Capítulo 11. El adiós.

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Despertamos en nuestros aposentos del castillo de Amog. Allí, cuidándonos, en una silla sentada a la parte más izquierda de la habitación, estaba la reina Kártika.
-¿Hemos ganado? -le pregunté incorporándome con dificultad.
-Sí -una agradable sensación de tranquilidad calmó el dolor de mi cuerpo al oírla-. Ahí tenéis todo preparado para que os aseéis y os vistáis con las mejores prendas. Yo os esperaré con los demás Reyes en la sala del trono. Tenemos preparado un gran banquete en vuestro honor -dijo levantándose.
-Gracias.

Al cabo de media hora, los tres nos pusimos en pié y repartimos turno de ducha. Marga era la primera por ser la más lenta y Santi el último.
Los trajes que nos había dejado Kártica eran hermosos. Yo tenía un vestido largo dorado, con escote en "v", sin mangas y con una falda pomposa. Nada más ponérmelo tenía ganas de bailar para ver cómo se movía al compás de mis caderas. También iba acompañado de unas manoletinas doradas y un chaleco de una tela muy fina blanco.
La ropa para Santi era un traje de chaqueta azul marino con botones y bordados plateados, acompañado de una camisa gris brillante.
Y, para Marga, un precioso vestido largo, rojo, de mangas cortas, con escote en "U". Su falda también tenía vuelo, pero no llevaba la estructura metálica para que le diera volumen, era más simple. Iba acompañado de unos pequeños tacones con cintas, un cinturón formado por tres cuerdas que se entrelazaban y un chaleco de cuero, negros.
Cuando terminamos de arreglarnos, bajamos.

En la sala del trono habían colocado una mesa enorme. Junto a los tronos se encontraban los seis reyes, y, en escala por clases, se encontraban los distinguidos de los reinos, rodeando la mesa alargada hasta la puerta. A los primeros que nos encontramos fueron a Tiaroy, Qüashey, Ujesur y Dibuif, que con mucha alegría nos abrazaron y nos dieron las gracias por salvar a sus reyes. Luego nos adelantamos hasta llegar a los tronos.
Allí Santi conoció a los reyes que estuvieron cautivos en su viaje y, Dorydos, realizó un brindis por nosotros.

Tras el banquete, retiraron las mesas y comenzó la música. Antes de bailar, los reyes nos propusieron coronarnos como los príncipes de los tres reinos. Nosotros nos sentimos muy alagados, pero les explicamos que no podíamos quedarnos en aquel maravilloso mundo para siempre, ya que en la Tierra nos esperaba nuestra vida real y gente que nos quería y no podíamos abandonar. Ellos lo entendieron, pero aún así, la ceremonia se celebró y nos coronaron príncipes.
La música paró y cada pareja de reyes se colocaron ante nosotros. A Santi, Franklin y Lathia, lo nombraron príncipe y futuro rey de los Praytios, colocándole una corona de laurel plateada. En ese momento le despojaron de sus poderes, convirtiéndole en un hado de alas plateadas. A mí, Dorydos y Tribia, me nombraron como princesa y futura reina de los Tryaidos, coronándome con una diadema de oro. Entonces, me quitaron los poderes, convirtiéndome en una hada de alas doradas. Y por último, a Marga, Dátum y Kártika la nombraron princesa y futura reina de Amog, colocándole una pequeña corona blanca. En ese momento fue cuando Dátum le quitó las alas y la convirtió en una maga.
Tras la ceremonia, comenzó el baile y la fiesta duró hasta el anochecer.

A la mañana siguiente decidimos quedarnos una semana más. Marga se quedó en Amog para que los reyes le ayudaran a convertirse en la mejor maga del reino controlando todos los poderes, hechizos y conjuros. Santi y yo nos encaminamos al reino de los Praytios con los demás reyes.
Cuando llegamos, nos dimos cuenta de que Dátum había reconstruido el castillo con su magia. Allí se quedó Santi para entrenar y llegar a ser uno de los mejores arqueros y uno de los hados más rápidos del reino. Yo me despedí de los reyes Franklin y Lathia y proseguí mi camino.
Al llegar al castillo Dorado, los reyes me dijeron que me entrenarían para ser una de las mejores luchadoras del reino.
Aquella semana fue la primera que pasaríamos allí separados, pero todos teníamos ganas de superarnos y convertirnos en reyes aptos para este gigantesco y nuevo mundo.

Al terminar el plazo, yo ya dominaba a la perfección todas las armas y era la mejor espadachina del reino. Esa tarde, llegaron Marga y Santi montados en sus kiases, tenía muchísimas ganas de verlos, los echaba de menos. Yo salí a recibirlos. Santi estaba muy guapo vestido con las ropas de los elfos. Él me contó que había conseguido ser el mejor arquero, "ni Robin Hood podría ganarle" dijo. Marga también venía preciosa, llevaba sus rizos al viento y vestía la túnica negra y morada de los magos poderosos, ella también lo había conseguido. Yo también había cambiado, me notaron ellos. Llevaba un vestido corto, blanco y vaporoso, con relieves de flores y en el pelo una diadema de pétalos de rosa blancos.
A los tres nos alegraba volver a estar juntos, pero el adiós había llegado.

Entramos en el castillo y nos dirigimos a la sala del trono, allí nos esperaban Tribia y Dorydos como el primer día.
-Queridos reyes, ha sido todo un placer haberos conocido y haber vivido tantas cosas en vuestro mundo. Y... -dije intentando aguantar las lágrimas-, esperamos poder regresar algún día.
-Queridos, el placer ha sido nuestro -dijo Dorydos-. Y sabes que este será siempre tu reino.
Entonces, el rey se levantó, se acercó a mí y me dio un abrazo paternal. Ya no pude aguantar más y las lágrimas fluyeron; y no sólo en mi.
-Gracias -dije emocionada.
-E, igualmente, siempre seréis bienvenidos aquí, en Xeland -dijo la reina.
-Gracias -asintieron Marga y Santi con la voz rota.
Nos abrazamos todos y salimos del castillo con la esperanza de poder volver algún día.
Nos montamos en los kiases y pusimos rumbo a la Casa del Árbol.

Al llegar, nos hicimos de cenar y hablamos de todo lo que habíamos hecho esa increíble semana.
-Me da pena irme -dijo Santi-, con lo bien que nos lo hemos pasado...
-Pero nos está esperando el padre de Marga, y no podemos dejar a todos... -expliqué cabizbaja.
-Clara tiene razón -sentenció Marga-. Bueno, vayamonos a dormir.
Recogimos la mesa en silencio y nos fuimos a dormir con la esperanza de que al día siguiente esto no hubiese acabado.

A la mañana nos despertamos como humanos. Ya no llevábamos las ropas hermosas de Xeland, vestíamos las nuestras, ya no éramos hadas, hados o magos, sólo nosotros. Bajamos y ya no estaban los kiases, en cambio, apareció la cancela blanca, esperándonos para abandonar aquel fantástico mundo.
Los tres nos acercamos a ella y miramos hacia atrás. Nos despedimos de aquella brisa fresca y del olor a primavera; nos cogimos de las manos, abrí la cancela y la cruzamos.

Aparecimos de nuevo ante aquel vasto paisaje y el padre de Marga se acercó hacia nosotros. Él nos preguntó que qué estábamos haciendo por esas ruinas. Entre lágrimas, nosotros respondimos: "hemos vivido una gran aventura". Pepe sonrió y nos llevó de vuelta a casa.

Xeland. Un mundo tras una puerta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora