Xeland. Un mundo tras una puerta.

Capítulo 10. La llegada de Bátang.

En el palacio entraron Bátang y sus secuaces abriendo las puertas principales con gran estruendo. Ellos habían logrado derrotar a los guardias y ahora se encontraban rodeados de varios soldados apuntándoles con lanzas. Nosotros y los reyes nos acercamos a las puertas.

Ellos tres tenían un aspecto temible. Bátang era el más alto de los magos oscuros, con un cuerpo tan delgado que parecía que lo habían estirado por la cabeza, sujetándole piernas y brazos. Era calvo y tenía una cicatriz en la cabeza que pasaba cerca del ojo izquierdo. Los otros dos estaban rechonchos, con una maraña de pequeños rizos marrones en la cabeza y ojos negros. Los tres llevaban ropas negras de cuero.
-Hola queridos reyes -dijo Bátang al vernos con su profunda voz-. Datum, Kártica; me gustaría presentarles a mis compañeros: Vofiav y Oubut.
Los reyes hicieron que los guardias, sin dejar de apuntarlos con las lanzas, se apartaran un poco para dejar que nos colocásemos frente a ellos.
-Oh, ya veo que están aquí las chicas, pero, ¿quién es el tercero?; ¿por qué no me lo presentáis? -dijo burlón.
-Yo soy Clara, ella es Marga, y el chico es Santi.
-Vaya, entonces veo que seremos tres contra tres. Comencemos.
Bátang se lanzó furioso contra nosotros pero el rey se puso delante.
-¡Para! El combate no se realizará en el interior del castillo -el mago se detuvo-. Saldremos fuera, detrás del castillo, para que ni él, ni el pueblo puedan ser dañados.
-De acuerdo -aceptó con una sonrisa maliciosa.

El rey nos guió con los soldados sin dejar de vigilar a los tres magos hasta el descampado de detrás del castillo. Allí los soldados se retiraron.
-Que tal si hacemos un trato -dijo Bátang dirigiéndose al rey, y un resplandor plateado surgió de sus ojos grises-. Lucharemos tres contra tres, si ganáis os devolveré a vuestros reyes, y si nosotros ganamos, nos tendréis que ceder el reino que nos falta y nos convertiremos en los reyes de Xeland -su sonrisa era horriblemente fea y aterradora a la vez.
-De acuerdo -dije.
Los reyes de Amog se retiraron a vigilar el recinto y nosotros nos dispusimos a luchar. Yo pelearía contra Oubut, Santi contra Vofiav y Marga contra Bátang, ya que era el que tenía dos poderes.

Oubut tenía el poder de la tierra. Como yo no llegaba a comprender bien aquel poder me costó bastante superarle. Sus ataques eran más rápidos que los mios, y no pude impedir que me agarrase todo el cuerpo con las plantas. Me estaba asfixiando, pero el fuego gana a la tierra. Así que, conseguí rodearme de llamas, destrozar sus plantas, y durante su cambio de hechizo, lanzarle varias bolas de fuego que lo dejaron en el suelo.
Cuando me giré Santi tenía a Vofiav como Oubut a mi. Pero como el mago poseía el poder del agua, lo único que hacía era alimentar las plantas de Santi. Este rompió su burbuja de agua y lo ahogó. Fui hasta donde estaba mi amigo, los dos habíamos vencido. Entonces vimos a Marga.
Ella volaba de un lado a otro con una bola de agua a su espalda y en la mano derecha un remolino de aire. Bátang también volaba, pero más lento, gracias a que tenía remolinos de aire en las piernas, pero en las manos tenía fuego. Marga apagaba sus llamaradas con el aire y le atacaba con agua. Pero él la evaporaba antes que le llegasen. Entonces, Marga no pudo evitar que en uno de sus ataques Bátang consiguiera romper su burbuja de agua y calló al suelo. El mago no se paró ahí y quiso matarla con otro ataque. Santi y yo salimos corriendo a socorrerla. Santi se colocó ante ella y yo la ayudé a levantarse.
-¡Ja, ja, ja! No me venceréis, sois muy débiles aún.
Entonces, los tres, nos colocamos unos al lado de otro y frente a él.
-Tienes razón -dijo Marga cansada, pero... ¡Tú no tienes el poder de los cuatro elementos!
-No puede ser...
Santi, Marga y yo unimos las fuerzas que nos quedaban. Una columna de fuego salió de mis manos, una de viento combinada con agua de las de Marga, y ramas de las de Santi, que se unieron todas en un rayo de luz blanca que dio contra el mago oscuro.
Antes de que un gran resplandor inundase el descampado, oímos  unas extrañas palabras pronunciadas por Bátang y caímos los tres rendidos al suelo.