Capítulo 2

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Alicia's POV:

Estaba muy harta de estar en mi casa. Mi hermano mayor, con el que me llevaba nueve años, pasaba el día o fumando o con su novia, y yo estaba harta, como ya había dicho. Pero tampoco es que tuviera amigos fuera, por lo que me limitaba a esconderme en mi habitación. Ahí es donde descubrí mi magia. Una vez, me puse triste porque la planta que está en una maceta en mi ventana se secó, y una pequeña nube apareció sobre ella. Y llovió. Otra vez, dejé la puerta de mi habitación abierta, y entró el humo de un cigarro de mi hermano. Y lo miré atentamente, pensando en qué tendría de divertido. Y se volvió de colores. El humo cambió de color, hizo la forma de un oso de peluche y se esfumó. Y claro, también está aquella vez, cuando planté la semilla. Después de diez minutos, me pregunté por qué no crecía. Y lo quise. Y lo hizo.

-Alicia, ¿qué estás haciendo? -preguntó mi hermano, Patrick.

-Estoy jugando, ¿por? -contesté.

-¿Bajas a tirar la basura?

No era la primera vez que me mandaba a mí cuando era su turno. Y eso que yo tenía nueve años. Cogí las bolsas y salí. Mi casa era grande y roja. El jardín estaba descuidado y asalvajado, y eso me gustaba. El contenedor no estaba lejos, pero sí que tenía que andar un poco. Ya estaba cerca cuando vi a unos niños metiendo en el contenedor a una niña. Ellos eran mayores, además. Se estaban riendo. De pronto, salió la basura del contenedor y cayó sobre los niños... y empezó a arder. Vi la cabeza de la niña, que estaba asustada, y se tapaba los oídos mientras los chavales corrían calle abajo. No parecía disfrutar, sino sufrir. La chica salió con dificultad, y empezó a levitar la basura hacia el interior del contenedor,  mientras que apagaba el fuego sin ni siquiera soplar. No hizo nada, tan sólo magia. Cuando me vio, se asustó.

Tenía el pelo oscuro y liso, los ojos grandes y azules, y era baja y delgada. Era "guapa", como decían papá y mamá. Era una princesa, pensé yo, una princesa hada. Mi princesa.

Elena's POV:

Yo no quería. Mi intención no era hacer arder a aquellos chicos. Pero pensé en hacerles daño, y me salió así, el fuego apareció. Y me estaba mirando esa niña. Lo había visto, lo sabía por su expresión. Iría a la policía, y me llevarían a la cárcel... no, a un psiquiátrico.                 

Tenía el pelo castaño y ondulado, los ojos azules, y era alta y delgada. Era como una modelo de esas de la televisión. Tendría mi edad, pero era un poco más alta que yo. Tuve que dejar de mirarla, o se quedaría con mi cara y haría que me hiciesen un retrato robot.

-Eh -dijo-, no te asustes, yo sé hacer esto -dijo mientras una nube aparecía sobre una lata vacía en llamas y descargaba toda el agua que contenía sobre ella.

Miré a la niña, concentrada en su hazaña. Era como yo, pero a la vez no. Yo hacía daño, yo era un demonio. Pero ella arreglaba lo que yo hacía mal, ella quería ayudarme. Ella era un ángel.

Se acercó a mí, lentamente. Tiró a la basura una bolsa negra con la que cargaba, y se volvió hacia mí.

-Soy Alicia -dijo, sonriendo.

-Yo soy Elena -me presenté, extrañada.

-¿Vives por aquí cerca? ¿Tienes bicicleta?

-Sí,  pero... ¿por qué quieres saberlo?

-Coge tu bici, nos vemos aquí, ¿vale? Deberíamos hablar de ciertas cosas... ¡hasta luego!

Así que fui a por mi bicicleta, y nos reunimos donde me dijo. Nos fuimos al lugar al que me guiaba: el campo de trigo. Allí nunca había nadie, dijo, y podríamos hacer lo que nos apeteciera. Cuando llegamos, charlamos un rato,  hasta que sacó el tema innombrable.            

-Por favor, haz algo volar -me pidió.

-No, no puedo. Me lo he prohibido,  no lo hago si puedo evitarlo. Es peligroso -aseguré.

-Yo solamente quiero ayudarte, y que me ayudes tú a mí.

Entonces, le hice caso. Hice volar una piedra, y ella la envolvió en hojas. Sonreí, y ella se rio. Prendí fuego a las hojas, y ella hizo aparecer una nube sobre ella, como hizo con la lata, para apagar el fuego. Cuando cayó, la recogí y la dejé en la cesta de mi bici. Seguimos haciendo eso toda la tarde, usando nuestros poderes para jugar. Nos reímos y hablamos como si nos conociéramos de toda la vida.

Se llamaba Alicia Nora Arias, tenía un hermano mayor con el que no estaba muy unida y tenía nueve años. Tenía poder sobre el humo y las nubes, y también sobre las plantas. Opinaba que éramos hadas, sí, eso creía, que nos saldrían alas y volaríamos.

Alicia's POV:

Se llamaba Elena Lydia Bellamy, tenía un hermano pequeño al que quería mucho y tenía diez años. Tenía poder sobre el fuego y la gravedad. Creía que era peligrosa, por lo del fuego y eso, y que yo estaba allí para enseñarle a ser buena, a no hacer daño.

Después de hablar un poco decidimos hacer carreras. Nos montamos en nuestras bicicletas y nos preparamos para pedalear por los caminos de tierra. Y bueno, lo hicimos. Íbamos rápido, y el camino nos pareció corto. Mi bicicleta pisó una piedra, no la había visto. Y yo, que no es que pesara mucho, casi salí volando. Creí que lo hice, de hecho, me vi flotar. Miré a Elena, que se concentraba en mí, y lo entendí. Me estaba haciendo volar. Me bajó al suelo con cuidado, se tambaleó y se cayó al suelo.

-¡Elena! ¿Estás bien? ¿Has visto eso? ¡Ha sido alucinante! -grité.

Ella se sentó, me miró, y sonrió con suficiencia. La ayudé a levantarse, y seguí hablando sobre lo asombroso que había sido, y que con práctica, podríamos hacer cosas maravillosas, pues nuestros poderes eran especiales. Éramos mágicas.

Elena's POV:

No sólo podía hacer cosas malas, ella me lo había enseñado.

Las Agujas del RelojDonde viven las historias. Descúbrelo ahora