Izaya no llamó a la puerta de inmediato, pues a través de ella le llegaron los escandalosos, y aparentes, «monólogos» de Shinra.
—¡Claro que sería capaz de comer cualquier cosa que mi amada Celty prepare! ¿Cómo puedes dudarlo? Además, sólo se ha quemado la mitad... No, no me siento obligado de ninguna manera. Hey, Celty, déjalo ahí... No es necesario. Ya estoy retrasado... —Izaya puso una mirada exasperada y luego se anunció al tocar con los nudillos.
—¿Quién se ha creído que es para interrumpir el desayuno...? —escuchó murmurar a Shinra mientras se acercaba por el pasillo. El médico giró el pestillo y abrió la puerta.
—Shinra.
—Ah, sólo eres tú, Izaya —dijo el joven de lentes sin el menor entusiasmo. Tampoco pareció encontrar llamativo el que su «amigo» tuviera mal aspecto; el informante no se había molestado en quitarse la ceniza del rostro y las ropas, pero si había comprado vendas en una droguería, de tal modo que ambas manos las llevaba cubiertas y su herida en la pierna, aunque insignificante, no saltaba a la vista.
«Sí, sólo soy yo.»
—¿Esas son formas de tratar a las visitas? —dijo Izaya con aires de haberse ofendido.
—Esto es lo más que recibirás de mi parte. ¿Por qué estás aquí? ¿Estás herido?
—Un poco.
—Es una lástima.
—Hipócrita.
—Tú lo has dicho. ¿Qué necesitas?
—Debo pedirle un favor a Celty.
La dullahan se asomó por el pasillo, pero no tardó en adentrarse nuevamente en la sala con el propósito de brindarles privacidad a los otros dos. Izaya saludó al hada con una mano antes de retomar la conversación con Shinra.
—¿Sabes del incendio que tuvo lugar hace un rato?
Shinra alzó una ceja.
—¿Saberlo no es trabajo tuyo?
—Estuve ahí, pero no recuerdo cómo sucedió.
—Pues seguramente estás enterado de que no soy un hipnotizador, un advino ni nada por el estilo. Si no lo recuerdas, se paciente. Ya vendrá a ti —sugirió en tono despreocupado.
—Vaya, vaya. Y yo pensé que venir aquí podría ser una gran decisión.
Shinra sonrió mientras colocaba una mano en el marco de la puerta.
—No te creo ni un poco. Si lo que querías era darle un trabajo a mi adorada Celty, pudiste mandarle un mensaje de texto en lugar de venir aquí (Shinjuku no es un lugar que yo llamaría cercano precisamente). Además, veo que no te encuentras en la necesidad de mis servicios como médico, así que... ¿por qué has venido?
«Bien, muy acertado como siempre.»
Izaya evaluó la mirada inquisidora mas no preocupada del otro.
—Vine a saludar, estaba por la zona y no en Shinjuku —se excusó.
—Pues tus saludos han sido recibidos —Shinra hizo el ademán de cerrar la puerta.
—Si Shizu-chan se pasara por aquí, avísame —dijo Izaya dando un paso hacia atrás antes de que Shinra se encerrara en su departamento. Al parecer era imperdonable para él que alguien lo interrumpiese cuando estaba teniendo un rato agradable con Celty.
Izaya se quedó unos instantes sin moverse de su sitio.
«Supongo que es un alivio el que no dé la impresión de estar planteándome ideas peligrosas.»
El joven se alejó, mientras escuchaba nuevamente la risa del médico.
«Eres un pésimo amigo.»
«Pero ¿quién puede culparte?»
«Después de todo vivimos en mundos completamente diferentes, opuestos quizá.»
«Yo amo a todos y tú sólo a uno. Amas a un monstruo.»
...
Al retornar a su departamento, Izaya logró ocultar su frustración. O eso pensó hasta que Namie le preparó una taza de café sin parecer irritada por su trabajo de secretaria. Después, la joven aceptó cumplir un encargo que no correspondía a sus tareas habituales. Ambos gestos eran el equivalente a una cálida sonrisa por parte de cualquier persona que no fuera alguno de los «extravagantes» conocidos del informante, o, dicho en otras palabras, de sus cuarenta y tres cartas descartadas.
La carta cincuenta y cuatro, que había logrado salvarse pese a todo el ajetreo, seguía dentro de su bolsillo.
—¿Has pasado un buen rato? —preguntó el informante dándole un sorbo al café.
—Sí, podría decirse eso. Si acaso lo comparo con el que tuviste tú.
—No te equivocas, Namie-san. Tuve que suspender mi nuevo entretenimiento.
—¿Y cuál sería si puede saberse?
—Conocer la naturaleza de Shizu-chan.
Namie mantuvo una expresión neutra.
—Creí que lo considerabas aburrido.
—Quizá cometí un error.
La mujer se encogió de hombros y subió al segundo nivel para tomar las medidas de su próxima compra.
En tanto, Izaya activó la sesión de chat para darse cuenta de que Celty Sturluson había aceptado el trabajo de averiguar el origen del incendio (y de paso, la posible intervención de Shizuo). La paga prometida era excesiva, incluso para los estándares del informante, pero el hada no insistió en conocer cuál era el interés de su empleador y éste no se lo dio a conocer.
«Si se lo dijera, la transportista seguramente pondría a Shizu-chan sobre aviso.»
«Algunos humanos se cuidan entre ellos, así que no sería de extrañar que los monstruos actuaran de forma similar.»
Izaya contempló la carta y le restó importancia a las vendas ensangrentadas que seguían apaciguando el dolor de sus palmas. Aunque no podía decir que deseara no sentirlo..., por alguna razón.
—¿La quieres en color negro? —preguntó Namie bajando por las escaleras.
—¿Tienes que preguntar? Seré anticuado en mi aspecto, pero elijo negro. El negro es un buen color para esconder lo que uno desea —murmuró mientras escribía una lista de nombres sobre la carta.
Namie se marchó sin añadir comentarios a lo dicho.
Como sus ánimos se esfumaron paulatinamente durante el día, Izaya optó por permanecer fuera de las calles y avanzar el trabajo impuesto y demás tareas secundarias.
«Habiéndose criado de manera tradicional, es fácil para mí imaginar a Shizuo luciendo una yukata o con algún añadido a ese ridículo traje de barista...»
«¿Una bufanda sería un sello distintivo?»
Izaya se balanceó con desgana en la silla antes de incorporarse y, aunque pensaba pasar el resto de la tarde en casa, se vistió con su abrigo que no tardaría en cubrir una remera negra de bordes rojos.
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El día a día de Izaya Orihara
FanfictionEl informante finalmente tomó una decisión: "Durante los siguientes tres meses observaré a Shizu-chan de la misma manera en que suelo hacer con el resto de los humanos; lo observaré y también lo seguiré a dónde quiera que vaya con la misma dedicació...