Capítulo 7: "Ojos Rojos Que Desgarran"

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Toma mi cuello con su mano para separarnos, con me sujeta de la cintura. Sus ojos chispean con furia apenas contenida, verlo así me excita, me muerdo el labio cuando siento más fuerte el agarre de mi cuello. No puedo contener mi risa al recordar lo que tuve que estirarme para llegar a sus labios.

-Mereces castigo por osar posar tus labios en los de otro -su mandíbula se tensa con fuerza. Si, debería, me da curiosidad el castigo que me puede tener en mente, con lo pervertido que es seguro que es algo más o menos placentero. La curiosidad puede matar a la gente.

-Castígueme, mi señor -hablo pausado burlandome, recordando cómo le habla Ross, sonrió colgándome de su cuello. El alcohol me hace verlo muchísimo más guapo molesto, estoy segura.

-Te puedes quemar pequeño infierno. Es momento de irse -advierte, aguafiestas. Me empuja por la cintura tratando de llegar a la salida, ni de chiste.

Cruzando por la pista, veo al moreno de hace un rato y me suelto del agarre del idiota pervertido para lanzarme al otro, me cuelgo de este sin dificultad y lo beso. Sin esperarlo se sorprende un poco, pero luego me sujeta de las caderas al instante. Necesito cubrir las caricias y besos del idiota para olvidarlas con más facilidad. Pero no se siente igual, ni cerca estamos de la reacción de mi cuerpo a los labios del idiota.

Siento sus manos frías en mi cintura, de pronto, su cuerpo se pega al mío por la espalda y creo que nunca antes había sentido el aire tan denso, su furia se extendía apretando el aire entre nosotros, aplastándome y robándome el aire.

-Suéltate en este instante -cada palabra cortaba el aire con furia, como un cuchillo afilado. La profundidad de su voz me resulto estimulante y sin evitarlo gimo en la boca del otro -. Suéltalo, o juro que se va a quedar sin manos -cada palabra contenía una amenaza, furia que apenas parecía contener. Por alguna razón, le creo.

Y de verdad lo siento, pero, me gusta jugar con fuego. No suelto mi agarre y profundizo el beso, el moreno debe estar pensando que gimo por él, idiota, no puede estar más equivocado. Mis manos bajan por su cuerpo hasta su abdomen, no está nada mal. Mi cuerpo se estremece al sentir como el idiota pervertido me levanta de las caderas y se aprieta a mi trasero, esta duro. Lo digo, es un pervertido.

-Luego dices que el pervertido soy yo -susurra en mi oído de nuevo, el moreno busca subir sus manos a mi pecho, pero no logra llegar -. Eres tú la húmeda con esta situación pequeño infierno -no lo puedo negar, me gusta la sensación de peligro que emana su cuerpo en esta situación. Escucho un grito de dolor del idiota frente a mí, este grito de cubrió con el volumen de la música. El moreno de ojos precioso me suelta la boca y mira su mano completamente torcida, mierda, se ve mal. Con una suavidad increíble el idiota me carga de la cintura sin dejar que pise el suelo, miro preocupada al idiota que queda atrás, pero el idiota pervertido me gira para la salida -. Te lo advertí pequeño demonio.

-Eres un animal. No eres nadie para decidir con quién me acuesto o no -ya ni intento forcejear, se perfecto que no podre ni moverle el pelo, me dejo llevar. ¿Cómo le volvió la mano una mierda si no utilizo más que su mano?

Me falta mi bolso y mi celular, que no sé dónde deje, para mi sorpresa, cuando me sienta en el auto, ahí están.

-Debiste pensar antes de entregarte a mí -se sentó a mi lado y Ross salió del estacionamiento -. Me perteneces ahora, y no te queda más que resignarte a esa realidad -su voz es dura, pausada.

-¿En qué momento me entregue a ti? Tuvimos sexo, no nos casamos idiota -le solté con furia, tratando de alejarme lo más posible a él.

-Me entregaste tu cuerpo. Habiendo tomado y entregado pequeño infierno, es mi deber asumir la responsabilidad que ese acto tan íntimo conlleva -se acerca tanto a mí, que puedo sentir su aliento helado -. Te dejé ir a tu casa muy tranquilamente, porque quise creer que te comportarías como mía, mi pareja que ahora eres, me he equivocado, debí dejártelo mucho más claro que con mi cuerpo -me apretó de la nuca y me beso de forma violenta cortándome la respiración y dejándome sin aire ¡mierda!

El Dulce Sabor de la Perversión (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora