14 de diciembre del 2005.
Entro de nuevo al bar, ya con unos tragos encima, me acerco a la barra y pido una bebida. El barman me observa con preocupación y continua con su trabajo.
¡Estas aquí! ¡no puedo creerlo! Corro a tu encuentro y toco tu espalda con desesperación, quiero abrazarte.
—¿Qué sucede?—pregunta girandose, quien parecía ser tu fantasma.
¡Mierda! Esa no es tu voz...
—No nada, solo quería pasar, permiso—miento.
Tal vez solo es una ilusión óptica que creó mi subconsciente que te extraña.
El resto de la noche me la pasé bajo la luz de emergencia, bebiendo y observando a la gente joven amar y ser feliz.
—Hola, ¿estás bien?—pregunta una voz.
—Sí, eso creo—miento de nuevo, se cuan mal me encuentro.
—¿Cómo te llamas?
—Alexander.
—Yo soy Ann, un gusto.
La mujer extendiende su mano para saludarme, hago un esfuerzo para corresponder el saludo. Ella tiene un aire a ti, ojos grandes y negros, piel pálida y pestañas curveadas.
—¿Te puedo llamar como ella?—pregunto, se parece a ti, no puedo perder la oportunidad de sentirte conmigo una vez más.
—Me temo que no—responde la mujer.
Perdí, quería pensar que otra vez estabas a mi lado haciéndome torpes preguntas como de costumbre.
—Pero hay algo que si puedo hacer por ti—continua.
—¿Ah si?—pregunto con desinterés.
—Sí, llevarte a tu casa, luces fatal.
—Me iré en mi auto, no hay problema.
—Dame las llaves, yo te llevaré.
—¿Cómo se que no me robarás?
—Vamos, confía en mi.
Extrañamente siento confianza en esa mujer, cariño, no sé si es su parecido a ti o algo en el aire que me hace creer en sus palabras.
Me ayudó a salir del bar y me sentó en el asiento de copiloto, donde era tu lugar, puedo sentir tu olor aun impregnado en el cinturón de seguridad. Sé como llegar más rápido a casa pero me callo los atajos para sentir tu aroma durante más tiempo.
—¿Por qué eres tan amable conmigo?—pregunté, realmente me asusta una repentina preocupación de una completa desconocida.
Ella no respondió. Al llegar a casa, estacionó mi auto en la entrada y luego la acompañe a pedir un taxi.
—Gracias Eleanor—dije tratando de ser cordial.
La mujer me mira extraña y se sonríe para luego abordar un taxi. Ella era Ann, la llamé por tu nombre, perdonenme ambas, no era mi intención.