Abrí mis ojos de repente, ya que había escuchado los fuertes sonidos de los golpes que daban los guardias a los barrotes para despertar a los prisioneros y entre ellos estaban Luchino y yo, Bernardo.
–¡Luchino Gregoretti y Bernardo Ortolani! ¡Es hora de levantarse, buenos para nada! –Gritó uno de los guardias, al parecer por su tono de voz se había levantado del lado izquierdo de la cama. Abrí mis ojos lentamente, me puse mis lentes que estaban a un lado y me senté en la orilla de la cama. –Buongiorno, Luchino –
Salude de forma amable a mi compañero.–Buongiorno, Bernardo–Me devolvió el saludo mientras acariciaba su melena rosada.
–Vaya... Casí tres semanas en este lugar, estar aquí es algo difícil. –Pronuncié con una sonrisa dibujada en mi rostro.
–Tienes razón. Tsk... Demonios, estar aquí es una verdadera mierda ¿No entiendo cómo puedes estar sonriendo? –Dirigió su mirada hacía mi.
–No hace falta que te molestes, además, ayer obtuve buenas noticias del abogado. Saldremos de aquí en poco tiempo. –
–Pues ¿En cuánto tiempo? Sabes que no podemos estar encerrados. –Esta vez, soltó un suspiro y se levantó de su cama. –
–Lo entiendo perfectamente, pero debemos ser pacientes y eso lo sabes muy bien ¿Verdad?–Le dije con un tono de voz bastante relajado.
De repente, escuchamos como abrían nuestra celda –Muy bien, salgan. Deben desayunar– Había sido el mismo guardia de hace unos segundos atrás.
–Ya oíste al hombre. Vamos– Empecé a caminar hasta la salida de la oscura celda y como es de esperarse, Luchino iba detrás de mi y nos dirigíamos hasta el comedor.
Estábamos caminando a pasos lentos por los largos pasillos de aquella penitenciaría, hasta que finalmente llegamos al comedor; sin embargo, el aroma era bastante potente, era realmente desagradable. Nos formamos en una gran fila para que nos pudieran servir y en esa mañana y como en todas las demás, llegamos a consumir una sopa insípida, pan duro y agua.
–¿Es necesario qué comamos esto? –Levanté mi mirada del plato y pude contemplar la expresión de asco del ojirosa, saqué una risa ante eso.
–Tenemos que mantener nuestras energías. Así que, come. –Hice una pequeña pausa– No eres el único que le desagrada el sabor y la apariencia de la comida de éste lugar. ¿Crees que estoy feliz por comer esto?
Está vez, él era el que se reía.–Al menos agradezco algo– Tomó un sorbo de su vaso de agua. –Contigo no me siento tan solo. Tu compañía es agradable. –Miró directamente a los ojos, yo saqué una sonrisa por su comentario.
–Me alegro que pienses eso sobre mi y lo mismo digo. Algunas personas dicen que soy como el demonio– Eso no era mentira, a veces llegaba a pasarme en algunas cosas; pero de eso no me arrepiento.
–En realidad, lo eres. –Al escuchar eso, pude ver como sacaba unas risas.
–No me provoques tirarte la sopa encima, Luchino. –
–Oye, Bernardo. No hace falta que te pongas con esa actitud– Aun seguía riéndose de mi, en cierta parte eso me molestaba un poco, aunque sabia muy bien que estaba jugando.
–Creo que ya terminé, iré al patio a fumar un poco ¿Vienes? –Dije mientras me levantaba con la charola en mis manos.–Claro. –Se levantó de su asiento y al igual que yo, tomó la pequeña bandeja entre sus manos.
***
–A ver... Dime ¿Puro o cigarrillo? –Pregunté mientras sacaba la pequeña cajetilla de mi bolsillo junto con un encendedor.
–Un cigarrillo.
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Tras las Rejas (Yaoi/Gay)
Hayran KurguBernardo Ortolani y Luchino Gregoretti son dos mafiosos italianos de alto rango de la Cosa Nostra que actualmente se encuentran en prisión... pero por supuesto, están en aquel lugar durante un periodo de tiempo bastante corto. Durante su tiempo afu...