Capítulo 15

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Elena's POV:

Desperté e hice lo mismo que cuando nos íbamos por Navidad, pero no me sentí igual. Miré por mi ventana, pensando en lo muchísimo que echaría de menos las vistas. Cuando lo dejé todo preparado para que lo cargaran en el Expreso de Hogwarts, y metí a Coconut en una cesta que le compré en Navidad para que pudiesen meterlo en el mismo lugar que a las lechuzas. Desayuné sola, porque era aún muy temprano, y antes de ello fui a despedirme de los elfos, de los profesores, del calamar y del sauce. El profesor Longbottom parecía realmente triste, cada vez que un alumno se llegaba a darle un abrazo se le saltaban las lágrimas. Louis apareció, y se le ensombreció la cara al verme. Yo enarqué una ceja, y él se derrumbó a mi lado frotándose los ojos.

-Tres meses -dijo.

-¿Qué? 

-Tres meses solo, bueno, con mis hermanas y mis padres, pero solo. No me lo puedo creer, no te imaginas lo bien que estoy aquí, con tanta gente a mi alrededor. El Refugio está bien alejado de la sociedad -se lamentó-. ¿Sabes que antes de venir aquí nunca había visto a una chica de mi edad que no fuese de mi familia? Ni a un chico, ahora que lo pienso.

-No estarás solo, Louis, tienes tu teléfono móvil y podrás hablar con nosotros. Aunque aún no llego a enterder por qué tenéis móviles.

-Para no despintar, Elena. Los muggles tenéis, ¿no? Pues ahora nosotros también, desde el año que entramos en Hogwarts. Es una regla poco importante del Ministerio, pero es por nuestra seguridad.

-Pues si es por vuestra seguridad, comprad una docena.

Louis me abrazó riéndose y empezó a hablarme sobre cómo había mejorado en matemáticas. No podía creer que le gustasen, pero le escuché con atención, apreciando la alegría con la que expresaba sus ideas y su progreso. Yo era peculiar, siempre lo había sido. Las cosas que la mayoría de las personas observaban me eran indiferentes, pero los pequeños detalles me resultaban más importantes. Esa es la razón por la que podía leer una página de una historia en cada una de las palabras que decía con su melódica voz.

Alguien me tapó los ojos de pronto, y yo aparté sus manos de mis ojos y me di la vuelta. Era Dominique, la cual parecía muy alegre. Decía que eso del teléfono móvil le parecía una aventura maravillosa. Ali y Fred llegaron juntos, pero ellos no estaban tan contentos como ella. Les prometí explicarles cómo funcionaban en el tren, y Alicia hizo lo mismo. 

El zumo de calabaza sabía especialmente bien aquella mañana, y las tostadas llevaban una generosa cantidad de mermelada. Antes de subir al tren, nos despedimos de todas aquellas personas que nos caían bien. Nos metimos en nuestro vagón por excelencia, el penúltimo a la derecha, y sacamos los móviles. Traté de explicarle cómo usar cada aplicación que les habían instalado, que no eran muchas, y cómo podían instalar más y cómo cargar su batería.

Freddy tenía mucho sueño. Lo cierto es que se sentía mareado, e incluso le dolía la cabeza, por lo que colocó su cabeza en mis piernas y las suyas en las de Louis y se quedó dormido. Yo enredaba mis dedos en su pelo mientras me veía sumida en una interesante conversación sobre qué no hacer con los aparatos electrónicos. 

-No, no puedes mojarlo... No, Dom, no tienes que darle de comer... Dominique, no no está vivo... ¡Ni se te ocurra echarlo a volar!

Louis y Alicia observaban la escena, divertidos. Alicia no paraba de reírse a carcajadas, y Louis me miraba a mí y luego a su hermana y sacudía la cabeza mientras se reía en silencio. 

Freddy se despertó cuando faltaba poco para llegar, y yo decidí sacarme una foto con ellos. Louis sujetó el móvil, esbozando esa media sonrisa suya. Su cabeza despuntaba sobre las nuestras. Fred se puso delante de él, sacando la lengua. Yo pasé mi brazo sobre sus hombros y sonreí con la boca abierta. A mi lado Dom sonreía con la boca medio abierta también. Entre nosotras, un paso atrás, se colocó Alicia, apoyando su barbilla en la cabeza de Dom y sonriendo suavemente. La foto me encantó, y pensé en enmarcarla nada más llegar a mi casa. Expliqué a Louis cómo enviarla, y aprendimos a buscar una forma de conseguir conexión mágicamente en unos minutos. Fred se puso la mano delante de la boca y me susurró:

-Siento haberte amenazado a principio de curso, pero no me arrepiento de nada.

-Freddy, aún sigo sin entender qué sentido tenían tus notas -confesé. Habían sido un signo de falta de cariño e inmadurez, pero seguían sin tener sentido. A mí me importaron mucho por el tema de que podían expulsarme si hacía magia sin varita, ¿pero por qué amenazas? Además, ¿qué clase de amenazas eran esas? No tenían ningún sentido.

-Ni yo, sinceramente. No sabía en qué estaba pensando. Nos pintan la vida tan bonita en las películas, que se me ocurrió hacer lo que hacen en ellas -comentó.

De pronto, nos encontrábamos en la estación. Había aún más gente que cuando nos marchábamos a casa por Navidad, porque aquella vez había quien no se iba. Pero ahora se iban todos, así como los profesores, a los que su familia también recogían. Nos despedimos todos, Freddy no quería soltar mi cintura, ni Louis mi mano. Dominique no quería soltar el brazo de Alicia, tampoco. Y lo cierto era que nosotras no es que tuviésemos muchas ganas de separarnos de ellos, para nada. 

-¡Elena! ¡Está ahí! ¡Elena! -gritaba mi hermano, corriendo para abrazarme.

Jay estaba igual que en Navidad, aunque ya le había crecido los dientes que se le habían caído. Mis padres llevaban sin verme tantos meses, que se le saltaron las lágrimas. Alicia me comentó algo de vernos pronto, aunque mi plan era pasar tiempo con mi hermanito. En el coche, me enseñó un balón que le habían regalado por su cumpleaños, y yo le di un dibujo que había hecho para él. El dibujo nunca se me había dado mal, pero tampoco es que yo fuese nada del otro mundo. En el pergamino, del cual yo no había permitido que se doblara ni una sola esquina, aparecía un dibujo que yo había copiado de otro que aparecía en el primer libro de Harry Potter, en la última página. Harry aparecía en el medio, llevando uno de los jerseys navideños de la señora Weasley. Él pasaba sus brazos por los hombros de Ron, que llevaba una bufanda de Gryffindor y portaba una taza de cerveza de mantequilla en las manos, y de Hermione, que sujetaba contra su pecho un libro. Los tres sonreían, porque estaban juntos. Yo le prometí contarle su historia, y también prometí contarle la mía.

Heeey, ¿qué os ha parecido? La segunda parte de la novela se encontrará en mi perfil muy pronto. ¡Gracias por leer mis historias! :)

Las Agujas del RelojDonde viven las historias. Descúbrelo ahora