Capítulo III: "Té y Tesoros"

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CAPÍTULO III

El auto iba por aquel camino de arena a toda velocidad con Jeonghan al volante. Ninguno de los otros dos desconocidos se había sacado el turbante de la cabeza y a Wonwoo le molestaba el hecho de que aquel vehículo fuera tan pequeño que apenas podía extender sus rodillas sin que estas chocaran con el asiento del copiloto. Otra duda era como aquel chico alto podía estar tan tranquilo a su lado sin sentirse incómodo. Wonwoo observó disimuladamente las largas piernas del hombre. Eran extensas y estaban un poco en diagonal para obtener más espacio. Ese pantalón color arena resaltaba sus rodillas anchas y sus piernas eran musculosas, no como su propia y delgada figura. Estaba seguro que era aún más delgado que Jeonghan y el chico que iba como copiloto pero, en su defensa, podía alardear de que era capaz de comer kilos de comida y jamás engordaría.

Sin querer, sus últimos pensamientos lo hicieron despreocuparse un poco de la realidad. Se irguió en su lugar cuando esos ojos café se cruzaron con los propios de nuevo, el sujeto alto tenía una mirada penetrante a tal punto que pondría a llorar a cualquiera pero a Wonwoo solo sintió un calor en sus orejas.

—¡Auch!

Exclamó al sentir como sus muñecas aún atadas sufrieron los pinchazos agudos en aquella piel un poco sensible. La soga era sin duda una tortura y no se dió cuenta que si se movía lo suficiente el material dejaba aquella zona roja y picosa.

El tipo de la mirada, o a si lo llamaría por ahora, hizo sonar el filo de una navaja que cortaba el aire al manipularla con gracia. Wonwoo solo se tensó más pero el brillo de esos ojos que lo atrajo de nuevo como un mosquito a la luz, en pocos segundos sus manos se libraron de aquella prisión.

—¡Ya llegamos!

Jeonghan rió como un chiquillo, su acompañante aplaudió dos veces con orgullo y Wonwoo solo separó la mirada de esos ojos silenciosos. Sus mejillas estaban acaloradas y culpó al sol del desierto por ello; aquel astro que comenzaba a ocultarse y dejaba en el cielo tonos violáceos, anaranjados y rojos que pintaban las nubes. Las pirámides de Giza aparecieron ante sus ojos y él se sintió como un niño pequeño llegando al circo.

El auto se detuvo enfrente de la gran edificación que había en aquella calle en la que aún, señoras agarradas del brazo de su amante, caminaban dando los últimos paseos de la tarde.

Un muchacho joven al que apenas comenzaba a crecerle el bigote, llegó corriendo para abrir la puerta de Jeonghan y este le entregó las llaves. Vestía un traje bastante usado, negro a rayas blancas y tenía un gorro marroquí en medio de su alargada cabeza ¿El director de una biblioteca tenía servidumbre?

Wonwoo bajó dudando en que hacer, como un pequeño pájaro mojado y desamparado. No era tan estúpido como para echarse a correr por las calles, esos sujetos tenían armas y su líder sabía bien en donde se hospedaba. Además, no recordaba en dónde quedaba el hotel, las calles en El Cairo eran prácticamente un laberinto.

— Ven Wonwoo, debes estar cansado.

Jeonghan prácticamente lo empujó adentro del edificio y las sorpresas para Jeon aun no acababan. Si se había sentido un niño en aquella tumba, al ver ahora toda esa montaña de libros ordenados en estanterías fue el mismo paraíso. Sus ojos brillaron, su boca estaba abierta y sus piernas le decian que fuera a cualquier estantería a curiosear pero, detrás de esa cara angelical había un tipo que lo empujaba nuevamente hasta llegar escaleras arriba. Jeon WonWoo guardó en su memoria aquellas paredes llenas de historia y olor a papel antiguo.

—Me alegra ver tu cara de satisfacción a pesar de que hace unas horas te libramos de la muerte.

— Yo... realmente estoy muy confundido.

HISTORY [Meanie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora