Capítulo 22. [Editado]

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La inmensa neblina y el frio que transmitía el gran ventanal abierto, le obligaron a despertar y a entrecerrar los ojos lentamente.

Bostezó elevando los brazos, la misma rutina que pasa cada persona por la madrugada.

La poca luz que entraba por la ventana, se veía interrumpida por la silueta de una mujer en medio.

Llevaba el cabello corto, las piernas largas, y la sonrisa más hermosa que jamás haya visto en su vida. Se encontraba de puntillas sobre el suelo de madera, haciéndola chirriar debido a cada intento que produce, parándose una y otra vez sobre la punta de los pies.

Ahora recordaba todo. Aquella era la muchacha que salvó la noche anterior en el incendio del gran baile de máscaras.

Sonreía inconscientemente con tanta felicidad y diversión al verla fracasar en cada intento que imponía. Ella aún no se dio cuenta que alguien la observaba y siguió intentando, sosteniéndose con fuerza del marco de madera.

Cuando por fin logró pararse de puntas, escuchó un lamento muy fuerte, invocando al dolor que tanto le pesaba.

Asustada, corrió hacia al hombre que la ayudó, lo vio con preocupación e inmediatamente empezó a buscar un pequeño botiquín. Pero no había nada, era una casa abandonada sin ningún objeto, solo muebles viejos tapados con sábanas blancas, que ya estaban sucias debido al polvo que provocaba la desolación.

Mordió sus labios empezando a caminar por toda la habitación, nerviosa, nunca en su vida había visto a un hombre moribundo.

Llevó ambas manos a su frente deteniéndose a pensar un poco, después de todo, no era tan grave la situación. Encontró una pileta al otro lado de la pared, buscando un recipiente en donde recibir aquel líquido transparente, ya que, necesitaba desinfectarle las heridas.

Regresó con el agua en manos e inmediatamente arrancó un pedazo del vestido que llevaba puesto. Suspiró pesadamente introduciendo la tela en el agua fría, exprimiéndolo, se dirigió al muchacho que se encontraba recostado. Reposaba una mano en su espalda baja, y la otra, le tapaban los ojos. Temía que le árdase las heridas, porqué empezaba a sangrar aún más.

—No te lastimaré, solo trata de estar tranquilo y no moverte.—asintió—Date la vuelta por favor.—dudó por unos instantes, era muy vergonzosa la escena que pasaba en ese momento.— es por tu bien, ¡Hazlo!

Tragó saliva. Nunca antes le habían curado las heridas producidas por la rebeldía, sería la primera, y era algo reconfortable saber que sería una desconocida.

>>Respira profundamente.—dijo nerviosa, ambos suspiraron.

La herida era demasiado grande, alrededor tenía pequeños restos de sangre seca. Era totalmente nuevo para ella realizar este tipo de cosas. ¿Que diría su padre si la viera auxiliando a un extraño? Y aún más grave, ¿Qué diría su padre si la viera auxiliando a un extraño que estuvo a punto de robar a una de las familias más reconocidas de todo Londres?

Sin pensarlo dos veces, la metería a un convento como tantas veces se lo advirtió.

Posó la tela por segunda vez, rozando lentamente la herida para evitar estremecerlo y ponerlo aún más nervioso de lo que ella estaba.

Lamió sus labios esperando no lastimarlo. Inhalando el poco aire que necesitaban sus pulmones, decidió limpiar el centro de la parte afectada. Su pulso estaba temblando, no deseaba herirlo de ninguna forma.

Abre sus ojos lo suficientemente grandes como para cerciorarse de estar consciente de todo lo que haga.

—Tranquila...—susurró el moreno que escuchaba muy claramente la agitación de la muchacha—Solo concéntrate y hazlo suavemente. Lo estás haciendo muy bien hasta ahora...—completó alentándola.

Behind The Mask© (Michael Jackson) [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora