Capítulo 2

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—¿Ya está todo listo? —pregunta, asomando su cabeza por la puerta.

—Sí, ya no me falta nada. —contesto. Me tiro hacia mi cama con desgano. Mi padre me echa una mirada preocupada, se sienta en el borde de la cama.

—Me estoy acostumbrando a esa cara, Andrea.

—¿Cómo esperas que este?

—Al menos podrías disfrutar de los últimos momentos que te quedan con ellos —intenta animarme.

Ese es problema. Intento disfrutar al máximo el tiempo con ellos. Pero cada vez que los veo, recuerdo que ya no me queda mucho tiempo a su lado.

—Empiezo a creer que soy un caso perdido —digo, incorporándome—. Ni siquiera sé si podre divertirme los próximos tres días.

—Creo que es irónico que tus compañeros elijan a España como destino del viaje de promoción —hecha una de sus miradas maliciosas—. El destino es una dama caprichosa.

—O tal vez me odia, una de dos —replico. Él esboza una rara sonrisa, y se va a terminar de alistar los papeleos del pasaporte.

La llegada al aeropuerto no ha sido tan mala como hubiera esperado. Aun así, no me gusta pensar que, dentro de unos meses, entrare por esa puerta para no regresar en mucho tiempo. Me coloco mis audífonos para ahuyentar estos pensamientos, y en cuanto suena la primera canción, observo con atención el ambiente.

Por un lado, veo muchos grupos de mi promoción entusiasmados por abordar el avión. Por otro lado, veo a sus padres, preocupados por todos los trámites que conllevan la salida del país de sus hijos.

En una esquina, encuentro a Rafaella coqueteando con Sebastián. A su costado veo a Giannina conversando con Mauricio. Me quito los audífonos al acércame a ellos.

—¡Hasta que apareciste! —saluda Mauro.

—Lamento la tardanza.

—Deberíamos subir de una vez. El avión nos puede dejar —indica la profesora. Les lanzo una mirada de despedida a mis padres. Ellos me sonríen.

Nos colocamos todos en fila, mientras los encargados van mencionando nuestros asientos. Siento que algo va mal cuando escucho la queja de unas chicas que están adelante nuestro. Al parecer las van a separar porque los tickets que compraron tenían números diferentes.

Una vez que llego hasta donde estaba el encargado; este mira mi ticket.

—Señorita, su asiento es el A-21 —indica.

Una vez que llego al asiento, busco con la mirada a mis amigos. Ellos están demasiado lejos para notarme.

«Joder, ¿es enserio?»

«¿Es tan difícil que algo bueno me pase?»

Al rato, un chico de cabello negro se sienta a mi lado.

«No me refería a eso exactamente»

Me sonrojo levemente al observarlo. Lleva una polera azul que combina con sus cascos. Es alto, yo diría que tiene 18 años. Tienes unos profundos ojos marrones, y su tez es trigueña.

—Hola —saluda con un tono tímido—. ¿Miras muy seguido así a la gente?

Mi leve sonrojo pasa a ser un sonrojo al rojo vivo.

—Solo tenía curiosidad —contesto desviando la mirada. La timidez desaparece de sus ojos y en su lugar se aprecia una sonrisa socarrona.

—Claro... ¿Cómo te llamas?

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