17 de mayo del 2002
Tomo mis cosas y antes de colocar la llave en la puerta doy un paso para atrás y me dirijo rápidamente hacia donde estabas tú.
—Probablemente regresaré tarde hoy—te informo tocando tu mejilla.
Bajas triste tu mirada y tomas mi mano.
—Adiós—pronuncio antes de cerrar la puerta.
En camino al trabajo, no podía dejar de pensar en lo emocionado que estaba por verte de nuevo. Extrañamente mi corazón late fuerte cada vez que regreso a casa para verte.
Luego de unas horas de papeles y papeles me tomé un tiempo para almorzar, caminé hacia la salida de mi oficina para dirigirme a algún restaurant cerca. Cuando estaba a punto de dar el último paso te observé en la puerta, parada sosteniendo un paraguas bajo la incontrolable lluvia de Sheffield.
—Ven para acá—casi grito haciéndote una seña para que te acerques
—Está lloviendo muy fuerte desde hace menos de media hora—comentas mientras tiritas de frío.
Te abrazo fuerte y coloco el paraguas sobre nuestras cabezas, apoyas tu cabeza en mi hombro y nos dirigimos hacia el restaurant.
Sentados ya en la mesa observas la carta mientras tomas mi mano, estaba fría, pero no me importaba, quería sentirte, porque la calidez de tu presencia era más fuerte que cualquier lluvia.
Luego de unas pastas, pasamos a nuestra clásica conversación después de una comida.
—¿Qué harías si yo muero antes que tú?—preguntas ansiosa.
—No me digas eso, ahorrate esas preguntas cariño—contesto, un poco asustado.
—¡Vamos! ¿En serio no vas a responder?
—En primer lugar, eso no va a pasar.
—Es improbable, podría morir mañana, o en mil años.
—Estoy seguro que no pasará, porque Dios tendrá que verselas conmigo si es que se atreve a arrebatarte de mi—concluyo.
Te quedaste sin palabra alguna, tal vez te sorprendió mi sentencia pero, definitivamente no tenia idea de que Dios ya me había abandonado antes de que yo pueda correr en tu aulixio.