11 de octubre del 2005:
Aún estabas ahí. Frente a mi, agitando tu mano mientras caminas hacia atrás con una delineada sonrisa.
Hubiera ido a tu rescate princesa, como en esa película caballeresca que veíamos en las noches cientos de veces, pero, era tarde. Tu delicado cuerpo yacía tendido en la pista y tu sangre, esa que te daba pavor, rodeaba tu cuerpo.
He tenido pesadillas, desearía despertarme en la noche y contártelas por seguridad, pero, ya no estás aquí para escucharme mientras veía tus párpados caer rendidos de sueño.
—¿Es usted su familiar?—preguntó el asesino conductor, luego de correr despavorido hasta donde me encontraba yo.
No pude responder, mi mente no llegaba a asimilar aún lo que pasaba.
—¿Jóven?¿es usted su familiar?—insistió.
Asentí, casi sin notarlo.
—Llamé a una ambulancia—informó el señor.
Esperamos de pie. Yo, con las manos en los bolsillos observaba la escena, sentía que mi garganta se enrollaba y necesitaba gritar.
Luego de un par de minutos una ambulancia te llevó, y te acompañe.
Las primeras lágrimas descendieron hasta tu mano que yo sujetaba.Luego de unas horas, en la sala de espera junto a tu padre y hermana, un hombre de blanco se acerco a darnos la mala noticia. Ellos lloraban desconsoladamente. Ella se aferró a su cuerpo mientras mojaba con sus lágrimas, su camisa azul. Yo, salí caminando del lugar, me importó poco la lluvia, sentía que el cielo lloraba por ti y que esas eran mis lagrimas que aún yo no podía expresar.
Pasé por el Battleship, me detuvé a beber de tu cerveza favorita y sentarme en la mesa en donde nos solíamos abrazar, vuelve por favor, sin ti yo no sé que es amar.