La escritora que no podía escribir

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El sonido que producían sus dedos al chocar contra el teclado era como una bella melodía que apaciguaba su alma, la arrullaba, y le entregaba una sensación sublime de tranquilidad. Han pasado meses desde la última vez que lo escuchó, ahora solo llegaba a sus oídos el sonido del motor de su refrigerador, un ruido blanco que le provocaba más ansiedad que relajación.

Tic toc.

También el reloj la ponía nerviosa, más tiempo del esperado estaba durando el proceso creativo. Su cabeza era ahora un nido abandonado de ideas, desde que él llegó a su vida se le acabó la inspiración. Estúpido amor. Ya no lo quiere, no lo necesita, ella necesita escribir, liberar sus sentimientos en forma de poesía, no con lágrimas desbordadas en el pecho de un completo desconocido.

Se acabó.

Esto no iba a funcionar, así que decidió terminar por lo sano, cerró su perfil, borró su pasado de escritora melancólica y se rindió con la poesía, ya no habría espacio para escribir en noches de vigilia.

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