Capítulo 7

629 50 3
                                    

Hoy cumplíamos un año de tener a Ángel con nosotros. Clariza invito a casi toda la iglesia; era muy común de ella. La casa estaba inundada de niños correteando por todos lados. Estábamos feliz por el primer año de nuestra nena. Y aunque en ese mismo momento no lo acepte; hoy comprendo que ese doce de Marzo estaba profundamente agradecido con Dios por haberme dado la dicha de tener a Ángel cómo hija.

Parecía un demente por como sonreía, realmente estaba disfrutando ese momento y si yo estaba así, ya podía imaginar a mi esposa; ella si parecía una completa loca.
Sonreí al pensar en eso, amaba a esa loca que tenía como esposa. Ella estaba más que feliz por el cumpleaños de Ángel.
Yo cargaba a la nena mientras ella andaba de arriba abajo con los invitados; niños correteaban a mí alrededor.

–  Mira Ángel, algún día así andarás corriendo por la casa – Dije mostrándole a unos niños. Suspiré al admirar su rostro diminuto – ¿Cuándo lo vas a hacer, amor? ¿Cuándo caminaras? Estoy ansioso por verte dar tus primeros pasos.

Ángel se arrecostó a mi pecho, era cómo si me había comprendido, como su estuviera consolándome. Besé su cabello y la acomode mejor entre mis brazos – Te amo, nena.

–  Santiago – Dijo un hermano de la iglesia, acercándose a mí para saludarme. Sonreí extendiéndole la mano – Hola, Ángel – Saludó tocándole la mejilla. Ella se acomodó en mi pecho riéndose. Ambos sonreímos - ¿Y cómo va todo? – Preguntó luego.

Suspire – Creo que bien. Estoy más que fascinado con Ángel – él rio moviendo la cabeza.

–  Ni que lo digas, Santiago. Eso se te nota a leguas – Reí al oírlo – Si de verdad amas a Ángel, deberías tomar muy enserio lo de volver.

¡Ya había estropeado la conversación! Cómo si a él Dios le hubiera quitado su mamá.

– Por favor, no...– Pero antes que terminara me interrumpió.

– Hablo en serio, Santiago. Nadie va a forzarte, es tu decisión, pero... Tú más que nadie sabe las consecuencias cuando te alejas de Dios. No es que te diga que mañana vendrás a la iglesia, te trato de decir que comiences de a poco. Acercándote poco a poco a Dios, desde aquí, desde tu casa primero. Vuelve a leer la Biblia, Santiago. No desperdicies el tiempo que Dios te está dando. Te aseguro que así disfrutaras más a Ángel y a tu esposa; estoy seguro que ese es el mayor anhelo de Clariza, verte una vez más en el camino de Dios. ¿Es que piensas perderte llevar tú mismo agarrado de la mano a Ángel a la escuela dominical? No seas injusto contigo, ni con ella.

Realmente no sabía que responderle; tenía razón al decir que no disfrutaría a Ángel por una estupidez mía. Al final de cuentas, Ángel terminaría pagando muchas cosas por mi culpa.

– Claro, Steve – dije como simple respuesta, pero muy dentro de mí lo había tomado en cuenta – Algo en Ángel me tiene preocupado - Dije para calmar la tensión que sólo yo sentía.

– ¿Qué pasa?

– Ya hoy es un año y no habla, tampoco camina. Y estoy realmente preocupado – Dije sinceramente. Le confesé a él mi preocupación, ya que para Clariza era normal.

– Bueno – Dijo pensándolo - Sí que es algo extraño, pero algunas veces pasa, algunos niños comienzan a caminar al año y medio, incluso a los dos.

– Pero ¿por qué? Digo, ¿es porque hay algo mal en ellos? No sé. Me... Me da miedo – dije confesándolo. Mi voz se quebró.

– Relájate, Santiago. A veces es normal. Inician a hacerlo tarde, y otros... Porque realmente sufren de alguna enfermedad.

El miedo corrió por todo mi torrente sanguíneo, tanto que no fui consciente y apreté a Ángel aún más fuerte; ella hizo un gruñido haciéndome volver a la realidad y aflojando un poco su agarre.

– ¿Una enfermedad? ¿Qué tipo de enfermedad? – Se lo pregunté, ya que él era doctor y según los comentarios de mi esposa, uno muy bueno – Me estas asustando...

– No quiero alarmarte, Santiago, eso sucede uno en un millón – ¡Ja! Pero que tal y mi hija era ese uno del millón – Espera un poco, apenas y cumple un año.

– Me muero si le pasa algo – Dije algo triste. Él colocó su mano en uno de mis hombros.

– No pasará nada, ya verás – Dijo para luego volver a los invitados.

¡Mi ángel!
¡Mi ángel no puede estar enferma!
Era en lo único que pensaba. Besé su frentecita cerrando mis ojos para tratar de disipar ese temor que nació ese 12 de Marzo. Temor que se convirtió en mi sombra.

Ángel - Jossadry Donde viven las historias. Descúbrelo ahora