—No me puedes impedir ver a mi familia —mi voz suena más dura de lo que pensé, algo que he notado desde que me cambió es eso, mi voz es más fuerte, no alta, más profunda —. Están muy preocupados y no sé qué les dijiste, pero quieren venir a verme, no van a venir aquí ni de chiste —sigo renegando.
Mi familia siempre ha sabido darme mi espacio, mi tiempo. Es normal que no los llame mucho y que les responda ocasionalmente los mensajes. Pero ahora ya ha pasado mucho tiempo desde que los vi, y con mi desaparición de varias semanas se han preocupado mucho, no lo dicen cuando me llaman, pero sé que están un poco molestos también. Y lo entiendo, me perdí y luego volví como si nada, eso es algo por lo que ya los he hecho pasar y cause muchos problemas. El punto es que quieren visitarme. Y no pienso dejar que vengan, son cuatro: mi madre, padre y mi hermana y mi hermano, ambos mayores que yo.
Primero, porque en mi departamento no hay espacio y tendrían que quedarse porque el viaje es algo largo. Por eso siempre vuelvo yo a casa, además de que no me siento cómoda haciendo que viajen por mí. Son mi familia, sí, pero nunca dejé de sentirme en deuda.
Segundo, porque en esta casa no los pienso recibir, no es mía, no pasaré demasiado tiempo aquí y no quiero deberle más al idiota.
Tercero, porque siento que necesito volver a un espacio donde me sienta más cómoda, más tranquila. Y debo aceptar que convertí esa casa en mi espacio seguro. Un lugar donde puedo volver cuando me esté sintiendo sola y desubicada. Por años ha sido así.
—Pueden visitarte aquí. Esta casa es tuya. Eres mi esposa pequeño demonio —su voz trata de ser calmada, pero se notan sus ganas de control y autoridad.
Su voz, su mirada, su comportamiento y expresiones corporales me dicen que, aunque se ha estado conteniendo, si le sedó un poco más de control, será mi fin, me encerrara en una caja y le pondrá llave para siempre. Quiere tenerme a su lado, atrapada. Lo sé.
Como también se, que, aunque lo reniegue, una parte de mí, quiere ser dominada por él. Quiero sentir su respiración, su piel, el cariño que me puede dar, y, sobre todo, quiero su sangre. Quiero abrir mi boca y probarlo, lamer su piel abierta y morder su carne, saborearla.
Cuando me mira de esa manera, todo mi cuerpo se estremece, no sé si por miedo o por algo mucho más peligroso. ¿Cómo puede alguien tan peligroso parecer tan... cercano? Me hace sentir como si fuera la única persona en el mundo, pero al mismo tiempo, estoy convencida de que soy un capricho.
Algo que he estado tratando de contener muy dentro de mí, pero cada vez que simplemente siento su presencia cerca, mi boca saliva y trago imaginando que es su sangre y su carne.
Cada día que pasa, es más fuerte.
Pero me aterra pensar que, si lo hago, lo seguiré haciendo, sin poder parar.
No me da miedo lastimarlo, se lo merece.
Me da miedo engancharme a él, como enganchan las drogas.
—¡Esposa y una mierda! ¡No soy tuya! —le gritó, harta —. Para ser tu esposa debía aceptar serlo. No me diste ni opinión ni opción maldito idiota —le hablo sin quitar mis ojos de los suyos, puedo sentir el ya, reconocido para mí, ardor en mis ojos al acumularse ahí la sangre. También mis encías picar pronunciando y afinando más mis dientes. Duele, arde, quema.
—¡Eres mía! —pierde al fin la paciencia. Una parte muy primitiva de mí, que no conocía, hace que mi vientre palpite al escucharlo, pero me mantengo firme —. Solo Dios sabe pequeño, lo mucho que me he estado conteniendo y lo mucho que me esforcé en tratar de no llenarte con mi semilla y marcar todo tu cuerpo desde el primer momento en que te vi —su frente arrugada y mandíbula apretada se marcan cuando habla —. Solo Dios sabe que hasta el momento en que me mordiste, pensaba hacer contigo lo que debería una pareja normal para casarse. Pero maldita sea, unas gotas de mi sangre en tu sistema me hicieron física y mentalmente imposible controlarme.
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El Dulce Sabor de la Perversión (En edición)
FantasíaYazlyn ha sobrevivido a las sombras de su pasado, sin saber que el mayor peligro está en los brazos de quien dice amarla; de la oscuridad que lleva dentro y que arde por ella. "Un deseo ardiente se apoderó de mí, inundando cada fibra de mi ser con...