Dulces mentiras

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—Te quiero.

—¿En serio? —cuestionó, tímidamente, la muchacha.

—Sí, te quiero mucho más de lo que te puedes imaginar. —aseguró.

Romina sacudió con desespero su cabeza, tratando de ahuyentar aquellos recuerdos que le dolían profundamente. Con sus manos retiró aquellas lágrimas traviesas que habían comenzado a brotar de sus ojos, sin que ella pudiese darse cuenta y que, ahora, rodaban por sus mejillas. No podía creer lo que sus ojos habían visto y, en busca de algo que le dijera que todo era mentira, volvió a fijar su mirada en aquel parque.

¿En verdad ese era el chico que le había jurado que la quería y, ahora, besaba a otra chica?

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