Deseos

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La tradición de las doce uvas siempre le había parecido sumamente ridícula, es decir, ¿en verdad alguien era capaz de comérselas todas?.

Ella nunca lo lograba, pero ahí se encontraban otra vez, esperando que comenzaran a sonar las doce campanadas para comer las doce uvas y pedir doce deseos.

¿Por qué tenían que ser doce?

No lo sabía, ella sólo tenía uno en mente, así que, cuando las campanas empezaron a tocar, tomó una uva -sólo una- y pidió un deseo -sólo uno-.

Volteó a la puerta y las lágrimas comenzaron a caer sin compasión.

¿Por qué él no estaba ahí?.

Los deseos de Año Nuevo nunca servían.

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