Capítulo 18: "El Precio de la Marca del Infierno"

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 —¿Dónde y cómo? —el idiota pregunta apenas se cierra la puerta detrás de él. Su voz me alarma, es mejor no decir nada. Trago saliva y me pongo a sacar las cosas de mi bolso sobre el escritorio, el ayudarle a instalarse fue una excusa, vamos a estar dos días aquí como mucho y mi hermana ya le había mostrado la habitación. Ni siquiera entiendo cómo todos supusieron que vamos a dormir juntos, voy a dormir con mi hermana. No puedo compartir habitación con él. Siento que mi control de mi cuerpo se deshace con él cerca, aun más estando solos, cada día se vuelve mayor mi deseo por tenerlo sobre mí.

En un segundo su cuerpo se pegó al mío por la espalda. Mierda.

—Dormiré con mi hermana, quédate en esta habitación —tampoco es que tengamos habitación de invitados. Sus manos me sujetaron las caderas y hundió la cabeza en mi cuello. Un escalofrío placentero me recorrió cuando sentí su aliento.

—Eso no pasara pequeño infierno ¿Dónde y cómo? —su tono es cada vez más grave. Sus dedos se enterraron en mi cadera sacándome un gemido. Mierda, esta sensación de peligro me excita. Yo, deberia ser la que esta reclamando cosas, ha hecho y deshecho como ha querido con sus palabras y acciones desde que llegamos, aprovechando la situación a su antojo.

—No sé de qué hablas idiota —respondo, sé de qué habla, pero si digo algo siento que me va a ir mal.

—Su maldito olor esta en esta habitación pequeño infierno —su voz suena raposa, está gruñendo —. Responde —susurra en mi oído y un impulso que no puedo controlar al oír su orden me hace hablar.

—En la cama y mi escritorio —respondo despacio sin poder controlar mi boca. Sus manos quitaron mi chaqueta y la dejo sobro la mesa —. Dentro de mi y en la cara —termino, refiriéndome a los lugares donde Andrei termino.

Mierda.

—De rodillas pequeño —ordena. Mierda. Mi cuerpo obedece y siento la humedad entre mis piernas cuando lo veo alzando mi cabeza, sus ojos verdes más salvajes que nunca me atraviesan hasta lo más profundo de mi ser, está demasiado serio. ¿Qué era todo eso que quería reclamarle? ¿Dónde quedó?

Se inclina sobre su rodilla para quitarme el buzo y el brasier, dejándome únicamente con la parte de debajo de mi ropa. La acción me resulta tan malditamente sensual que aprieto mis muslos buscando apaciguar el cosquilleo. Su mano se desliza sobre mi rostro y sus ojos se ponen rojos de repente y su mandíbula se aprieta. Carajo. Se debe estar imaginando la escena que protagonice aquí.

Sus largos dedos se deslizan de a poco sobre mi mentón y barbilla para luego abrir mi boca con su pulgar, acaricia mi lengua y salivo más de lo normal.

—¿Usaste la boca? —juro que escuche el crujir de sus dientes, respondo negando con la cabeza. Jamás me sentí lo suficiente en confianza para eso, me causa repulsión la imagen de un pene en mi boca. Pero imaginarlo a él, en mi boca me llena de anticipación, me resulta arrebatadoramente excitante imaginar la escena —. ¿Me lo vas a permitir pequeño infierno? —me esta dando la opción de negarme, pero seamos sinceras, no puedo hacerlo, lo deseo. Demasiado.

Él sabe la respuesta cuando me mira a los ojos, una pequeña sonrisa se asoma en sus labios y luego lame su labio inferior, un cosquilleo de emoción me hizo llevar las manos a su cierre y lo abrí sin dejar su mirada. Como pase de temer a esos malditos ojos rojos a excitarme con ellos.

Cuando estuvo frente a mí, no pude evitar tragar saliva, mi boca es pequeña saben.

Sosteniendo la base del muy duro miembro lo mire a los ojos. Me acerqué todo lo que pude, considerando que es demasiado alto para mí, me tuve que levantar un poco, con cuidado acerque mi boca y lo escuche gemir cuando pase la lengua sobre esa pequeña abertura. Me causo un espasmo entre las piernas. El ligero olor a jabón y el sabor muy poco salado me hicieron abrir más la boca y armándome de valor metí todo lo que pude en mi cavidad varias veces.

El Dulce Sabor de la Perversión (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora