Capítulo 5

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«No pueden ser más inmaduros»

Me obligo a mi misma a seguir cantando. En el conservatorio nos enseñaron insistentemente que nada debe detenernos en una presentación. Busco conectarme con la canción, y aun cuando lo logro, el sentimiento no es capaz de aislarme del resto. La presión que ejerce el estar en un escenario siempre es el mismo, y siento que no debería ser así. Alguien de seguridad viene a separar a Sebas de Mauricio, sin embargo, el daño ya está hecho. No me importa que hayan interrumpido de alguna manera la presentación, lo que es de verdad preocupante es qué ocurrirá con ellos. Bajo del escenario momentos después, y busco a Samara para intentar averiguar lo ocurrido.

—Andrea, espera —me detiene Thalía—. Será mejor si los dejas resolver sus problemas.

—Pero, ni siquiera logró comprender qué pasó. Ellos se llevaban muy bien —la miró desconcertada. Ella se queda en silencio—. ¿Qué pasó?

—Nada —dice, finalmente—. Simples chismes.

Respiró, intentando encontrarle sentido a todo. ¿Por qué de pronto sucede esto? No lo comprendo. La fiesta continúa, el descontrol de los invitados se hace cada vez más evidente. Voy a bailar, esperando despejarme. Tantas emociones en un día logran bloquearme por completo, haciendo imposible que pueda disfrutar de la noche. Me doy por vencida luego de unos minutos y busco un asiento. Creo que necesito hablar con alguien.

"Realmente hubiera preferido quedarme contigo, Esteban"

Esperó pacientemente a que me responda. Sin embargo, al oír el pitido de mi celular, me llevó una sorpresa.

"Hola Anahí, ¿estás ocupada?"

El mensaje me produce una sonrisa; es el chico del avión.

"Lo estaba. Pero, es hablar contigo o estar vagando como una tonta en medio de una fiesta, pensando por qué demonios mi novio ha iniciado una pelea en medio de una presentación mia."

"Uy, mal momento. ¿Estás bien?"

"Lo estaré cuando sepa qué pasó. Por ahora, prefiero no pensar en eso"

Visto. No me sorprende, soy una chica a la que se le dificulta seguir un tema de conversación. Alto, me está llamando. El celular tiembla en mis manos, y logró contestar antes de que se me caiga.

—¿Hola? —pregunto.

—En vista de que estás tan aburrida, no te molestará quedarte hablando un rato, ¿no? —me anima, creo que lograría relajarme.

—No creo —contesto. Camino hasta uno de los jardines, y me ubico en una zona donde a muchos adolescentes ya se les está sirviendo la cena. Hablamos durante un largo tiempo, tanto que no soy consciente hasta que mi batería indica que está en su punto mínimo.

—Ya me tengo que ir. Mi batería está a punto de morir —explico, despidiéndome.

—Pues, ha sido un gusto distraerte. Nos vemos, Anahí —termina.

Estoy completamente exhausta; y al mismo tiempo, me siento mucho mejor que hace unas horas. No sé qué ha pasado con Mauricio y Sebastián, desde luego es algo que tendré que averiguar mañana. Algunos se sorprende al verme retirándome tan temprano de la fiesta, pero no dicen nada. Llego al hotel solo a dormir, dejando mis preocupaciones sumidas en lo más profundo de mi mente.

A la mañana siguiente, despierto cuando el sol sigue oculto. ¡Dios! Mi entumecido cuerpo va a pagar las pocas horas de sueño. Desde luego, es imposible que vuelva a dormir, así que alisto mi ropa deportiva para la visita que tendremos al Bosc Urbà. Estoy sinceramente emocionada; no se me puede considerar una persona muy deportiva, pero me causa emoción saber de que ira esto. Mis compañeros deben de encontrarse en un profundo sueño, y la resaca que le seguirá hará imposible que pueda tomarse un rato para apreciar el amanecer de la ciudad.

Suelo hallarle ironía, ya que podre apreciar esto muchas veces más, y sin embargo, ellos que solo la verán una vez, ni siquiera le toman importancia. Un mensaje llega a mi móvil, me emociono al ver al remitente. Esteban no cambia, se levanta con el sol.

"Dormilona, ¿tienes planes hoy?"

"Quedarme en la cama todo el día, acompañada de un buen helado y Netflix, suena tentador. Pero, mi promoción ha organizado una visita al Bosc Urbà"

"¡Animo! Está increíble, divierte"

Tiro mi celular a un lado de la cama, echándome en ella con la intención de descansar la vista. Sin embargo, es necesaria una sacudida de Gianinna para devolverme a la realidad. ¡Miércoles! Apostaría que son más de la 10 am, por lo cual he perdido otro paseo. Para rematarla, estuve a punto de perder la visita que tan emocionada me tiene, y de paso, de caerme de la cama.

—Andrea, ya vámonos —insiste—. Casi todos están abajo, alcanzaremos solo el último carro.

—Auch —reclamó, poniéndome de pie. Agarro mis pertenencias, y la sigo hasta el living.

El trayecto es corto, considerando que está a unas cuantas calles del hotel. Las ansias de probar algo nuevo van desapareciendo según vamos pasando en grupos. Si, si. El lugar es amplio, interesante, y aparentemente seguro. Una gran estructura conectada entre si, por sogas, arneses, redes y alguna colchonetas. Todo esto, a una distancia considerable del suelo.

«Buen momento para recordar que le tengo miedo a las alturas»

Nos dan pase libre para utilizar el lugar. Veo a algunos desconocidos intentar hacer piruetas mientras se deslizan, y siento rápidamente unos escalofríos terribles. Rafaella me hace señas, invitando a que me siente junto a las demás, para ver a los chicos divertirse. Niego, educadamente, y procedo a subir a una de las plataformas. Busco algo nuevo que me haga experimentar emoción, aún cuando me aterra pensar que pasaría si tropezara.

«Soy algo masoquista»

Me resbalo, al intentar enganchar un arnés en la cuerda en la que voy a deslizarme. Una chica morena, de cabello negro me sujeta antes de dar otro mal paso.

—Debes tener más cuidado —sonríe, dejando ver unos hermosos hoyuelos en sus mejillas—. No hay precisamente una colchoneta suave esperándote ahí abajo.

—Créeme que lo sé —respondo, mirando hacia abajo.

—Se nota que no estás acostumbrada deportes extremos—menciona ella, momentos antes de resbalarse por la cuerda. Lo hace con naturalidad, que me da envidia. La sigo, sin pensarlo más. Uno, dos, ¡tres!

Un hormigueo se instala en mi vientre; sin embargo, el pitido del aire rozando mis oídos, y la adrenalina que siento al estar yendo a tanta velocidad, me hace olvidarme de el. Se siente como volar, con la única diferencia de que no eres tú quien maneja el rumbo, simplemente te dejas llevar.

—¿Qué tal estuvo? —pregunta la morena, una vez que la alcanzo—. Oh, por cierto soy Alexandra.

—Anahí —estrecho su mano—. Es indescriptible, ¿acostumbras hacer cosas cómo estás?

—Se podría decir que me encanta arriesgarme, el deporte es mi vida.

Intercambiamos números, y seguimos completando los circuitos restantes. Ella es el sarcasmo en persona; es como un sol que te ilumina con la única intención de hacerte ver que la vida es gris. Te hace preguntarte, ¿cómo puede venir tanta malicia en un envase tan bello? Además, tiene un peculiar sentido del humor.

Pasa así el tiempo y sin darme cuenta, llega la hora de despedirnos, para ir a las playas. La promoción entera sale de las instalaciones, y vamos en grupos a caminar. Me acerco hacía Rafaella y Giannina, quienes están más calladas de lo habitual. No sé si son celos de amigas o tienen algo de verdad importante en lo cual pensar. Lo cierto es que su silencio me viene de maravilla para reflexionar.

«Odiar un cambio es inútil; después de todo, el camino ya está trazado, el aprovecharlo depende solo de mi»

¡Holaa! No podía dejar de darle las gracias a @@Girl_kid por su constante apoyo, tanto a este proyecto como en muchos otros, y sobre todo en mi día a día. Ademas de buena amiga, también eres una excelente escritora💝

Out of MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora