Capítulo 1: "El latido que no pedí"

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Con los audífonos puestos y la música a todo volumen, es especial cuando son mis favoritas, el trayecto de 40 minutos desde el trabajo hasta mi departamento se acorta, y más si se acompaña de buen clima, la fría brisa del atardecer corre y se cuela por las ventanas del autobús, amo este clima, es una de las muchas razones por las que me mude aquí, no hace calor, tampoco demasiado frio, no en esta época del año, aunque aún tengo que experimentar el invierno aquí, el aire es fresco y limpio, no en su totalidad, claro, pero es mucho mejor que donde estaba. Hay árboles en cada esquina y una tranquilidad tan maravillosa que casi puedo respirarla.

Me levanto del asiento y pido permiso a las personas en el pasillo del bus, segundos después la puerta se abre, bajo después de un par de personas, a veces suele ser algo molesto bajar del bus en horas pico, hoy he tenido suerte, dentro de lo que cabe, no todo es gloria y menos todos los días y todo el día.

Camino la cuadra que me falta para llegar a mi departamento, está cerca de la parada, este pequeño recorrido diario me ha servido para conocer algo a mis vecinos, bueno, más bien inmiscuirme en la vida de ellos. Al lado izquierdo de mi piso esta un anciano viudo que pasa todas sus tardes sentado en las pequeñas escaleras fuera de su casa, ya un poco desgastadas, por cierto, no entra sino hasta después de la puesta de sol, constantemente con la misma expresión, como si estuviera esperando por algo o a alguien, siempre me saluda con una pequeña sonrisa a la que yo respondo de la misma manera, justo como ahora.

También están los adolescentes de enfrente, siempre en sus respectivas habitaciones con las ventanas abiertas y música a todo volumen, lo sé por qué el ruido suele llegar a mi piso. La amargada señora dueña del edificio donde vivo siempre cerca de la ventana del primer piso, muy comunicativa y cascarrabias, por cierto, pero buena persona.

Subo las escaleras al segundo piso, entro y descuelgo mi bolso de mi hombro, cuando estoy por tirarla en el sofá la imagen que tengo me paraliza.

Mierda, jamás en mi vida pensé ver sexo lésbico en vivo.

-Hola -carraspeo un poco para que Katerina, mi compañera de departamento note mi presencia.

-Yazlyn -me nombra tapando el torso desnudo de su novia, quien por cierto esta sonrojada y baja la cabeza avergonzada -. Pensé que salías más tarde del trabajo hoy -me mira sin preocuparse de estar mostrándome las tetas.

Si, yo también creía que saldría más tarde, pero las cosas nunca son como piensas, los planes se hacen lomas decía mi mamá.

-Yo también, no te preocupes -no pude contener mi risa. Lina, la novia de Katerina ya ha terminado de ponerse su ropa y ahora la pelinegra se viste.

-Lo siento -se disculpa Lina tímidamente.

-No tienes que disculparte, es normal -creo, agrego en mi mente -. Debí decirles que venía temprano, haré la cena ¿quieren algo en especial? -pregunto sonriéndoles, me gusta cocinar, pero odio la parte de estar preguntándome y pensando que voy a hacer.

-Tranquila, ya comimos y dejamos un poco de pasta para ti -dijo mi compañera de piso. Eso es algo que agradezco, no vengo con mucho ánimo de cocinar.

-Gracias -camino hacia la pequeña cocina y dejo mi bolso en la silla de la mesa para cuatro. Saco un poco de jugo de la nevera y busco la pasta de la que Katerina me hablo.

-La pasta está en el horno -me avisa la chica del cabello corto, debo decir que no soy muy fan del cabello corto, pero a Katerina ese estilo le queda, corto por los lados y algo más largo arriba -. ¿Qué paso? Pensé que era tu día de doble turno.

Arrugue mí frente al recordar lo de esta tarde.

-Conocí al idiota del dueño del hotel -creo que fueron muchos del.

El Dulce Sabor de la Perversión (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora