°Capítulo 20: Dolor.°

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NINA

La cabeza me martilla, mis pies no responden, el sabor a sangre me inunda la boca, mis costillas duelen con cada respirar, mi brazo izquierdo arde y también mis ojos; trato de abrir mis ojos y adaptarse a la luz pero ni eso hay. Con mi mano derecha sobo mi mejilla, donde aquel hombre me ha golpeado. Abro por completo los ojos y mi garganta duele; si mal no recuerdo, hoy se cumple exactamente 2 meses desde que comenzó está tortura, y 3 meses desde que hice el trato con Dimitry.

Dimitry...

Los primeros días pensé que me buscaría, que me rescataría pero no, se olvido de mi.

Me siento en la cama de paja y tablas que hay donde estoy, mi estómago duele un poco y lo sobo, no he comido en 3 días porque la última vez que me trajeron algo, se lo aventé a aquel hombre.

Tocó mi hombro y bajo hasta el corte que tengo y siento como mil agujas se entierran en mi carne. La puerta se abre y un viento frío me llega.

El mismo hombre de siempre: hombros anchos, cabello negro, ropa negra y la cicatriz de siempre, me mira y deslumbro una sonrisa. Disfruta con mi dolor, lo sé, pero no le he dado la oportunidad de escuchar un grito o gemido cuando me hace daño.

-Nina, Nina... -se agacha a mi altura. -Qué haremos con la fierecilla valiente, ¿eh? Para que veas que soy bueno contigo, -pasa su dedo índice por mis labios secos y cortados. -te llevare donde una amiga mía y tuya, ella ha estado aquí el mismo tiempo que tú pero... Lastima, ella no es tan valiente como tú. -se inclina sobre mi y me susurra al oído. - Y yo amo a las mujeres valientes.

Le doy una mirada de odio y él me hala del brazo parándome de un tirón. Me empuja fuera del cuarto y al recibir la luz de afuera cierro mis ojos, siento como pone esposas en mis manos y me empuja, abro los ojos y miro a mi alrededor, es una cabaña muy pequeña, es la primera vez que la veo.

Una cocina muy pequeña, con estufa y nevera, un comedor y una sala casi desierto son lo que hay, camino y veo dos habitaciones frente a mi, él abre una que tiene la puerta roja y empiezo empuja dentro. Al avanzar caigo al suelo y veo una figura en el suelo.

-¿Por qué no me sueltas? Ya has disfrutado mucho. -él sonríe.

-Claro que lo estoy disfrutando, pero sabes qué me gusta más, poder hacerme rico tan fácilmente, secuestrando a la esposa del segundo hombre más rico de toda Rusia. -soba su mejilla pensativo.

-¡¿Sí ves?! Soy la esposa del segundo hombre más rico... -titubeo un poco, que Dios me perdone por lo que voy a decir. - ¿por qué no secuestraron a la esposa del primero?

-Porque ya lo hice. -sonríe y mira atrás de mi. -¿Sabes qué? No quiero ser testigo de llantos ni de abrazos, así que las dejó solas. -él sale y puedo oír como le echa llave.

Miro atrás de mi, me arrastro hasta la figura en el suelo, se siento y suspiro, le quito el cabello de la cara.

-¿Irina? -mi voz sale en un susurro, ella frunce el ceño.

-¡¿Nina?! ¡Nina! -ella me abraza y siento mis costillas doler, cierro los ojos para no llorar.

Ella está sucia, tiene un morado en su pómulo y su pierna está sangrado. Me separo y la miro.

-¿Estás bien? ¿Te han hecho algo? -ella niega.

-No, nada. -ella me toca la mejilla. -pero tú estas peor, ¿hace cuánto estás aquí? -ella pone un mechón de mi cabello tras mi oreja.

-No estoy completamente segura pero creo que dos meses. -ella abre su boca y sus ojos.

-¡Tanto tiempo, eso no puede ser posible! ¡Por Dios! ¡No tienen corazón! -ella se soba su vientre. Y lo observo, está abultado. Y entiendo todo. Abro mi boca con asombro pero al ver su cara no digo nada.

Amor Por ContratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora