos -le decía tartamudeando

-Shh... -

-Vamos Uriah -Zeke agarró a su hermano por el hombro y se lo llevó casi cargando.



Me despierto por los jalones de Will. Quiero seguir durmiendo.

-¡Cher! ¡Levántate! ¡Tenemos que estar en las vías ocho y cuarto! -me apresura.

-¿Eh? -digo adormilada. Sólo quiero seguir durmiendo.

-¡Son ocho diez! -

-¿¡QUÉ!? -me levanto de golpe, pero un dolor de cabeza fuerte me detiene.

-¿Qué te pasa? -

-Nada, ¿Por qué no me has despertado antes? -

-Acabo de regresar del desayuno, ¡Pensé que estarías ya lista! -

-Me tengo que apresurar -digo.

-¡Rápido! Te espero afuera -

Will sale de la habitación y yo me apresuro a cambiarme. Salgo corriendo. Will va junto a mí. Mientras atravesamos el pozo a toda velocidad, la cabeza no me para de punzar. Llegamos a las vías justo cuando todos están subiendo al tren. Ya casi todos han subido.

-Pensé que no se dignarían a llegar -dice Cuatro.

Will sube al vagón sin mayor dificultad. Cuatro se agarra del asidero del vagón con un brazo y con el otro me sujeta el brazo para meterme dentro como si no pesara nada, luego él se impulsa con elegancia.

Cuando entro, varias miradas se quedan clavadas en mí. Claro, era de suponerse. Cuatro me ha ayudado a entrar.

-¿Voy a tener que aguantar sus tonterías hasta que lleguemos a la valla? -dice Cuatro dirigiéndose a Peter, Drew y Molly.

Me dirijo a un rincón y me siento. Recargo la cabeza en la pared del vagón. Todavía sigue el dolor como consecuencia de la noche anterior. La buena parte de haberme despertado muy tarde es que no tuve tiempo para ir a desayunar y encontrarme con Uriah. ¿Se acordará de todo lo que me ha dicho ayer? Una parte de mí espera que no, así lo podría seguir viendo normal, como mi mejor amigo. Pero la otra parte espera que se acuerde, porque me he dado cuenta de que yo también le quiero.

El tren frena con un chirrido y todos caemos hacia delante con el cambio de velocidad. Eso provoca que interrumpa mis pensamientos.

-Siganme -dice Cuatro.

Cuatro nos conduce a la puerta, que es tan ancha como una casa y se abre a la carretera agrietada que conduce a la ciudad.

-Si no quedan entre los cinco primeros al final de la iniciación, seguramente acabaran aquí -explica Cuatro al llegar a la puerta-. Una vez que te conviertes en guardia, hay posibilidades de ascender, pero no muchas. Puede que vayan de patrulla más allá de las granjas de Cordialidad, pero...

-¿Qué objetivo tienen las patrullas? -pregunta Will.

-Supongo que lo descubrirás si te encuentras en una de ellas -responde Cuatro, encogiéndose de hombros-. Como iba diciendo, normalmente, los que de jóvenes vigilan la valla siguen haciéndolo hasta el final. Si esto los consuela, algunos insisten en que no es tan malo como parece.

-¿Cuál fue tu puesto en la clasificación? -pregunta Peter a Cuatro.

-Fui el primero -responde Cuatro.

-¿Y elegiste hacer esto? -pregunta de nuevo Peter, con ojos como platos-. ¿Por qué no fuiste a trabajar para el gobierno?

-No quise -responde él sin más.

Mientras caminamos, analizo mi puesto en la clasificación y llego a la conclusión de que si mejoro en las peleas, quedaré en los primeros cinco. Espero que sea así. No quiero trabajar patrullando la vaya.

Nos detenemos al lado de la puerta, y unos cuantos guardias nos miran, aunque no muchos; están demasiado ocupados tirando de las puertas (que son el doble de altas que ellos y varias veces más anchas) para dejar pasar un camión. El hombre que lo conduce tiene sombrero, barba y esboza una sonrisa. Se detiene al entrar y sale del vehículo. La parte de atrás está abierta, y en ella, sobre las pilas de cajas, van sentados unos cuantos cordiales.

Y fue entonces cuando lo vi. Él también me vio. Después de varios días pensando en que no lo volvería a ver, ahí estaba.

Martín.

Cher... ¿Eaton?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora