Capítulo XXII

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El tener a Izaya Orihara en su casa no dejaba de ser un asunto raro, aun cuando lo hubiese invitado el propio Shizuo, el monstruo de Ikebukuro.

Shizuo no esperó que, tan sólo un día más tarde del arrebato de Izaya, éste lo esperaría en el alféizar de la ventana, como había hecho en otra ocasión.

El que estuvieran juntos era definitivamente raro.

Sin embargo, las conversaciones guiadas por el informante lo eran todavía más.

—¿Quién fue la primera persona que te besó? —dijo Shizuo con aire exasperado.

«En verdad que eres "bueno", maldita pulga.»

«¿Cómo fue que lograste que termináramos hablando de...?»

—Shinra.

Shizuo escupió lo que había estado bebiendo y tosió repetidas veces hasta volver a respirar con normalidad (cuestión que le llevó un buen rato). Se llevó el puño de la remera a la boca y luego bebió más agua para aclararse la garganta.

Izaya rio ante la brusca reacción del guardaespaldas.

Aunque estaba rojo de vergüenza, Shizuo no pasó por alto que era la primera vez que lo escuchaba reír con la confianza de siempre.

Reprimió una sonrisa, pues, en el fondo, temía haberse equivocado al confiar en Roppi o en Izaya. Aun no era capaz de precisar a quién tenía en su hogar. ¿A los dos? ¿Acaso eso era posible?

—Además, estoy seguro de que yo he sido también el primero para él. Celty no tiene cabeza después de todo. Ya me entiendes. —dijo Izaya con la diversión impregnada en la voz—. ¿Te he sorprendido, Shizu-chan? Yo soy el tipo de persona que haría de todo para conseguir lo que desea. A mí nada me parece particularmente escandaloso, o inmoral.

Shizuo lo miró con cierto reproche y también con mal disimulada curiosidad.

—Aun así, Shinra es un amigo y nada más que eso, el único que tengo. Concluyó que mi decisión de amar a todos por igual era muy acertada, dada mi «naturaleza sensible». Ahora, no es de extrañar que, por no atenerme más a su sano consejo, me encuentre como estoy.

«Sin embargo, he adoptado una decisión.»

«Simplemente porque me siento deprimido y desesperado.»

«A partes iguales.»

—Izaya.

—Hey, Shizuo, aun si no lo piensas de ese modo, me gustaría reafirmar algo. Tú y yo así lo acordamos. Y si te niegas, te recuerdo que firmamos un «contrato».

—¿«Algo»?

—Ven, acércate.

«Loco, ahora decidido, pero...»

Shizuo, obediente, se inclinó sobre la mesa hasta alcanzar el rostro del informante.

Izaya pareció vacilar durante una fracción de segundo, pero también buscó imitarlo.

«Esto es sólo cosa mía, pero, aunque...»

«... no es útil y no es interesante, es mejor que nada.»

Shizuo no habló. Y tampoco se apartó cuando sintió sobre sus labios los de Izaya. Inmóvil, los sintió cálidos y suaves. Luego advirtió los dedos de Izaya, muy fríos, rozarle la mejilla, antes de que lentamente bajaran por la curvatura de su cuello.

—Yo siempre cumplo lo que prometo, Shizu-chan —dijo Izaya separándose un poco—, no solamente porque sabía que disfrutaría de ver tus reacciones, el otro día yo quería mostrarte «esto».

—¿Y qué es «esto»?

—Lo que tú quieras que sea. Por mi parte no voy a obligarte a nada. Siéntete afortunado. Lo mejor de todo es que, si acaso te lo preguntaran, tendrías que decir que la primera persona que te besó fue tu «declarado enemigo». Si fueras más como yo, y si no buscaras parecerte a un humano cualquiera, pasarías un buen rato viéndoles la sorpresa en sus caras. Y reirías.

—No eres la primera persona a la que beso.

—¿No? Es una pena. Tú sí que eres la mía.

—Pero ¿qué dices? No acabas de soltarme... Pulga de mierda. ¿Me mentiste?

—Claro. Pero tú hiciste lo mismo.

Shizuo iba a replicar, pero Izaya lo calló.

Con un mano en torno a su cuello, Izaya lo besó por segunda vez. Y no tardó en percatarse de la indecisión en los labios de Shizuo.

—Si acaso te importa lo que digan los demás, Shizu-chan, te prometo que no diré nada... Y «esto» tampoco se repetirá.

«A mí, en cambio, no me importan los motivos que tengas para seguirme.»

«Al menos por hoy así será. Así lo pensaré.»

«Y mañana buscaré recordarlo. Y sólo por el bien de "ese" par.»

Shizuo suspiró cuando notó que su cuerpo temblaba por completo. Y, ansioso por sentir bajo de sí la piel del informante, apartó la mesa que los separaba. No pensó en nada más...

—Las cosas que hago por ti.

«Lo intentare, por Tsukishima.»

—¿Por mí? —Izaya puso una mueca—. Bah, da lo mismo.

Shizuo se sentó a horcajadas sobre Izaya y bajó el rostro hasta sentir por tercera vez su boca. En tanto, sus manos buscaron las muñecas del informante y pasaron también por encima de los cortes, dispares y profundos. Los sintió a cada uno, sin excepción, e Izaya en respuesta de cuando en cuando se permitió dejar escapar una que otra queja.

Shizuo se preguntó si aquella sumisión se debía solamente a sus heridas.

—Eres un monstruo.

—Y tú pediste por este monstruo.

—Sí, yo pedí por el monstruo al que amo.

Shizuo no frenó sus caricias, pero no le pasó desapercibido al informante que aquella declaración suya le había cambiado la expresión del rostro. Le cambió a una expresión un tanto lúgubre...

«Tiene razón, Shizu-chan: esto es un gran error...»

«Pero, al menos por hoy, no me importará nada que no sea "esto"»

«Aun si se trata de una mentira.»

«Aun si se trata de un error...»

«Aun si se trata del último de todos...»

El día a día de Izaya OriharaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora