Capítulo 3. Un extraño lugar.

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Todo era distinto: había muchísimos árboles y flores por todas partes; la finca había desaparecido, transformándose en un denso bosque. Nos adentramos en él y, a lo lejos, vimos una pequeña casa de madera en el árbol más grande, que era una encina bastante anciana. En el cielo no había ninguna nube y se podía ver en él que tenía tres lunas. Lo más extraño era que la cancela, cuando la dejamos atrás estaba cerrada, pero por el momento, eso no nos preocupó nada. Nos encaminamos hacia la casa del árbol.  Subimos por la encina gracias a una escalera de madera y llegamos a una plataforma de madera que estaba justo en frente de aquella cabaña.
Entonces, subimos a aquella extraña casa de madera, y entramos. Allí había de todo: una sala de estar, que estaba construida con hongos y setas; un comedor donde hayamos una mesa totalmente preparada y con la comida servida. La comida estaba hecha, en su mayoría por plantas, cortezas y setas, que al estar tan hambrientas nos lo comimos en un abrir y cerrar de ojos.
Se hizo de noche y nos fuimos a dormir. El cuarto tenía dos camas al lado de una ventana y una mesita de noche de madera, con una lámpara encima, hecha, a su vez, de madera y hojas. Cuando nos echamos en nuestras camas descubrimos que nuestro colchón no era un colchón corriente, sino, ¡era un colchón de agua!

A la mañana siguiente, nos despertamos un poco raras. Nos dolía la espalda y un ruido nos había estado molestando toda la noche. Cuando nos miramos al espejo casi nos caemos al suelo de la sorpresa. ¡Teníamos unas alas de hada doradas gigantescas! Salimos fuera para probarlas y teníamos otra sorpresa que era todavía mejor. Había dos hombres muy altos y gruesos sujetando dos animales enormes y hermosos; eran dragones blancos, con alas, una cola muy grande y un pelaje blanco con el que podían sobrevivir en temperaturas de más de 10 grados bajo cero. Uno de los hombres que estaban en la entrada se llamaba Tiaroy, era el más alto, con el pelo marrón y con una barba de tres días, y el otro Qüashey, solo era un poco más pequeño que Tiaroy y con el pelo más largo, pero blanco. Los dos eran unos hados grandes y fuertes. Ellos nos contaron que los dragones blancos se llamaban Kiases y habitaban en los Montes Nevados. También nos contaron que eran Triaydos, habitantes del Reino Dorado y que las personas que vivían allí eran gerreros y buenos constructores. Ellos dos nos enseñaron algunas cosas sobre este extraño mundo llamado Xeland.

Estuvimos un día aprendiendo a montar en Kiase. En el pueblo de los Triaydos eran sagrados y solo los solían montar nobles o reyes. Tiaroy y Qüashey nos dieron unos trajes hechos de un material bastante raro pero agradable, se parecía mucho a los extraños ropajes que llevaban ellos. Eran camisetas hechas con distintas telas de color blanco y marrón, y los pantalones eran todos de una misma tela, suave por dentro pero parecía de cuero por fuera, también marrones. Parecíamos dos hadas de las que salen en los dibujos de fantasía. Y una cosa muy curiosa que también nos enseñaron es que las brújulas allí no funcionan, tenían una cosa llamada eill, que es como una especie de brújula pequeña que funciona con el viento.

Al tercer día nos pusimos en camino, volando en los Kiases con la compañía de Tiaroy y Qüashey, hacia el Reino Dorado.

Xeland. Un mundo tras una puerta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora