La marca de la bestia

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La bestia siempre viene a llevarse todo lo que tienes, una vez te tiene en su poder puedes darlo todo por perdido. Ella te tomará desprevenido, se acercará sigilosamente y aturdirá todos tus sentidos. Tú ya no serás capaz de pensar adecuadamente, tu sentido de alerta se disparará desastrosamente pero no podrás hacer nada. Cuando ella te alcanza no hay tiempo de volver y es imposible hacerle cara porque la bestia no tiene cara, ni nombre y mucho menos apellido. Nadie sabe como es, y mucho menos quién es, hasta que lo tienen de frente, entonces las piernas tiemblan y el pulso se acelera, uno puede morir en ese instante porque el corazón se detiene y la respiración falla, sin embargo aún te sostiene la esperanza.

La bestia devora las almas de los nobles porque son ellos los únicos que caen en su infame juego, son ellos los únicos que creen que los demonios tienen sentimientos, y se abren el pecho para que estos  tomen todo lo que llevan dentro. Ella hace muy bien su trabajo, selecciona minuciosamente a las almas de los desgraciados, de los sensibles, de los poetas, de los cantantes, de los pintores y todo aquel que sea un verdadero artista. Les mira cuidadosamente, les persigue hasta que sus plumas y pinceles queden desgastados, hasta que la tinta de la máquina de escribir se haya agotado, hasta que su existencia sea inmortalizada por la obra del artista.

La bestia tocará un día a tu puerta como tocó la mía, y te mostrará la tentación encarnada en un demonio que parece enviado del cielo, en ese momento tú ya no podrás escapar de tan placentera tortura y cederás a sus caprichosas peticiones de convertirla en algo de eterna perdura, entonces terminarás desvelado en una madrugada sombría transformando a la bestia en la más agridulce ambrosía.

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